El pasado 28 de mayo en la Universidad Iberoamericana terminó el XXIV Encuentro de la Red de Investigadores del Fenómeno Religioso en México (RIFEM), en el cual se congregaron investigadores de toda Latinoamérica para presentar resultados de sus investigaciones en los contextos culturales más diversos.
Cultos alternativos como los de la Santa Muerte o Malverde, religiosidades orientales, las religiones-friki de las nuevas juventudes donde la conversión espiritual (shifting) se da mediante juegos de rol y cosplay, así como los temas clásicos: catolicismo, laicidad y secularización, grupos evangélicos, etc. Incluso hubo ponencias en las que se ponía de relieve el carácter religioso de la autodenominada 4T y las fuerzas devocionales hacia el actual presidente.
Ha quedado muy lejos la época donde se pensaba que todos los mexicanos eran guadalupanos. El día de hoy asistimos a un verdadero fractal interdimensional del fenómeno religioso.
Según los datos del Censo de INEGI 2020, 1 el catolicismo en México pasó del 82.7% en 2010 a 77.7%. Mientras tanto, hubo un incremento en el rubro “Sin Religión” el cual pasó de 4.7% a 8.1%. Esto último no significa que haya en México 8.1% de personas ateas. En realidad, en el rubro “Sin Religión” hay creyentes quienes, simplemente no forman parte de una religión institucional o que señalan: “Yo soy espiritual, pero no religioso”. Tampoco significa que no haya ateos en México, porque sí los hay y creciendo. Solo que no abarcan todo el rubro señalado.
Por mucho tiempo se creyó, bajo el modelo de la “teoría de la secularización”, que la urbanización y el incremento de nivel educativo, así como la aparición de una mundana conciencia política que quita los ojos del cielo para poner los pies en la tierra, serían variables para desaparecer a la religión.
Sin embargo, la teoría de la secularización fracasó en todos los niveles: hoy encontramos religión en contextos hiper-urbanizados, tener título universitario no te obliga a renunciar a tu fe. Y una de las más extravagantes paradojas: la política dejó de ser mundana para convertirse en un instrumento de la lucha de Dios contra las fuerzas del mal. Las campañas electorales en Latinoamérica durante lo que va de este siglo han estado marcadas por un electorado que vota por afinidades religiosas y candidatos que utilizan el discurso religioso como plataforma política.
El día de hoy la religión ya no se concentra en las iglesias como espacios privilegiados de la administración de lo sagrado, sino que se ha vuelto experiencial y comunitaria. Se vive antes que obedecerse; se siente antes que pensarse. Esto no significa “emocionalismo” como diría un racionalista, sino que la religión en su pluralidad ha permitido a las personas crear, como dijera Paul Ricoeur, “mundos de sentido posibles”. A fin de cuentas, ese es el trabajo de la religión: el otro mundo.
Sin embargo, como se pudo ver en las diversas conferencias y ponencias de la RIFREM, estos “mundos posibles” que hoy se viven desde lo religioso no están instalados en un Topos Uranos, un lejano reino celeste en los confines de la trascendencia, sino en el más acá.
Las religiones en la actualidad mexicana y latinoamericana permiten a las personas habitar otros universos posibles aquí y ahora: desarrollar el self, imaginarse a sí mismos como los protagonistas de una épica de descubrimiento en donde la búsqueda por lo sagrado, el símbolo definitivo, les permitirá vencer sus miedos, incrementar sus habilidades, encontrarle un nuevo rumbo a su existencia.
La religión es un portal para viajar a otras posibilidades de existencia. Y no significa ni autoengaño ingenuo ni irresponsabilidad. El creyente tiene que salir a trabajar y cumplir con su oficio cotidiano. Pero en medio del trajín diario encuentra espacio para el recogimiento espiritual. Las agendas contemporáneas marcan una junta a las 11 am, y clase de yoga a las 7 pm. Una persona devota y bien organizada puede descargar alguna app que le ayudará a recordar sus momentos de oración o catecismo.
La religión sigue viva porque no ha perdido su fuerza originaria: brindarnos un mundo distinto, uno mejor. Y no es un “escapismo”, como pensaría el marxismo más radical. La religión te proyecta a la acción en el mundo porque trata de cambiarlo. Por eso ha arraigado tanto en la política durante los últimos años.
Los investigadores del fenómeno religioso insisten en que al mirar a las religiones debemos poner atención en sus mundos posibles, en las nuevas realidades que ofrecen, porque, a fuerza de fe y devoción, tales realidades comienzan a ser tangibles.
La religión puede brindar una importante lección no solo a políticos, sino también a marcas y empresas, para su comunicación y fidelización. Unos y otros deben responder a la misma pregunta trascendental: “¿cuál es el mundo que me estás ofreciendo?”, “¿es el mundo de siempre solo que al 2×1?; si te doy mi voto, ¿qué cambiará en la realidad?”.
Creyentes, ciudadanos y consumidores, en el fondo, están en busca de lo mismo: se encuentran cansados de la realidad tal como es, desean habitar en otro mundo, bajo otras realidades posibles. Quieren que su fe, al candidato, al gobierno, a la marca que consumen, abra un portal interdimensional a otro universo de sentido en el que la vida sea mejor. No como freudiana “ilusión”, ni con “otros datos”, sino de forma constatable y tangible.
Recordemos que incluso el catolicismo está perdiendo adeptos en México. Porque cuando la narrativa de fe (o de venta) no puede pasar de los dichos a los hechos, creyentes, ciudadanos y consumidores buscarán otros universos de sentido que sí les resulten satisfactorios.
* Raúl Méndez (@rulwolf) es estrategia Senior en LEXIA Insghts & Solutions. Antropólogo Social por la Universidad Autónoma Metropolitana – Iztapalapa. Miembro de la Comunidad Teológica de México. Coautor con Samuel Lagunas del libro “Dios. Nueva temporada. Miradas teológicas al cine y la televisión en el siglo XXI”, Juan Uno1 Ediciones.