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El espiritismo en la educación

En el centro escolar de Oratorio se apareció el demonio… el demonio de la ignorancia bestial, que no está emparentado, por cierto, con las tradiciones culturales que dan cuenta de la historia y la identidad. Cuerpos en trance, miradas extraviadas, bocas babeantes, puteadas litúrgicas, manos de pandereta, gritos orgásmicos, frentes supurando, sudores escatológicos… la ignorancia dándose un festín medieval con el cuerpo; el telenoticiario haciendo de las suyas con la razón y pervirtiendo la información, todo ello con la venia (lo deduzco de las afligidas declaraciones dadas por unos maestros) de quienes fueron mandados ahí, expresamente, para luchar a muerte contra la ignorancia. Para controlar al cuerpo y domar a la mente, en las culturas han sido una constante las ideas de las entidades irreales que se vuelven reales -sin llegar a serlo, en verdad- por el efecto que provocan en el comportamiento humano.

Entre esos irreales están los queridos fantasmas que nos ayudan a soportar la muerte de los seres queridos; y los demonios que regresan al mundo de los vivos a causar pestes y lanzar maldiciones, según pregonan los charlatanes de la dictadura del diezmo prolífico que se justifica en las amenazas proféticas y se garantiza bajo la forma de dinastías.

Incluso una rebuscada etnografía del cuerpo nos indicaría que éste –como metáfora del sufrimiento o pleonasmo de la inseguridad, en tanto se construyen en él una serie de figuras innecesarias, o irreales, para que tenga un sentido completo su vida- es un laberinto sin centro, pero, ello no implica que debamos sucumbir a la ignorancia, olvidando los aportes dados por la: filosofía, historia, antropología y literatura (con Octavio Paz) pues, con ellas logramos develar el fraude de los vivos que hacen uso de los muertos. Partiendo de ese referente, se llega a la conclusión de que las posesiones vocingleras y los demonios de carne y hueso son formas de, por acá, implorar el afecto y atención de los padres o maestros; y, por allá, de darle legitimidad y dinero a las iglesias reaccionarias.

En tal sentido, la posesión demoníaca es la metáfora que se escribe en el cuerpo para no darse por enterado de la realidad, o para negarla. En su construcción participan factores físicos, sociales y culturales; su mensaje es, así, un símbolo, una subjetividad materializada que nos indica que algo anda mal en la carne y el espíritu; al mismo tiempo denuncia que algo anda mal en el contexto social y en la cotidianidad familiar.

Parece mentira que, en el inicio de un nuevo siglo y un nuevo milenio, el espiritismo más oscurantista se apodere otra vez de las aulas, poniendo a la sociedad en una particular encrucijada.

Por un lado, una sociedad construida sobre la racionalidad moderna que llega, incluso, a definirla como “sociedad del conocimiento”; por otro, un conjunto de manifestaciones mágico-religiosas que se erigen sobre la ignorancia y el fanatismo envalentonados, pues, la derecha religiosa se ha tomado las aulas. Como es notorio, estamos frente a una crisis de sociedad en ambos campos, tanto de la vida material como espiritual que, en nuestro caso, abarca las relaciones económicas, la desigualdad, la pobreza, los conflictos políticos y generacionales, la seguridad ciudadana y la mutilación de la cultura.  

Amañando esas crisis de sociedad, se constata una labor de vulgaridad radical por parte del segmento “Noticias 4 visión” que deja como un juego de niños lo que conocemos como amarillismo, junto con un notable incremento de lo mal-espíritu en sus múltiples modalidades y expresiones. Han emergido nuevos métodos de reclutamiento religioso que han llegado, irónicamente, hasta los recintos universitarios, violando el derecho a una educación laica y autónoma, poniendo en peligro la formación científica y la conciencia social y proponiendo tesis de vuelta a los orígenes instintivos, es decir a las concepciones primigenias.

Este fenómeno, comprobable en varias áreas culturales, halla en El Salvador un lugar propicio cuyo carácter excepcional está dado por la carencia extrema y el bajo nivel de escolaridad real -tal como en los primeros años de la Colonia- poniendo de nuevo en riesgo la propia identidad, ya que no se trata en muchos casos de reacciones populares, de corte cultural, en busca de soluciones a viejos y no resueltos problemas.

