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El otro clero

Los obispos españoles anunciaron hace poco que iban a proceder a una nueva beatificación de católicos asesinados durante la guerra civil. En estos casos no les falla nunca la memoria histórica, pero quizás deberían recordar también a otro sector del clero, muy desconocido, y que durante la guerra estuvo al lado del gobierno republicano.

Uno de esos personajes fue un clérigo andaluz, José Manuel Gallegos Rocafull, nacido en Cádiz en 1899 y muerto en Guadalajara (México) en 1963. Fue canónigo lectoral en Córdoba y en Granada. En las elecciones generales de 1931 participó como candidato a Cortes por Córdoba dentro de la candidatura de Acción Nacional, junto con Medina Togores, redactor de “El Debate”, pero no resultó elegido. En 1935 presentó su tesis doctoral ante un tribunal compuesto por Ortega y Gasset, Severino Aznar, Zaragüeta, Zubiri y Gaos. Al estallar la guerra civil, se mantuvo al lado de la República, como puso de manifiesto, entre otros textos, en el folleto: “La carta colectiva de los obispos facciosos: Réplica” (1937).

En 1939 se estableció en México, donde mantuvo contactos con los republicanos exiliados, en especial con Emilio Prados, y fue colaborador de publicaciones como “España peregrina”, “Romance” o “Las Españas”. Ejerció como profesor de filosofía en la UNAM, donde desarrolló una importante actividad, en la cual destaca su obra “El pensamiento mexicano de los siglos XVI y XVII” (1951). Aunque fue suspendido por la jerarquía antes de salir de España, durante el exilio mantuvo su actividad como eclesiástico, pues en México obtuvo el reconocimiento oficial para sus actividades ministeriales al menos desde mayo de 1950, cuando se le permite desarrollarlas en la parroquia de la Coronación. Entre sus obras inéditas estaba “La pequeña grey. Testimonio religioso de la guerra de España”, publicada en México en 2005 y en España en 2007.

En esta obra narra su actividad de colaboración con el gobierno de la República para conseguir el apoyo de los católicos europeos. Comenta algunas cuestiones acerca de lo ocurrido con el clero vasco, según supo de labios de un jesuita: “Mi tesis es que, si los sacerdotes de toda España se hubieran opuesto a la política franquista, hubieran sido todos fusilados, encarcelados o desterrados sin excepción de uno solo. Precisamente se ha dado el caso de una parte del clero que no ha compartido las ideas políticas de los franquistas y ha sido toda entera, en masa, fusilada, encarcelada o desterrada. Es el caso del clero vasco, que ha sido tratado por los militares con tanto rigor como el clero español en la zona republicana por los rojos. No ha quedado ni uno solo en las calles o en las montañas de Euskadi. Todos han sido desterrados, encarcelados o fusilados. Los sacerdotes que quedan en toda España lo están, no por ser sacerdotes, sino por no haberse opuesto a la política de los militares”.

También muy clarificadoras son algunas de sus palabras en la “Réplica” a los obispos, pues ante el al argumento de que en toda guerra se cometían excesos de violencia y que en cualquier caso los crímenes de los “rojos” eran mayores que los de los militares, Gallegos responde con contundencia: “¿Es que pueden en conciencia afirmar que no ha habido millares y millares de fusilamientos sin proceso de ninguna clase? Y ¿cómo su conciencia no se revuelve indignada ante el hecho que ellos mismos reconocen, de que ‘por error’ se mate a hombres inocentes? ¿Es que pueden encontrarse a gusto en un régimen en que ‘la gente subalterna’ mata porque sí a los ciudadanos?”.

La última parte del folleto está destinada a desmontar el llamado “testimonio de los obispos” en relación con las causas de la guerra, al tiempo que lamenta que se dejen llevar por una información partidista y sesgada e ignoren a la otra parte. Concluye con la carta que el cardenal Gomá dirigió a todos los obispos el 7 de junio de 1937, sobre la cual comenta: “En ella se declara que la iniciativa de la carta colectiva ha sido del rebelde Franco. No se trata, pues, de una acción espontánea de los Prelados, sino de una maniobra política de gran vuelo tramada en Salamanca en vista del movimiento adverso de una parte considerable del catolicismo mundial”.

La iglesia española todavía no ha ofrecido ni una excusa ni una explicación por el apoyo a los rebeldes de 1936, manifestado en aquella carta colectiva del episcopado, y por supuesto tampoco ha hecho nada por recuperar figuras como la de Gallegos Rocafull, considerado hoy como una de las grandes personalidades de la filosofía mexicana.

*José Luis Casas Sánchez es Profesor de Historia

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