La Iglesia católica ama la opulencia y la ofrece como mensaje de su desdén por los pobres que no son sino lastre para su reino en la tierra, aunque también sean su coartada, su cínica coartada. Apoteosis de poder, de siniestrísimos, gamados ecos.
Fe ciega en el dios neoliberal. Multinacional que fabrica el miedo como bombas de racimo y vende en exclusiva el perdón.
Miedo –perdón es la ancestral combinación sobre la que se amasa un imperio cuya piedra angular hablaba de amar al prójimo como a uno mismo y a Dios sobre todas las cosas. No es este el momento para hacer historia de cómo ese principio es suplantado por el terror por los siglos de los siglos. Este es sólo un lugar más desde donde reclamar decencia porque la actitud a la que volvemos a asistir, con los fastos que en estos día se promueven y celebran, tiene macabras semejanzas con la entrada en tropel de los representantes de las distintas empresas que viven de la muerte en el lugar donde se les imparte bendición, pared mediante, salvadas las distancias, con el lugar del duelo de sus olvidadas víctimas.
La pujanza de los propios negocios acaba cegando y el don de la oportunidad ya nunca tiene que ver con aspectos relativos a la sensibilidad o la decencia sino exclusivamente con la ocasión de ganar más y adquirir más poder ¿Es este uno de los valores espirituales a transmitir a la juventud? ¿El lugar del duelo se evalúa exclusivamente en cuanto a las perspectivas de lucro, personaly de la empresa o corporación a la que representas? ¿Es por eso que una vez esquilmados los “lejanos” países se abandonan a su suerte?
Decencia es lo menos que se debería pedir a quienes dicen actuar por amor al prójimo, desde los estamentos religiosos, o por servicio a la ciudadanía, desde los administradores políticos.
¿Los santos que pronto estarán en los altares son los principales terroristas económicos que roban y atesoran los recursos del país? Todo parece indicar que sí. La opulencia sólo se puede obtener de los opulentos y mejor no preguntar por el origen de las riquezas si basta con bendecir a quienes las ponen a tus pies.(1)
Alguien podría decir a las pandas de desvergonzados y siniestros que nos excomulgan o bendicen o gobiernan, que el lugar de los fastos y derroches es un lugar de duelo donde un elevadísimo cúmulo de dolor ha sido y continúa siendo causado por quienes expulsan a miles y miles de personas y familias de sus casas, trabajos y pequeñas empresas, que la falta de ingresos y ayudas sociales les lleva a la desesperación.Alguien podría decir a los intermediarios de La Gloria que el dinero que se derrocha en construir sus terrenales paraísos artificiales es, en su totalidad, robado a quienes les es imprescindible para sobrevivir. Alguien podría decir todo aquello que los grandes poderes aprendieron a ignorar
¿Desde qué ética se predica a la juventud? ¿Qué se les predica? ¿Su superioridad moral frente a quienes “no tienen donde caerse muertos”, en su entorno más inmediato o en lejanos países que parecen no existir?
“Por sus obras les conoceréis” ¿Han de ser el cinismo, la insolidaridad, la indiferencia, el desprecio, la vanidad, los valores a cultivar por los menos emprendedores? ¿La sociedad, en general, deberemos someternos a la adoración y designios de los futuros santos, el selecto ramillete de los dioses del IBEX que estos días reciben sobre sus cabezas la llama del Espíritu Santo?
Solo estamos ante la continuación de la historia de un largo secuestro. En estos días en que el Síndrome de Estocolmo cobra un siniestro doble sentido, cuando el perdón se vende tan a la ligera¿Quién cuestionará la responsabilidad?Si el lugar donde se desarrolla la vida común fuera el templo de su Dios y los mercaderes y sus sirvientes lo estuvieran arrasando¿Sólo podríamos pedirles perdón? ¿El conjunto de la ciudadanía sólo podremos recibir la exigencia de redimirles?
Sin embargo, a pesar del altísimamente costeado espejismo de vuestra omnipresencia son muchas más las latitudes a las que jamás podréis engañar. Vuestros oropeles entre amañados éxtasis son parte de la farsa de un mundo que se extingue. Creer en cuanto nos transforma para la construcción de un mundo realmente más justo, más ético, más espiritual, jamás podrá ser creer en vosotros. Si medimos la extensión de la pobreza, los altares que os transportan asemejan patéticas pateras de oro en mares encrespados.
En otras latitudes existen silencios que se comunican, escriben y preguntan. Amplias latitudes como venas de cuerpos que se comparten.(2) El amor es mucho más que el mantra censurador con el que dais tormento.
Ver: “La clase social de los santos” en www.vnavarro.org
(2)
Un vaso de agua
y un plato
de lentejas
este es un poema místico
de hambre y sed
rememorados
para vergüenza
de Dios.