La hipocresía social nos ha llevado en fechas recientes a oír su clamor en torno a la retirada de los crucifijos en las aulas, obviamente la sociedad española es formalmente católica y practicante superada la cronología temporal de vivencia de los sesenta años, quizás porque comienza a hacer un plan de ahorro para la eternidad.
Por eso, cuando el texto constitucional español en 1978, optó y formuló un sistema laicista y no catolicista del Estado, posicionamiento acogido perfectamente por la sociedad, no olvidemos que la mayoría de la iglesia católica había optado y apoyado el Gobierno de Franco e incluso gran parte de la sociedad había sido adoctrinada por la propia iglesia, cantando y excitando las logros y las venturas del régimen, lo que la hacía incompatible con un Estado Social de Derecho, de configuración democrática, que lleva y conduce a la esfera de lo íntimo, el parecer y sentir de las creencias, sin rebajarlo de su condición de derecho fundamental.
Y como tal derecho lo recoge el artículo 10 de la Carta Europea de los Derechos Fundamentales, mientras dedica el aparato 1 del citado artículo a exponer los conceptos de libertad de pensamiento, de conciencia y de religión con el siguiente texto:
"1. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión. Este derecho implica la libertad de cambiar de religión o de convicciones, así como la libertad de manifestar su religión o sus convicciones individual o colectivamente, en público o en privado a través del culto, la enseñanza, las prácticas y la observancia de los ritos".
Este texto es muy claro y muy preciso. Y viene a decir que ninguna religión tendrá carácter estatal, como dice nuestra propia Constitución, lo que supondrá indudablemente que el desarrollo junto a la ampliación de la Unión Europea, obligará adecuar las cosas a su debito sitio y que las distintas religiones ocuparán definitivamente sus propios espacios sin conflictos ni peleas ni autoritarismos, borrando los restos de un pasado tan intenso y tan brutal como el que llenó de sangre el continente europeo durante muchos siglos, y actualmente en aras a criterios de religiosidad retiene a ciudadanos españoles.
Presidente del Centro Independiente de Canarias (CiCan)