Cada dos años, en la pequeña localidad italiana de Vincenza, comerciantes se reúnen para realizar la mayor feria religiosa del mundo. Productores de vestimentas, escultores y vendedores de rosarios suplen una creciente demanda por artículos religiosos.
Desde imágenes magnéticas del Papa hasta cirios y velas de ofrendas, la industria genera miles de millones en Italia solamente.
Son las 8:30 de la mañana y fornidos trabajadores descargan camiones llenos de cajas marcadas «frágil», ropas envueltas en papel de seda con el rótulo «Nueva Colección, 2015» escrito en las perchas que están destinadas para el centro de exposiciones, y jóvenes mujeres en minifaldas y tacones corren de un lado para otro organizando cosas.
Pero, cuando doblan las campanas de la iglesia y las puertas se abren al público, entramos en los que algunos considerarían como la versión clerical del Cielo, repleto de estatuas de la Virgen María, todo tipo de rociadores de agua bendita y la última colección de sotanas y túnicas.
Cada dos años, el clero católico de todos los rincones de la Tierra se congrega en Vincenza para comprar los suministros de iglesia, aprender cómo embelesar más su liturgia o simplemente renovar el vestuario.
El padre Pasquale ha viajado más de 13 horas en tren desde su parroquia en Calabria para ver las nuevas tendencias en mercancía sagrada. Con una pequeña tableta y una cámara en mano, deambula por los casi 1.500 metros cuadrados de la feria, tomando fotos a diestra y siniestra. No tiene mucho tiempo pues debe tomar un tren de regreso en pocas horas para dar parte a los capellanes locales.
«No me perdería esta feria por nada del mundo», le dice a la BBC. «Es un poco de molestia, pues invierto más tiempo en el tren que en cualquier otra cosa pero es importante para nosotros que -unos humildes sacerdotes del sur de Italia- ver cómo se desarrolla la Iglesia Católica, qué hay de nuevo en tecnología que mejoraría nuestras vidas y para estar al tanto de lo que los sacerdotes de las grandes ciudades visten y cómo celebran la liturgia»
Otras parroquias en Calabria aportaron para cubrir sus gastos de viaje y él busca obtener los mejores descuentos.
El padre Pasquale se detiene de repente para contemplar un puesto que exhibe una vestimenta en azul claro con estampados de terciopelo de seda y oro laminado, y sus ojos se llenan de sorpresa y dicha.
Extiende la mano para palpar la tela con sus dedos y tararea con encanto. «Ustedes tienen Armani, Gucci o Prada», exclama. «Ésta es nuestra versión de la alta costura».
El puesto pertenece a la familia Bianchetti, los principales proveedores en Italia de ropa eclesiástica. La directora de la compañía, Elisabetta Bianchetti, personalmente diseña y produce cada una de las vestimentas en la colección.
«A través de los años hemos confeccionado partes de las vestimentas de tres papas: Juan Pablo II, Benedicto XVI y ahora el papa Francisco», comenta. Entretanto, su hija le explica al padre Pasquale los detalles de la colección 2015, aparentemente inspirada en la moda de los años 60. «Siempre estamos buscando nueva inspiración que impulse la moda sagrada hacia adelante», dice.
La ropa eclesiástica en Italia es una industria anual de US$27,4 millones, pero las vestimentas de los Bianchetti no se ajustan a todos los presupuestos pues los precios de las túnicas van desde los US$600 hasta US$2.000. La familia asegura que visten a los «principales clérigos del mundo», que quieren lo mejor, una combinación de tradición y «moda original italiana».
Durante su gira, el padre Pasquale se detiene en varios puestos que venden velas de devoción. «Se ven como velas normales desde lejos y están hechas de cera pero, para sorpresa mía, son de energía eléctrica», explica. El productor, Danilo De Gaspari, tuvo la idea para su parroquia cerca de Milán, hace unos años, y ahora las exporta por todo el mundo, a países como India y Brasil.
«Las iglesias en Italia son bastante viejas y hay riesgo de incendio. Lo que diseñamos son velas de cera con luz LED. Cuando depositas una moneda en la máquina, la luz LED se enciende y un pequeño imán hace que el elemento en forma de llama serpentee. Las parroquias ahorran dinero y reducen el riesgo de incendio».
El padre Pasquale no está del todo convencido. «Me gusta el hecho de encender la vela, para ser sincero», confiesa.
Otros, de India y Estados Unidos, están ordenando pedidos. «Podríamos aplicar un cronómetro de 20 segundos a las velas para que mi parroquia se gane un poco de dinero y finalmente podamos ahorrar para un lugar de culto», manifiesta Labham Sogani, un comerciante que viene de Nueva Delhi.
Todo el sector de artículos religiosos en Italia se estima en unos US$5.200 millones, más de lo que el país recauda de la venta de vinos. Y el «extraordinario jubileo» de un año declarado por el papa Francisco, que empezará en diciembre, aumenta las oportunidades de crecimiento.
Mientras hablo con el empresario de mercancía religiosa Rocco Ascione, me interrumpe el constante sonar de su teléfono móvil. «Me llaman a todas horas de varias tiendas en Roma, hace pedidos todo el tiempo porque temen que se agoten las imágenes magnéticas del Papa o los bolígrafos con la figura de la Virgen María cuando empiece el desorden», dice.
El Vaticano recibirá la visita de millones de peregrinos durante el año del jubileo y, como todo negociante, Ascione quiere aprovechar esta oportunidad. «Los feligreses gastan el dinero que quieras para obtener un recuerdo del jubileo», señala. «Es un negocio como cualquier otro pero este es más especial: está bendito por Dios».