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El laicismo llegará para quedarse, pero aún queda camino

Con motivo de la noticia de la fiesta, o ceremonia laica, oficiada en Madrid por el dirigente socialista y concejal Pedro Zerolo, para acoger como ciudadano a un hijo de la actriz y periodista Cayetana Guillén Cuervo, se han producido comentarios de todo tipo en diversos medios de comunicación, y en especial en tertulias televisivas y radiofónicas. Al ser un hecho novedoso es natural que exista cierto desconocimiento acerca de esta nueva practica social, pero ello no justifica que, más allá de mostrar acuerdo, desacuerdo o rechazo, se realicen afirmaciones que no son ajustadas a la verdad y que crean desinformación en las gentes. Recomiendo, sin retranca y con la mejor voluntad, viajar un poco, y comprobar cómo, en países como Holanda, existen estas ceremonias, muy entrañables, y presididas por las autoridades locales.

A todo un catedrático de sociología, más conocido como tertuliano en los últimos años que como docente, escuchamos decir que el término laico es propiedad de la Iglesia católica y que su uso no corresponde más que a esta institución. Cansado de rebatir esta aseveración tengo que decir que es más bien al contrario, pues cualquier manual o diccionario de la lengua española, sin ir más lejos el muy documentado de María Moliner, nos dice que laico-a es "no eclesiástico". "Se aplica especialmente a la enseñanza en que se prescinde de la instrucción religiosa". Referido al término laicismo, nos dice el mismo manual que es "Ausencia de influencia religiosa o eclesiástica en alguna institución; particularmente, en el Estado". Cuestión distinta es que la Iglesia católica utilice el término laico para referirse a sus feligreses, es especial a aquellos que realizan ciertas labores de apostolado sin vestir hábitos, en la acepción derivada del latín laicus, es decir lego, palabra que también tiene otras acepciones, como ignorante, y también se llama así al monje que no tiene opción a las órdenes sagradas y por tanto sus funciones tienen más que ver con la labranza del huerto o con la recogida de limosnas.

Hechas estas precisiones, quiero decir que España es el único país confesional, y no exagero, de la Unión Europea, y por tanto aún no se ha completado la secularización, con todas las consecuencias, del Registro Civil, y de ahí que sea noticia una ceremonia, aún sin valor legal, de acogimiento en la sociedad de un ciudadano. Si acudimos a los libros de Historia del siglo XIX español nos encontramos con que en la última guerra carlista, la que va de 1872 a 1876, uno de los objetivos de los sublevados era la destrucción, no solo legal, si no en el fuego, de los registros civiles, creados durante el llamado sexenio revolucionario. La Iglesia católica nunca ha querido renunciar a tutelar también las tres secciones del Registro Civil, léase nacimientos, bodas y defunciones, por este orden; incluso, con las reformas de la transición, se retrocedió, -tras los acuerdos con el Vaticano- en lo relativo a la presencia de un funcionario del Registro en el lugar de la boda; en la actualidad no se produce, bastando la comunicación del clérigo oficiante. Es por ello razonable, al no existir una única ceremonia civil para todos, como ocurre en los países con Estado laico, que una ciudadana gitana, -caso reciente- reclame una pensión de viudedad invocando que se casó por el rito calé.

Acerca de estos asuntos de las ceremonias civiles, alejadas de las confesiones religiosas, tiene sobrada documentación la pujante asociación Europa Laica, cuyo presidente nacional es nuestro paisano Francisco Delgado, diputado que fue de las Cortes de 1977 por la circunscripción de Albacete.

Muy tímida parece, en su exposición de motivos por el ministro de Justicia, Francisco Caamaño, la reforma de la Ley de Libertad Religiosa, pues parece que se limitará a la recomendación de la retirada de símbolos religiosos de los centros oficiales, sin que se vaya a producir la extinción del impuesto o "diezmo" que pagamos a la presunta religión mayoritaria, calculado de forma moderada en unos 3.800 millones de euros, recibidos de distintas instituciones del Estado central o de los gobiernos autonómicos, diputaciones y ayuntamientos, sin contar otras cuantiosas aportaciones realizadas por las Cajas de Ahorros a través de diversos convenios o del pago de restauración de catedrales. El gobierno de Rodríguez Zapatero, muy valiente en apariencia en asuntos como la reforma de la Ley del Aborto o los derechos de los homosexuales, no parece que vaya a mover un ápice en la dirección de la separación Iglesia-Estado, pues entiende por libertad religiosa la subvención de las demás confesiones para así no tener voces críticas por su claro trato de favor con la Iglesia de Roma.

Puesto que no dediqué en su momento un artículo a la memoria de Mario Benedetti, vaya en su homenaje unas menciones al Estado laico de Uruguay, asunto del que presumía y se sentía orgulloso, por ser junto con Francia, uno de los primeros países en sacudirse la influencia religiosa. En apretado resumen citaré, por orden cronológico, los pasos dados por tan culto país hace más de cien años y que no han tenido vuelta a atrás. Se inició el proceso en 1861, tras un enfrentamiento Gobierno-Iglesia, originado por el enterramiento de un masón en Campo Santo, con protesta virulenta del Vicario Apostólico; el asunto se saldó con un Decreto de Secularización de Cementerios. Otro avance, – (En España aún estamos ahí)-, fue, en 1877, un Decreto-Ley de Educación que permitía en las escuelas públicas la posibilidad de que los niños de padres no creyentes o profesantes de otras religiones no asistieran a clases de religión. Finalmente, en 1909, ahora hace cien años, fue suprimida la enseñanza religiosa en las escuelas públicas. Mientras tanto se había legislado en materia de Registro Civil(1879) y la Ley de Matrimonio Civil obligatorio es de 1885. Otras normas, como la prohibición de imágenes religiosas en recintos públicos, la Ley de Divorcio, o la existencia de una sola formula de promesa del cargo para ediles, ministros y parlamentarios fueron aprobadas recién empezado el siglo XX .Finalmente, será en 1918, mediante reforma constitucional, cuando se produzca la definitiva separación Iglesia-Estado; poco después sería también modificada la denominación de las fiestas laborales, desapareciendo cualquier mención religiosa.

En fin, eso es un Estado laico, que, como puede colegirse, dista mucho de nuestro estado de la cuestión.

Isabelo Herreros (Socio de la Asociación Europa Laica)

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