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El hijo converso de un policía local que lidera la ‘policía islámica’ en Mataró

Con barba y taqiyah (gorra de oración), el catalán converso Yusuf (Carlos) Soldado, leyendo el Corán delante de una familia en un parque de Mataró

Se llama Carlos Soldado, pero tras abrazar su nueva religión adoptó el nombre de Yusuf. Ex confidente de la Policía, ahora se dedica a “castigar” a los “malos musulmanes” y a imponer la ‘sharia’

Fiestas de Les Santes de Mataró (Barcelona), julio de 2015. Carlos Soldado, hijo de un reputado policía local, lanza por Facebook un mensaje a sus seguidores. Lo hace a través de la cuenta de la Asociación Cultural Iqra, de la cual es presidente: «Hermanos y hermanas, estas fiestas están patrocinadas por Shaytan (Satanás) y son haram (prohibido) para nosotros. ¿Cómo se van a permitir fiestas donde las mujeres van desnudas y se propaga la fornicación entre los jóvenes con la música que se oye por toda la ciudad y la gente va borracha y drogada? Los musulmanes que acudan están haciendo algo que no es propio de un buen musulmán».

Viernes noche de Ramadán en Mataró, mayo de 2019. Acaba de terminar el iftar, la ruptura del ayuno, y los musulmanes del barrio de Rocafonda salen de sus casas camino a la mezquita. Cuatro hombres vestidos con thobes (túnicas largas) y taqiyah (gorras de oración) llegan a un parque y se acercan a un grupo de jóvenes marroquíes que están comiendo pipas y fumando. Uno de los adultos, el que tiene la barba más larga, reprocha la actitud de malos musulmanes a los chicos por no ir a rezar a la mezquita. «Quieren ser como la policía de la moral de Marruecos. Dan vueltas siempre por el barrio controlando que los musulmanes cumplamos rigurosamente la sharia (ley islámica). Si no lo hacemos, nos señalan ante nuestra comunidad y van a casa de nuestros padres para decir que somos unos pecadores. Son muy radicales», comenta Ahmed, uno de los chicos del parque.

El líder del grupo, el de la barba larga, es Yusuf. Aunque su verdadero nombre es Carlos Soldado. Es catalán, de familia cristiana. Su padre era policía local. También su abuelo. Pero Carlos se convirtió al islam. Ahora preside la Asociación Cultural Iqra junto con otro converso nacido en Barcelona, Esteve Pallarolas (llamado Muhammad Yasin desde 2005). Llevan seis años en Mataró impartiendo clases de árabe en su local en el carrer Colòmbia. También distribuyen coranes por la calle y organizan actividades solidarias de reparto de comida y ropa los fines de semana.

«Se dedican a hacer mucho lo que se llama la dawa (llamada), una especie de evangelización. Van por la calle predicando el islam para los buenos musulmanes y se acercan sobre todo a los más jóvenes», relata un sociólogo de Mataró que ha trabajado con esta asociación. «Hacen proselitismo, su misión es convencer a las personas para que adopten el islam como religión. Y, por otro lado, intimidan a los musulmanes que no cumplen con la ley que ellos quieren imponer», dice un político local. «Sobre todo son muy radicales con las mujeres. No comparten los derechos y libertades que ellas tienen en España y les enfada que vayan sin hiyab o que puedan salir de fiesta y consumir alcohol», añade Ali, un chico marroquí de Mataró.

El líder de Iqra, el catalán Yusuf, es miembro del movimiento Tabligh al Dawa: una corriente del islam más ortodoxo, centrada en el proselitismo, aunque promulga el espíritu de la «no violencia» para reformar una sociedad islámica «contaminada» y «traer al buen camino» a los musulmanes descarriados. Y Mataró no es el único sitio donde Yusuf ha estado predicando. Sus vecinos cuentan que antes de montar la asociación pasó un tiempo en Egipto y con comunidades musulmanas en Perú.