En contextos de crisis de sociedad, se constata un reavivamiento espiritista no sólo a nivel cuantitativo (aumento en la asistencia a iglesias lucrativas, uso de códigos mágico-religiosos, proliferación del satanismo y diezmos tan salvajes como voluntarios entre la gente) sino también de otra naturaleza, como la ampliación del espacio social de las instituciones eclesiales (eso lo vimos en las pasadas elecciones), la mayor intervención en la vida social controlando los cuerpos-sentimientos, y la intensificación artificial de la vida religiosa del creyente, sin llegar a desplazar al fútbol, claro está.

Pero, en lo que a las ciencias sociales se refiere, un abordaje desprejuiciado y realista constituye no sólo la clave científica para la descripción de la problemática, sino también para descubrir las implicaciones de tales fenómenos, y descifrar su capacidad de intervención en las relaciones sociales de cara a combatir el oscurantismo moderno.

No hay dudas de que en las diversas fuentes sociológicas dedicadas al estudio de la religión, se ha presentado lo que se llama “mito iluminista de la secularización”, que más que en una postura ficticiamente antirreligiosa, tiene sus causas en la idea heredada del positivismo y el racionalismo cientificista que, hipócritamente, concibe el camino hacia la soberanía de la razón, el progreso ideológico y la libertad del hombre, en la expansión de la ciencia y la educación (y otros de sus relatos seculares) así como en su necesario enfrentamiento a la religión y la consiguiente desaparición de esta última. Pero, ese perfil ficticiamente antirreligioso es el que ha generado pocos avances al respecto, y ha convertido tales fuentes en una forma de religión teórica.

La comprensión de la secularización desde las ciencias sociales –tema de debate universitario que retomará el M-PROUES- es un concepto multilateral, o sea un proceso que actúa por múltiples flancos: a nivel macrosocial (laicización), a nivel institucional (cambio religioso) y a nivel individual (compromiso religioso).

No obstante las oscuras tendencias tenidas, una cosa es la religión (sobre todo la versión que tuvimos con Monseñor Romero y que habla -afirma mi amiga Sor Blanca Alicia- de “la espiritualidad de la liberación que lucha por abrir camino en las mentes y corazones”-) y otra el espiritismo, en tanto aquella es un universal cultural que, en la mayor parte de su historia -hay que decirlo-, se vio como una conexión divina desconectada de los procesos sociales mundanos, y eso convirtió a los pueblos en sufrientes de la historia, en vez de ser sus constructores a destajo, debido a que dejaban en manos de la iglesia la unánime explicación del universo, y eso llevó a absurdos espiritistas, como cuando en 1456 el Papa Calixto III –sudando una fiebre atroz- excomulgó al cometa Halley por considerarlo un emisario del mal.

Sin hacer valoraciones, la religión es distinta del espiritismo por razones culturales (aunque ambas traten del control y el miedo profético) ya que la primera puede tratar, como excepción loable, de la liberación del pueblo, cuando pare soñadores que construyen mundos de mariposas y ruiseñores. Históricamente, ha existido una religiosidad muy difundida y con una respetable presencia en lo cotidiano, aunque los sucesos sociopolíticos más significativos en la vida de las naciones han tenido un carácter eminentemente laico.

El espiritismo es, pues, la prehistoria del saber, la privatización del sentir (en su versión reaccionaria), la fetichización del fetiche, y busca trastocar el carácter laico del pensamiento científico que se debe alentar en la escuela. Las causas de la reanimación del espiritismo están en el variado crisol cultural-religioso en el que se fundió lo nacional, y que lleva al individuo a conformar su visión del mundo integrando los elementos de ese crisol (principalmente sus temores e inacciones) en un cosmos personal.

