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El estado laico puede esperar

Con la visita del Papa ha quedado evidente que el estado español aún no ha roto con su pasado de «dominación» de la Iglesia Católica sobre el Estado.

Con la visita del Papa ha quedado evidente que el estado español aún no ha roto con su pasado de “dominación” de la Iglesia Católica sobre el Estado. El Gobierno central del PSOE, el PP en Galicia así como el Tripartito de Cataluña, no escatimaron dinero para recibir al mayor dignatario de tan “respetuosa” Institución, la Iglesia Católica. Al tiempo que reducen partidas para educación, sanidad, servicios sociales, etc., que justifican porque estamos en crisis.

La “tan” esperada visita no ha estado falta de protestas por parte de la ciudadanía que ha demostrado que es menos “beata” que lo que sus gobernantes quieren hacernos ver. En Galicia como en Cataluña la plataforma “Yo no te espero” compuesta por organizaciones feministas, de   homosexuales y   lesbianas, distintas organizaciones sociales, partidos políticos y sindicatos hicieron un frente común y denunciaron no solo el dinero que suponía para las arcas de las administraciones sino también la ideología que se avala desde estas.

En Galicia la Plataforma repartió banderas con el lema “Eu nom te espero” y las ventanas de Santiago estaban llenas de ellas, sobre todo por el casco antiguo. Los   días previos se hizo entrega por parte de la Plataforma en los Juzgados de Santiago y A Coruña, de   una denuncia contra la Iglesia Católica y, en particular, contra el Papa, “como su representante” por la “ocultación de distintos casos de pederastia”. En Santiago la manifestación convocada para el día 4 por la Plataforma con el lema “Nos non te esperamos. Galiza laica” que partía de la Alameda con intención de terminar en el Toural, fue fuertemente reprimida por la Policía Nacional, y se saldó con varios heridos. En el comunicado leído al final se denunció la hipocresía del Ayuntamiento, la Administración autonómica y del Gobierno central por aplicar reformas laborales que “generalizan el desempleo” y a la vez destinan tres millones de euros del erario público a financiar esta visita.

Asímismo, expresaron su rechazo a la ocupación policial que hubo en Santiago, hasta el punto de ir casa por casa a pedir que retirasen de las ventanas las banderas. El 6, día de la visita del Papa, la Plataforma convoco una concentración en la Plaza de Galicia como colofón de su denuncia. La concentración se desarrolló bajo un marcado cerco policial, fue de nuevo disuelta por la policía y   se prohibió la entrada al casco antiguo.

La Xunta del PP vendió a los comerciantes y empresarios de Santiago que sería una buena oportunidad para hacer “negocio” pues la previsión era la visita de 200.000 personas. Las 6.000 sillas colocadas en la Plaza del Obradoiro tardaron en llenarse, y los siete emplazamientos en los que se instalaron pantallas gigantes a lo largo de la ciudad, para quienes desbordasen el circuito papal, estaban casi vacios. Al final el pueblo gallego ha demostrado que la Iglesia no le soluciona sus problemas, como son el trabajo, el paro y los bajos salarios. Santiago estaba desierta, a no ser por los 6.000 efectivos de policías que había en la calle, periodistas, curas, algunos feligreses y claro está, algún peregrino.

En Barcelona la Plataforma “Yo no te espero” también convocó una manifestación para el 4 de noviembre en la Plaza Sant Jaume contra la visita del Papa, bajo el lema “En defensa del Laicismo”. Criticaron que para los gastos de seguridad “de un acto privado” como la consagración de la Sagrada Familia, “se utilicen fondos públicos y resaltaron la pluralidad en Cataluña de opciones morales y de consciencia religiosa y denunciar que ninguna organización puede monopolizar el espacio público.

El gobierno tripartito de Cataluña tenía un gasto entre 500.000 y 600.000 euros, sin contar con los gastos de seguridad y del centro de prensa.

Tampoco en Barcelona la visita tuvo la repercusión que la administración esperaba. Los datos no mienten, el metro registro algo más que un domingo normal.

