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El inmovilismo se impone en Arabia Saudí

La supuesta apertura impulsada por el rey se estanca frente al poder del fundamentalismo ? Solo la amenaza de Al Qaeda inquieta al régimen, que aplasta toda oposición

En Arabia Saudí pocos dudan de las intenciones reformistas del rey Abdulá, la cúspide de una monarquía absoluta que rige el país con una interpretación medieval de la ley islámica en una mano y la intimidación de los servicios secretos en la otra. Pero el relativo ímpetu mostrado al llegar al trono hace dos años se ha ido diluyendo. La alianza secular de la casa real de Saúd con los ulemas wahabís, el miedo a perder sus privilegios y el choque de intereses en el Gobierno han aplacado, según los críticos, los vientos de cambio.
El mes pasado la policía arrestó a 10 activistas por la democracia, en un nuevo intento de aplastar las voces reformistas. "En su empeño por desacreditar toda oposición, les acusan de financiar a Hamás y a la insurgencia suní en Irak, cuando es el Gobierno quien los está apoyando", explica el islamista prodemocrático Mosfer al Uadí, jefe del departamento de Recursos Humanos del Hospital Rey Fahd de la capital.

ACOSO Y DERRIBO El ministro del Interior, el príncipe Nayef, uno de los mejor situados para la sucesión al trono, encabeza la campaña de acoso y derribo de las voces disidentes en un país donde no existe ni libertad de expresión ni de asociación, ni siquiera una constitución. "Nayef defiende el inmovilismo de los anteriores monarcas frente a la voluntad de cambio del rey Abdulá", asegura la misma fuente, consciente de que sus palabras le pueden llevar a la cárcel.
Esa corriente está apoyada por "la mentalidad tradicional, el omnímodo poder religioso y los círculos cercanos a la monarquía que se benefician de la corrupción del sistema", según Abdulá al Motari, columnista del diario Al Watan, liberal para los estándares saudís, pero controlado, como todos, por el Gobierno.
Desde el 11-S –15 de los 19 terroristas eran saudís–, el reino se ha esforzado por lavar su imagen ante sus aliados occidentales y por cubrirse las espaldas ante un extremismo, el de Al Qaeda, que aspira a derrocar a los Saúd. Solo entre el 2003 y el 2004 sus atentados mataron a casi un centenar de personas, muchas extranjeras.
"Se dieron cuenta de que su propia existencia estaba amenazada y que muchas ideas cultivadas por el Estado eran peligrosas", afirma Motari. En paralelo a una fructífera contraofensiva antiterrorista, la monarquía anunció reformas. En educación, se revisaron los libros de texto "eliminando muchos de los prejuicios contra Occidente y el odio a otras religiones". Se potenció la participación en la toma de decisiones del Consejo Consultivo, un seudoparlamento elegido por el rey y cuyas decisiones no son vinculantes. Incluso se propuso la independencia de un sistema judicial en el que las sentencias dependen de la interpretación que cada juez hace de la ley islámica. Como penas se siguen aplicando amputaciones, decapitaciones y latigazos. Según Human Rights Watch, 126 menores esperan la ejecución, algunos por crímenes cometidos con solo 13 años.
"Los cambios no son más que una operación cosmética y superficial para calmar a Occidente", asegura Hatún al Fasi, historiadora de la Universidad Rey Saúd vetada de la docencia desde hace seis años por sus críticas al sistema en los canales árabes de televisión por satélite.

ELECCIONES TRAMPA
Paradójicamente, las elecciones municipales de hace dos años, las primeras de la historia, sirvieron a los intereses de quienes se oponen a una apertura democrática. Con los partidos políticos prohibidos y la sociedad civil decapitada, los fundamentalistas religiosos aliados con el régimen arrasaron. "Les sirvió para mandar un mensaje trampa a Occidente: si forzáis elecciones, ganarán los extremistas", concede el abogado Omar al Saab, activo en la defensa por los derechos humanos.
El peligro de estancamiento es evidente. La curia ultraconservadora wahabí, que controla las pautas sociales, la educación, algunos ministerios y la policía religiosa, comparte, según Motari, la ideología de Al Qaeda: "La diferencia es que los primeros están con el rey y los segundos quieren derrocarlo".
Mientras, Occidente sigue haciendo negocios con el reino. EEUU es su principal socio comercial, seguido por Alemania y Japón. El Reino Unido está inmerso en un escándalo por presuntos sobornos en la venta de armas, por valor de miles de millones, al régimen saudí. Un sistema que no solo reprime las libertades más básicas, sino que somete a las mujeres a un brutal apartheid e impone a su minoría chií una discriminación de tal envergadura que es una bomba de relojería en el actual dibujo de Oriente Próximo.

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