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El Estado laico, el gobierno de Michoacán y la visita papal

Obnubila, atolondra, cansa, harta tanto descaro y falta de principios de un gobierno estatal que se suponía (nada nos puede ya sorprender) debía ser respetuoso de la ley y los principios que dejan clara la separación Iglesia-Estado en relación con la visita del representante de El Vaticano en Michoacán.

Con dinero público el gobierno ha saturado los medios de comunicación convirtiéndose en el principal promotor de la visita de este representante de la Iglesia católica, violentando los principios de laicidad que el Estado mexicano se ha construido en medio de una turbulenta historia nacional que ha generado numerosos conflictos, y muchos de ellos muy dolorosos, costosos y políticamente graves.

La tarea de promover la visita del Papa Francisco no corresponde al gobierno de Silvano Aureoles, el cual por ley está impedido, como lo está para utilizar los recursos del erario público en ello, como reza la Constitución Política de México, sino a las mismas autoridades eclesiásticas previa autorización de la Secretaría de Gobernación, tal y como lo estipula la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto en su capítulo II, artículo 30.

En lugar de convertirse en garante del Estado laico y de la neutralidad que deben mantener las instituciones públicas frente a las religiosas, se ha convertido en el impulsor de la visita de un ministro de culto religioso que no lo es de todas las iglesias, ni mucho menos de todas las creencias, faltándole así a o que reza el artículo 24 de la Constitución que es garante de la libertad de culto y al 130 que establece la separación Iglesia-Estado.

Los mexicanos, a lo largo de su historia jurídica, han intentado establecer con toda propiedad y de manera clara y precisa las esferas de la política y la religión, tratando de que no sólo garanticen los derechos fundamentales de los individuos en materia de culto, sino además, para proteger a cada una de ellas; es decir, la separación de ambas tiene un propósito instrumental que se proyecta en el ámbito público y el ámbito privado de los ciudadanos.

El Estado laico representa, en términos históricos, un triunfo de la racionalidad y de la libertad frente al dogma. El laicismo, interpretado en clave pluralista, no prohíbe ni impide que cada persona profese la religión que mejor le parezca, pero sí impide que alguna creencia religiosa pueda transformarse en una política pública o en una política de Estado, como ocurre en este momento, donde el triunfo del laicismo se ha pervertido y convertido en una política pública con intereses mezquinos, propio de un gobierno necesitado de apoyo popular, faltando a lo que reza el artículo 32 de la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto.

La vertiente principal de la visita deambula en el espacio de las ganancias. ¿Cuánto podrá beneficiar políticamente al gobierno la visita del Papa? De allí el que ni siquiera cuide las formas, pues este gobierno ha considerado que lo mucho o poco va a depender de cuánto de involucre en ella, importando muy poco el cómo lo haga.

¿De cuánto podrá llegar a la derrama económica que traerá la visita papal a Morelia? Serán muchos miles los que se harán presentes ante la potente convocatoria de la fe católica representada en ese personaje, y que ellos traerán consigo sus necesidades básicas de alimentación, hospedaje y transporte que deberán ser cubiertas por los prestadores de servicios, quienes se verán altamente beneficiados y para los cuales un día de visita es demasiado poco en consideración con la necesidad de la fe monetaria. No se debe pasar por alto que los trabajadores asalariados no verán reflejadas esas ganancias en sus bolsillos, pues ellos viven de su salario y no del vaivén de las ganancias diarias. Lo que sí será un hecho es que habrán de trabajar mucho más esos días y, seguramente, por el mismo pago.

Es penoso mirar a un gobierno entregado a la visita pastoral de un representante de una iglesia, sólo por el interés político que ello le genera y en función a sus reales conveniencias, dejando de lado las obligaciones que tiene para con la ley y el pueblo de Michoacán. Si Juárez y Ocampo vivieran de otra manera el estado estuviera.

Ya de paso y aprovechando el espacio, y siendo yo, un hombre sin religión alguna, quiero comentar lo bueno que sería para la Iglesia católica reivindicar a los curas José María Morelos y Pavón y a Miguel Hidalgo y Costilla, héroes patrios que ofrendaron su vida por la causa de México y que fueron excomulgados y condenados por la Iglesia que encabeza en el mundo quien ahora nos visitará.

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