Eran más bien simbólicos. Apenas una veintena. Y silenciosos. Ni una consigna. Ni un grito. Nada hacía denotar su presencia. Sólo unos pocos carteles portados por unos pocos en los que rezaban cuatro leyendas diferentes: 'Por un Estado laico', 'Asturias laica', 'Ayuntamiento laico' y 'Alcaldesa, este no es su sitio'. A nadie se dirigieron y casi nadie se dirigió a ellos. Es más, sintieron la necesidad de defender el «sentido cívico, que no anticlerical» de su presencia en el Campo Valdés a la una de la tarde, cuando autoridades, sacerdotes, creyentes y menos creyentes celebraban delante de la iglesia de San Pedro al patrono de Gijón.
Sin embargo, de alguna manera, esa docena de pancartas condicionaron las palabras eclesiásticas y políticas. Fue el párroco de la iglesia mayor quien comenzó, con fuerza, reivindicando la bendición de las aguas como «un acto popular, que surgió espontáneamente», al tiempo que recordó que «la iglesia de San Pedro, desde el siglo XIII, tuvo en sus orígenes dos dimensiones, una ciudadana y lúdica, y otra religiosa, como el 90% de las fiestas de esta Europa de raíces cristianas. La fiesta es una y la celebramos con normalidad. Andar con exclusivismos no es pertinente, porque los maximalismos conducen a fundamentalismos». Y eso sólo para hacer boca, porque cuando Javier Gómez Cuesta quiso hacer un juego de palabras con la G del G-8 o del G-20 en vindicación de la G de Gijón, señaló que, «en todo caso somos el G-277.554, el total de personas que vivimos en Gijón y queremos ser abiertos, tolerantes y gentes de buena voluntad. Porque no hay pueblo sin tradición, sin cultura y sin leyendas».
Peleones y cantarines
Tanto y tan bien habló el párroco de los gijoneses -él que es de Peñamellera Baja-, del carácter «peleón, campechano y cantarín» de los playos y de «nuestro orgullo de ser gijoneses», que la alcaldesa a punto estuvo de proponer a Gómez Cuesta como «representante de la ciudad», como embajador de Gijón. «Fue tan bonito, tan pertinente y cargado de tanta sensatez lo que ha dicho, que no sé cómo replicar», contestó Paz Fernández Felgueroso a un henchido Gómez Cuesta.
Sin embargo, lo hizo apostillando al sacerdote, desde el punto de vista político, con el artículo 16 de la Constitución, que «recoge que los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones. Gijón es una ciudad progresista y mestiza, que tiene su sello de identidad en la convivencia, el respeto y la libertad de los vecinos, que ni piensan lo mismo ni votan lo mismo».
Y la explanada de San Pedro daba cuenta de ello. Concejales socialistas y populares, sacerdotes y laicos, playos, gijoneses y forasteros compartieron la bendición de las aguas de San Lorenzo. Aunque la marea estuviera baja, y flores y agua bendita cayeran sobre el pedrero. El calor apretaba pero todos estaban allí. Cantando con Voces de Cimadevilla 'Gijón del alma'. A pleno pulmón.