«Es bastante extremista y riguroso, con un discurso muy intenso. Dicen que su padre, policía local ya retirado, no quiere saber nada de él. Al resto de comunidades y asociaciones musulmanas no nos hace mucha gracia su forma de acercar a los jóvenes a un islam retrógrado que no es el que debemos enseñar», critica Khadija, presidenta de otra asociación en el municipio catalán.

Hace cuatro años, varios analistas del CNI y de los servicios de Información de la Policía Nacional redactaron informes sobre lo que llamaron la «policía islámica en Cataluña», en referencia a pequeños grupos como el de Yusuf que intentan imponer sus normas entre las comunidades musulmanas. «Se autodenominan vigilantes de la moral y sólo actúan con gente de su entorno directo, con musulmanes de su barrio», explica a Crónica un agente del CNI que lleva años siguiendo a estos grupos. «Hace 10 años tuvimos el primer caso en Valls (Tarragona) cuando fueron detenidos nueve hombres que habían secuestrado a una mujer y montado una especie de tribunal islámico para juzgarla porque no vestía correctamente según su criterio. Y en otro municipio de Tarragona, en Vendrell, también tuvimos hace años un caso similar».

En los informes policiales –a los que tuvo acceso este periódico– se menciona a «grupos que se dedican a señalar a otros miembros de su comunidad y a amonestarlos cuando no cumplen con la ley islámica, la sharia, los preceptos islámicos o cuando, sencillamente, no se comportan según la ideología que profesan». También «recurren a la intimidación y a la violencia cuando así lo consideran para imponer su orden y hacer respetar las directrices que dan sobre la vestimenta, el aspecto, la barba que deben mostrar los hombres, la educación que deben recibir los hijos… Son frecuentes las amenazas y los actos de aislamiento hacia aquéllos que no les obedecen, llegando en ocasiones a protagonizar agresiones físicas».

Los agentes sitúan el origen de esta policía islámica en Lérida [«allí se llegó a detectar la celebración de un juicio islámico contra una mujer marroquí que había mantenido relaciones sexuales con un individuo occidental. El castigo que se suele imponer a las mujeres es la prohibición de salir de casa sin compañía del marido»]. Estas actuaciones de determinados grupos se han extendido a otros rincones de Cataluña, como a Mataró. En el informe aparecen Yusuf Soldado y su asociación Iqra. Pero el converso catalán ya salía en un archivo policial. Aunque, esta vez, su nombre no aparecía como investigado, sino como confidente.

‘OPERACIÓN CARONTE’

En abril de 2015, durante la bautizada como operación Caronte, los Mossos d’Esquadra desarticularon una célula yihadista en Terrassa (Barcelona) cuyo objetivo era enviar combatientes a Siria. Detuvieron a 10 integrantes de la organización y, tres años después, la Audiencia Nacional los condenó a penas de entre ocho y 12 años de prisión.

Durante la preparación de la operación Caronte, los Mossos advirtieron al juez Santiago Pedraz de que dos mandos de la Policía Nacional de Barcelona habían contactado con un converso de Mataró para que avisara a los miembros de la célula yihadista de que estaban siendo investigados. Se trataba de Carlos (Yusuf) Soldado. «Miembro muy activo de la comunidad salafista de Mataró», rezaba el sumario de la operación. «Era un colaborador nuestro. Los Mossos quisieron desmontarnos la red de confidentes que teníamos y que estaban en contacto con estos grupos yihadistas», afirman fuentes policiales. «Yusuf estuvo metido en medio de una guerra interna entre mossos y policías nacionales, en la que se entorpecían las investigaciones unos a otros. Era absurdo».

Yusuf contó en una entrevista anónima a El Periódico que los agentes hablaron varias veces con él para que intentara «persuadir a la célula de Terrassa de sus ideas radicales antes de que los detuvieran y también conseguir ciertas informaciones de sus miembros».

Ahora este converso está señalado por la Policía y por parte de su comunidad como el adalid de la moral, recordando a sus vecinos musulmanes que, según el Corán, muchas de las actividades lúdicas que practican a diario están estrictamente prohibidas. Por ello intenta ejercer de policía en territorio impuro.

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