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El feminismo no se trasmite por ósmosis

No está mal que los hombres nos acompañen en nuestra lucha, que nos apoyen en nuestras reivindicaciones, pero los hombres tienen un camino propio que recorrer en el feminismo que las mujeres no podemos hacer.

El feminismo es una puerta que se abre a un espacio del que no se regresa. No es una teoría política más que ayuda a interpretar el mundo. Cuando cruzas la puerta, el feminismo pasa a habitar tu cuerpo. Se funde para siempre en tus ojos, en las manos, en los pulmones porque explica tu vida, habla de ti. Es como una revelación. Cambias. No es posible dejar de ser feminista.

Con el feminismo impugnamos las creencias sexistas con las que hemos crecido y los estereotipos que pretenden disciplinarnos. Ser feminista es vivir haciendo una revisión de género de todo lo que nos rodea, también de nosotras mismas. Ser feminista es una posición incómoda, pesada, que te convierte en una especie de pepito grillo en todos los espacios pero que también te hace más libre, más fuerte, más autónoma. Las feministas hacemos estos aprendizajes a través de lecturas, reflexiones y encuentros en los que hablamos y nos escuchamos. Contar lo que nos pasa siempre ha sido nuestra mejor estrategia para darle forma a los problemas que no tenían nombre. Al compartirlo con otras mujeres aprendimos que lo personal es político porque nada sucede sólo a una mujer.

Me pregunto si los hombres que se dicen feministas están realizando procesos similares. Si llaman a sus amigos para decirles que no han sabido reaccionar cuando su jefe les ha ofrecido irse de putas, si comparten que les da vergüenza que su novia gane más dinero o esté en una posición con mayor prestigio, si hablan de la presión por tener que «rendir» en la relaciones sexuales, si están pensando en estrategias para que las mujeres no sientan miedo al volver a casa por la noche, si están reflexionando sobre qué pueden hacer ellos para combatir la violencia contra las mujeres. Si se señalan el machismo los unos a los otros. Me pregunto si están leyendo sobre estas cuestiones como lo hacemos nosotras, escribiendo, leyendo, escuchando y aprendiendo los unos de los otros. Me pregunto si realmente han identificado sus privilegios como hombres y están pensando como desmontarlos. Me pregunto si en esta cuarta ola feminista en la que participan tantas mujeres y tan jóvenes, y en la que han surgido tantas iniciativas, están participando activamente los hombres, montando grupos de reflexión, impulsando proyectos. Me lo pregunto porque, salvo queridas y maravillosas excepciones, no creo ni que el feminismo esté arraigando en una mayoría de hombres, ni que los hombres estén haciendo autocrítica de manera colectiva y feminista.

El feminismo no se trasmite por ósmosis. Tener a una feminista como pareja, como amiga o en el trabajo no te hace feminista. Conozco del tremendo esfuerzo pedagógico que hacen las feministas en sus entornos pero no es suficiente. Ser feminista no es decir que eres feminista. Es hacer. El feminismo es discurso pero sobre todo práctica. No está mal que los hombres nos acompañen en nuestra lucha, que nos apoyen en nuestras reivindicaciones, pero los hombres tienen un camino propio que recorrer en el feminismo que las mujeres no podemos hacer. Necesitamos que caminen solos, que hagan su parte del trabajo y teniendo en cuenta la envergadura de la tarea apenas han comenzado. Entiendo que no resulta atractivo pensar, revisar y renunciar a los privilegios pero, queridos amigos, acudir a la mani del 8 de marzo y poner tuits de vez en cuando no es suficiente para desmontar un sistema que empobrece, agrede y mata a las mujeres.

La violencia de machista es un problema masculino que afecta a las mujeres. Son miles los hombres que a diario intimidan, presionan sexualmente, insultan, controlan el móvil y el dinero de las mujeres. Son muchos los hombres que violan y golpean. Podemos seguir construyendo socialmente a los maltratadores como monstruos o manadas para pensar que son ajenos a nuestra cultura en lugar de aceptar que el machismo y los machistas son resultado de ella. De los hombres depende frenar al machismo y frenar una violencia que en España asesina cada seis días y viola cada cinco horas. Las mujeres de este país hemos hecho y cambiado mucho y estamos esperando a que una mayoría de hombres también lo haga. Nada cambiará si no cambia todo, si no cambiáis todos. Del feminismo no se regresa y estamos esperando a que una mayoría de hombres en este país crucen esa puerta. A las mujeres nos va –literalmente– la vida en ello.

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