El nuevo Pontífice tendrá que resolver el espinoso asunto de las finanzas de la cúpula eclesiástica La reintegración de los sectores ultraconservadores es otro frente del sucesor de Benedicto de XVI
Benedicto XVI deja un legado de luces y sombras, una buena porción de asignaturas pendientes con las que su sucesor tendrá que lidiar. Con su renuncia pone en evidencia el desgobierno que impera en la Curia, plagado de rencillas y luchas internas. Los deberes que deja el Papa son muchos y algunos de ellos espinosos. Van desde la pederastia en el clero a las protestas que claman por una mayor apertura, pasando por el contencioso con el mundo islámico a raíz del controvertido discurso de Ratisbona.
Joseph Ratzinger, un Pontífice que ha meditado sobre los desafíos de la modernidad, no ha podido atajar el desgaste de la Iglesia y la pérdida de terreno en cuanto a predicamento cultural, moral y social.
Benedicto XVI es un intelectual, un prestigioso teólogo, pero poco versado en asuntos administrativos. Después de su retiro, deja sin solucionar la reforma de la Curia. El ‘caso Vatileaks’ reveló lo que era un secreto a voces: el enfrentamiento entre facciones irreconciliables. El secretario de Estado, Tarcisio Bertone, es la figura que concita críticas acerbas por su impericia en la dirección de la Curia y por ser visto como un advenedizo en la compleja burocracia que se enmaraña bajo la cúpula de San Pedro. Su oponente y predecesor, Angelo Sodano, se removió como gato panza arriba cuando Bertone fue elegido por el Papa para conducir los asuntos de la Iglesia y su política exterior. Ante este panorama, urge una reforma administrativa del Vaticano. Está claro que Ratzinger no lo ha conseguido, pero para ser justos tampoco hizo nada por evitar el desgobierno Juan Pablo II, alérgico a los despachos.
Al heredero de Benedicto XVI se le va acumular el trabajo. Sobre la mesa están los siguientes asuntos:
Eutanasia, aborto y matrimonio gay representaron para el Papa alemán "graves amenazas" para la paz. En el mensaje por la Jornada Mundial de la Paz , que se leyó en todas las parroquias el 1 de enero, el Papa exhortó a perseguir la paz, divulgando y extendiendo los derechos fundamentales del hombre, como el trabajo y la libertad religiosa, y defendiendo los valores de la vida desde su concepción hasta la muerte natural, así como la familia tradicional. Para el Ratzinger, se trata de “valores no negociables" y es posible que su sucesor mantenga la misma posición.
Hay que ver si el nuevo Papa tendrá posiciones más conciliadoras frente a un mundo globalizado y una sociedad posmoderna, que pide a gritos una mayor apertura.
Benedicto XVI no logró la reintegración de los ultraconservadores recalcitrantes, los lefebvrianos, refractarios a cualquier atisbo de modernización de la Iglesia y excomulgados en 1998. En este momento la negociación está suspendida, pese a los esfuerzos que ha hecho Benedicto XVI para desatascar el diálogo. El acercamiento en algunos casos fue fiasco. El hombre que hizo la labor de mediación, el colombiano Darío Castrillón Hoyos, fue tolerante con un hecho incomprensible. El obispo británico Robert Williamson, uno de los candidatos a la rehabilitación, niega el Holocausto. De su boca salieron disparates como que “no existieron las cámaras de gas” o que los judíos asesinados en el Tercer Reich no fueron seis millones, sino solo 300.000.
Benedicto XVI ha naufragado en sus intentos por dotar de transparencia al banco del Vaticano, el célebre Instituto para las Obras de Religión (IOR). Su empeño en que el IOR deje de ser un instrumento del blanqueo de capitales ha sido un estrepitoso fracaso. Hace 30 años apareció ahorcado Roberto Calvi, el ‘banquero de Dios’. Posiblemente nunca se sabrá quién le mató. Calvi lavó dinero de la Mafia, sufragó maniobras anticomunistas del Vaticano en Polonia y América Latina, estrechó lazos con la logia masónica P2 y promovió la carrera de Bettino Craxi. Tres décadas después, las finanzas del Vaticano no son precisamente ejemplares.
Ratzinger nombró a Ettore Gotti Tedeschi presidente del IOR y le encargó la tarea de hacer limpieza. Al cabo de tres años fue destituido por “incapacidad para cumplir sus deberes» y «comportamiento errático”. Su cese se atribuye a una conspiración urdida por Bertone. Gotti Tedeschi temía morir y escribió un informe en el que contaba la verdad si alguien le quitaba de en medio. El nombramiento en los últimos días del barón alemán Ernst Von Freyberg al frente del IOR cierra un capítulo en el que el Papa ha impuesto su voluntad sobre la opinión de Bertone, a quien se achaca el cese de Tedeschi poniendo en duda su salud mental.
Quizá sea el asunto más grave que deberá afrontar el sucesor de Benedicto XVI. Ratzinger llegó al pontificado con el propósito de apartar a todos los encubridores de abusos sexuales dentro de la Iglesia. Resultó un esfuerzo vano. Fueron demasiados los obispos que se resistieron a colaborar con los tribunales. Por añadidura, una cuarta parte de las conferencias episcopales no han elaborado planes de lucha contra la pederastia. En África y Asia el asunto es abordado con desgana. Así las cosas, la Iglesia católica sigue acopiando denuncias por abusos cometidos por sacerdotes que se llevaron a cabo en las décadas de los sesenta, los setenta y los ochenta. Con todo, Ratzinger corrigió a antecesor, Juan Pablo II, indulgente y protector de los Legionarios de Cristo. Al fundador de la congregación, Marcial Maciel, se le obligó a renunciar a su cargo y llevar “una vida discreta de penitencia” a la vista de la gravedad de las pruebas inculpatorias.
Archivos de imagen relacionados