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El Islam y algo más

SE habla de revuelta árabe. Revuelta islámica. Arde el Magreb, dicen los grandes titulares. Los acontecimientos tienen una deriva económica que puede desestabilizar muchas economías. Habrá que matizar que la situación conflictiva no se extiende solamente al Magreb (Magreb significa el oeste en árabe) y se extiende desde Marruecos hasta Egipto donde comienza el llamado Oriente Medio. Las protestas abarcan también a países que no son musulmanes ni hablan árabe, por ejemplo Irán e Irak. E incluso, como movimiento reflejo, hay inquietud popular en la propia China. Cada país con sus propias características.

En la revuelta egipcia han aparecido los llamados Hermanos musulmanes, organización islámica con 88 años de existencia. Las primeras manifestaciones nos dicen que su posición ha sido moderada y no islamista radical. Así se ha podido escuchar por radio en la emisión que realizan para sus oyentes en España, que los Hermanos musulmanes son perseguidos en Egipto. Perseguidos, fusilados, asesinados, son una especie de democracia cristiana, estilo occidental como en Italia, en Alemania o en Chile, países donde han ejercido el poder político, interpretación que nos parece un tanto optimista. Distinta opinión le merecían a una periodista iraní en el exilio, persona laica y de izquierdas. Alertaba del peligro de los Hermanos musulmanes y similares o afines, que han afirmado que "Egipto será islamista si el pueblo lo quiere", expresión peligrosa que podría derivar hasta el hecho de destruir las efigies de los faraones, como se destruyeron los budas en Afganistán, o que las mujeres egipcias perdieran las pocas libertades que han conseguido hasta ahora.

Las mismas ondas de radio nos han traído la advertencia: "Si de estas revueltas surge como solución el modelo de democracia estilo occidental, vamos derechos al fracaso y al desastre". Nos hacemos la pregunta: ¿es compatible el Islam con la democracia? No parece que esa democracia sea la aspiración de la juventud que se ha levantado en el Magreb. Se observa una actitud ideológica inspirada en el modelo turco de Kemal Ataturk. Estado laico. No ingerencia de la religión en la vida civil. Argelia puede ser otro ejemplo y también la aportación del nasserismo. El rey Faruk, aquél que profetizó en 1952, profecía lamentablemente no cumplida, de que a finales del sigo XX no quedarían en el mundo más que cinco reyes "los cuatro de la baraja y el rey de Inglaterra".

El nasserismo se inspiró en tres principios: laicismo-panabarismo-socialismo. Y esto que ahora se reivindica en la calle sería una ruptura con el pasado.

Los acontecimientos se han sucedido rápidamente, y el de mayor trascendencia es el de la situación en Libia, que es un país de gran extensión, gran parte es el desierto. Es tres veces y media España, es decir 1.750.000 kilómetros cuadrados. Está poco poblada, cinco millones de habitantes, a los que hay que añadir un millón quinientos mil egipcios, en su mayoría, y tunecinos.

La historia de Libia nos remonta a tiempos de los romanos y a su dominación por Italia. Libia es un conjunto de tribus de diferentes culturas y orígenes.

Entre sus regiones se encuentran las históricas de Tripolitania y Cirenaica, un recuerdo para la película Un taxi para Tobruk. En los tiempos actuales -con Gadafi- se intentó crear una Libia federal, pero las diferencias tribales lo impidieron y se adoptó la fórmula de un estado centralista. El descendiente de una de las tribus fue coronado rey con el nombre de Idris.

En 1969 fue derrocado por un golpe de estado comandado por Gadafi. El depuesto rey se mostró siempre partidario de Occidente y no era apreciado por los países del resto musulmán, o al menos por los del Magreb. Murió en el exilio.

Libia es productora de petróleo, con un millón cuatrocientos cincuenta mil barriles al día, que es el 2% de la producción mundial. Por su situación estratégica surte a muchos países europeos, entre ellos al Estado español. El régimen libio estuvo durante muchos años calificado como eje del mal o similar. Fue responsable de la colocación de una bomba en un avión que explotó en Escocia sobre la localidad de Lockerbie con la muerte de casi 300 personas. El autor del atentado fue liberado de la cárcel en Gran Bretaña y entregado a Libia, a Gadafi, y fue recibido como un héroe. La contrapartida fue un contrato de suministro de petróleo para la British Petroleum Corporation. Europa y Norteamérica miran hacia otra parte, cierran los ojos ante los atropellos de los tiranos para hacer su negocio. Europa no respeta los valores que le inspiraron durante siglos, la tolerancia, la libertad, la democracia, los Derechos Humanos. Gadafi pasó de ser el dictador indeseable al amigo de Occidente.

Hizo regalos como el del alazán blanco a un expresidente del Gobierno español y montó su jaima donde quiso. Occidente obtuvo a cambio petróleo a buen precio y la garantía de que Gadafi disparaba contra las pateras de los pobres que desde Libia buscaban las costas del paraíso europeo. Y les disparaba con armas que le vendió España. Una gran parte del petróleo libio viene a España, que es el país de Europa más dependiente de energías no renovables. Concretamente el 56% es petróleo y el 15% gas.

Es verdad que en esos países se ha producido un movimiento espontáneo, o al menos lo parece, que carece de los elementos básicos de una revolución acorde con el discurso marxista. Movimiento de masas si, pero no ha aparecido un líder. También falta en el Magreb una ideología definida. No hay doctrina, y por lo tanto no hay un partido político organizado para la toma del poder. Ésta es la revolución de unas clases medias escasas y empobrecidas. Téngase en cuenta que la democracia estilo occidental no saca per se de la pobreza. También en estas democracias occidentales existe la pobreza y la falta de libertades. Y se habla de la Transición. Otros la hicieron antes, según creemos recordar aunque no estamos muy seguros. ¿Qué ha habido ahora de diferente? Ha habido otra revolución. La de Internet, la de las redes sociales. Ya se había producido antes en Ucrania, o la del 13-M en España previa a las elecciones generales con el atentado a los trenes. Quieren transición. Aquí todos hicimos lo que pudimos. Ahora tenemos democracia. Y hay más fascistas que nunca. Hay más racistas que nunca. Hay más extrema derecha que nunca. Los falangistas le ponen juicios a los demócratas. Ahora nuestra crisis es una crisis mundial. ¡Ya somos mundiales! Aquí y allá, en Túnez y en El Cairo que todo cambie para que todo siga igual. Y así será mientras ellos sigan teniendo la sartén por el mango.

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