Pero, siempre hay formas de vencer la ignorancia en la educación, sin perder la piel en el intento o recurrir al fetiche del reloj marcador al que, espiritistamente, se le otorga el poder de cultivar la ciencia y la mística laboral. Las campañas de alfabetización-capacitación; la subida de la escolaridad real; la promoción de la ciencia; la apertura de museos y el cierre de cuarteles, influyen en la extinción de las prácticas colectivas espiritistas asociadas con lo cotidiano-instintivo. ¿Qué pasa en Oratorio como botón de lo que pasa en la educación y en el país? Perifraseando a Weber, sin caer en la malicia weberiana, yo diría que estamos frente a un encantador “desencantamiento del mundo” que se junta con la impaciencia militante (promovida desde la derecha) tal como se puede evidenciar en las últimas protestas sociales.

En verdad, se están gestando procesos anómicos ejemplares como mecanismos de defensa para evadir la venida –como si se tratara del anticristo- de una nueva sociedad. Esa anomia no se podrá romper si la esperanza sigue siendo la ausencia principal en la casa pobre, lo cual se traduce en una retórica del espanto, en una hipérbole del miedo, que son recursos de supervivencia humanamente válidos -cuando hay más cuentas en el Rosario que días felices en el calendario- porque el miedo es lo único que hace fluir la sangre. Hay que generar, pues, esperanzas, deseos de superación intelectual, aspiraciones, buenos sentimientos que lloren por un pájaro muerto, y eso pasa por una política educativa que lo viabilice con maestros que combatan la ignorancia, no que la promuevan; con maestros a los que no se les mida con un cronómetro o con papeles, sino que por su compromiso con los estudiantes y con buenos salarios; una política educativa que se convierta en productora de sentido de vida desde la cotidianidad.

A diario se comprueba que el mundo es mirado por cada quien de manera distinta. Cada mirada recrea lo mirado. De tal forma es que el mundo –vulgarmente, la percepción que de él tenemos- es producto de ese mirar, porque ese verbo es arqueología. Ese mirar nos lleva a considerar que la propia es la verdad (trinchera inexpugnable), y entonces la realidad se convierte en una construcción social elaborada en los imaginarios particulares.

Los grupos interpretan una percepción que convierten en “su” realidad, por medio de la cual le dan significado a sus actos, y con esto se interroga la existencia de la realidad real, porque se cree que tiene vida la interpretación hecha.

En Oratorio, la ignorancia –oculta en el espiritismo- tomó la palabra, con el objeto de reordenar lo que se ha desajustado, para lo cual es menester evocar un orden original y, por tanto, sagrado; ese tiempo primigenio que patentiza el rito de la reacción y fortalece el mito del orden conocido restituido gracias a su dramatización.

Pero, para que tenga efecto se necesita hacer un intercambio con la divinidad o la satanidad, pues, no se puede recibir un favor sin otorgar algo a cambio, sin ofrecer un sacrificio: consagrar una víctima para modificar el estado de una persona, grupos o cosas. Así, el caos del cuerpo hecho enfermedad (posesión demoníaca) debe eliminarse restaurando el modelo original del cuerpo, o sea el modelo original de sociedad en que se refleja.

El cuerpo se transforma en vehículo de metáforas del pasado (causa de la enfermedad), del presente (enfermedad) y del futuro (sanación); camino entre la patología y la terapéutica están los charlatanes y fetiches que le dan significado a la historia. Hoy, las víctimas del sacrificio son los maestros, aunque no dudo que hay gente sensata entre ellos que buscarán ungir, con libros, la manipulación religiosa y los problemas de atención no resueltos.

Hay casos de ignorancia en todo nivel, incluidos el nacional (los malos espíritus de la mentira, la injusticia…) y el universitario, aunque en éste los demonios se disfrazan de FODA, títulos y reglas administrativas. En Israel, un universitario -que sabe lo que significa lucrarse con la ignorancia- abrió una web en Twitter, donde pueden enviarse oraciones con destino a los huecos del Muro de los Lamentos de Jerusalén (lugar sagrado que, según los creyentes, les da línea directa con Dios).

«Imprimo las oraciones y las llevo a Jerusalén para ponerlas en el Muro» -dijo Alon Nir, en Tel Aviv- y promete entregar las oraciones, que sólo pueden tener 140 caracteres, “porque Dios no tiene tiempo de leer reflexiones largas”. Por su parte, las autoridades postales israelíes dicen que las oraciones también llegan de todo el mundo por correo normal, algunas en sobres cuyo destinatario es «Querido Dios».

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