La coalición de partidos de los indiferentes, los pasotas, los cansados y los confundidos ha ganado las elecciones del domingo. Ahora serán los elegidos por minorías los que tengan que llegar a negociaciones desde Bruselas con los reales ganadores
Han de convencerlos, con menos burocracia, menos tibieza, más liderazgo y más claridad de que Europa es una realidad que merece la pena y no una coartada.
Porque el domingo pasado ni el comando de los obispos, con los púlpitos fuera del control de la Junta Electoral, consiguió estimular a la gente que va a misa para que fuera a votar.
Como ya tienen, además de púlpitos y colegios, emisoras de radio y televisión, me pasé el fin de semana esperando a que llegara un mensaje de Rouco Varela o algunos de sus muchachos del báculo y de la mitra a mi móvil para convocarme a una algarada con motetes contra la España laica.
Pero las manifestaciones ya estaban en marcha y eran las mismísimas procesiones del Corpus (ejemplos de la libertad religiosa amenazada por la sociedad laica, de acuerdo con la soflamas episcopales) a las que acompañaban por nuestras calles las tropas del Ejército.
Así que como los argumentos de los prelados contra el laicismo no responden a cosas de la mente, lo que cabía esperar de ellos eran milagros. Y un milagro fue que el PP se recuperara respecto a las elecciones de marzo y suspirara ahora con alivio.
Las almas de Dios creen que esa manita que la Providencia le ha echado a la derecha le va a servir para dejar de deslegitimar los resultados de las generales, pero uno piensa que lo que Mayor Oreja llama devolver la esperanza a los que la habían perdido no consiste en eso, que la democracia vale para lo que vale, sino en garantizarle a los obispos una Europa de sacristías para continuar su cruzada contra los laicos.