Como hace siglos, con la situación de la mujer, la iglesia en su tono

Como pudimos comprobar por mucho que no quisiéramos ver las televisiones o leer los periódicos, el máximo representante de una Iglesia, la Católica, Benedicto XVI dejo bien “alto” el listón de su institución con palabras como: “La mujer debe realizarse en el hogar……España vive una laicidad, un anticlericalismo y un secularismo como el de los años 30.”. La iglesia   rechaza la libertad sexual, los matrimonios gays,   afirma que la natalidad dignifica, y que   la familia patriarcal es el   fin de toda mujer. Además es  una institución que mantiene dentro de sus filas a pedófilos, y que apoyo y todavía no ha condenado los crímenes del franquismo.

Palabras- las del papa- que por otro lado no nos pueden sorprender, porque la jerarquía eclesiástica, respondiendo a los intereses de las clases poseedoras, convierte la religión en una base ideológica para el sostenimiento del estado, legitima la existencia de una clase poseedora entre la que se encuentra ella misma y condena a la mujer a una posición inferior a la del hombre, ayudando a desarrollar el sistema capitalista y la sociedad patriarcal. La posición de inferioridad de la mujer en el sistema de clases, evidentemente no es solo el resultado del avance de la religión sino de la conformación del estado y la propiedad privada.

La Iglesia católica sigue reivindicando la inferioridad de la mujer respecto al hombre y defiende con uñas y dientes la familia patriarcal. Prohíbe el uso de medios anticonceptivos y se opone con todo su aparato al divorcio y a la ley del aborto, cuestiones irrenunciables para feministas que defendemos que el amor tiene que ser libre.

Como es evidente el estado laico puede esperar

La visita del Papa la hemos pagado entre todas y todos, los insultos a los laicos, las ideas retrogradas sobre la familia y la mujer, etc..  Los meses previos,, “España” recordaba a épocas pasadas, como si el tiempo no hubiera transcurrido, porque si algo quedó “atado y bien atado” en la Transición, es la subordinación del estado y la sociedad al poder de una confesión religiosa, que es una de las señas de identidad del régimen borbónico.

La religión es un asunto meramente individual, y ahí tiene que quedarse. El Estado tiene que garantizar la neutralidad ideológica y religiosa en el funcionamiento de las instituciones, centros y servicios públicos, incluidos los concertados que dependen del estado, de las Comunidades Autónomas o de los Entes Locales.

El Estado no quiere deshacerse de su cordón umbilical y lo demuestra la existencia de crucifijos en los colegios públicos, las clase de religión, las subvenciones que reciben los colegios privados donde se fomenta el fundamentalismo católico, la exención de pagar y impuestos por su patrimonio y una larga historia de prebendas a favor de la Iglesia Católica.

La religión ha desempeñado y sigue desempeñando, una función conservadora de enorme incidencia en la vida humana, y no sólo en el campo estrictamente ideológico, sino también en el quehacer cotidiano, en la esfera de las relaciones recíprocas, en la política y en la economía.

En las postrimerías del siglo XX, después de años de lucha por la emancipación de la mujer, una oleada de fundamentalismo religioso se abatió sobre el mundo a la vez que los impulsos laico, modernizador y socialista se iban a pique. La victoria de los clérigos en Irán, la vuelta de los talibanes en Afganistán, la persistencia del régimen wahhabí en Arabia Saudí, el encumbramiento de los grupos fundamentalistas radicales de Egipto y Argelia y la defensa posmoderna del relativismo parecían haber sepultado una vez más las esperanzas de las mujeres.

Las feministas nos hemos de oponer firmemente a ese bloque que hace la iglesia con esa oligarquía reaccionaria en contra de la liberación de la mujer. Igualmente debemos oponernos al adoctrinamiento que quieren imponer en todos los ámbitos fuera de los lugares de culto y que deriva directamente en la opresión moral de toda la clase trabajadora y a la financiación de cualquier culto religioso.

Las feministas creemos que para luchar contra este sistema hay que acabar también con la ideología y las instituciones que lo sostienen, por esto nuestra posición será siempre el combate a la religión tanto a su doctrina como a sus instituciones. Sin embargo la religión no se desmonta simplemente mostrando la falsedad de las prédicas que difunden. La religión es un mecanismo opresor que se apoya en un conjunto de instituciones que forman una jerarquía eclesiástica y que cumplen su papel como apoyo del estado y del sistema patriarcal.

La emancipación de las mujeres será una utopía si no va acompañada de la lucha contra toda religión, que sostiene y perpetúa la esclavización de las mujeres.

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