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El indigno silencio cómplice de la Iglesia católica española

No es de recibo que el episcopado español haya enmudecido de repente. Ellos, que tan oportunamente intervinieron, como siempre hacen aunque su reino no sea de este mundo, en la campaña electoral del 20N, arrimando el ascua del electorado católico a su sardina de conveniencia. Ellos, que no pierden ocasión de salir a los medios para citar al toro de la sexualidad, confundiendo a sus feligreses del pueblo llano por un quítame allá ese condón salvavidas. Ellos, que no se cortan doctorando sobre la creación del mundo o el bosón de Higgs, en cuanto olisquean algún argumento que socave su enloquecida versión de la creación del mundo. Ellos, que se pavonean sacando pecho para atribuirse la gestión social de Cáritas por mucho que el propio director de la caritativa institución se desgañite declarando que en euros la Iglesia apenas le cubre el dos por ciento del presupuesto…

Debe de ser que los sagrados mandamientos que afirman haber heredado de aquellas Tablas de la Ley han perdido vigencia, o que se aplican sólo a quienes les interesa. Pero estamos todavía por leer o escuchar algún alegato de la conferencia episcopal española alzando su voz para salir al paso del gobierno de Mariano Rajoy que está incumpliendo, una por una, todas sus promesas electorales, uno por uno todos sus compromisos con sus electores.

“No mentirás”, pone todavía en la Tabla, mientras el gobierno miente mil veces y la Iglesia calla. ¿Dónde está su defensa de los empobrecidos feligreses?¿Dónde la protesta ante los proyectos y leyes con que los gobernantes de este país están despojando a los humildes de su bienestar y sus derechos? ¿Dónde ese magisterio y esa solidaridad de la que presumen?

La Iglesia española está perdiendo a pasos de gigante la poca credibilidad que le restaba, aferrándose a los once mil millones del concordato mientras el pago de una deuda creada para financiar a los bancos ahoga a la ciudadanía, entre la que se encuentran los creyentes, a través de la acción inmoral de unos gobernantes que le permiten, además, eximirse del IBI; que arreglan con nuestro dinero sus iglesias y monumentos para que sigan cobrando a los visitantes; que continúan subvencionando los colegios elitistas en los que se educan los cachorros de la clase dirigente mientras recortan profesores y medios de la enseñanza pública…

Ninguna de las medidas anunciadas en el Parlamento ha tocado a la Iglesia. En correspondencia, ninguna solidaridad, ningún compromiso con sus fieles, ni una palabra crítica a cambio de que no hayan tocado sus muchimillonarios bienes, tesoros, posesiones, exenciones o prerrogativas. ¿Alguien puede seguir creyendo en ellos? ¿Alguien seguirá considerando benefactora la actividad de la Iglesia católica española?

En esta semana en que el gobierno de Rajoy pretende ceder la soberanía nacional a la Banca internacional, en un hecho sin precedentes que muchos consideramos delito de lesa patria o de traición, tendría gracia que algún tecnócrata europeo de los que gobernarán económicamente España recomendara  denunciar el concordato. Escucharíamos entonces, sin duda, el bramido de los ahora silentes. Fuera las caretas. El cómplice silencio ominoso de la conferencia episcopal resulta inmoral y su práctica de cada día una inmensa estafa a cualquier ética.

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