«Instrumentalización partidista de los muertos»
El día 9 de octubre, en la Catedral de la Almudena, la Conferencia Episcopal Española va a presentar públicamente los Himnos y Misa de los mártires del siglo XX, como acto previo a la ceremonia de beatificación de 522 personas que, según la Iglesia, sufrieron martirio en 1936 a causa de su fe, y que se celebrará solemnemente en Tarragona el próximo 13 de Octubre. A dicha ceremonia ha sido invitada la Casa Real y estará presente mediante videoconferencia el Papa Francisco.
Desde la óptica de cristianos que asumen la laicidad como principio articulador de la vida social en democracia, es decir, desde el respeto más estricto a las libres creencias de cada ciudadano, constatamos que esta celebración suscita escándalo en muchos ciudadanos y rechazo en todos los que vemos en el Cristianismo un mensaje de libertad, integración y concordia.
Nuestros obispos beatifican ahora a 522 personas (en 2007 ya lo hicieron con otros 498), probablemente de manera merecida (son mártires porque fueron asesinados por defender sus creencias políticas o religiosas), pero ignoran a los miles y miles de republicanos asesinados por los franquistas y cuyos restos siguen en las cunetas de nuestros caminos o en fosas comunes nunca abiertas. Más aún, acusan de "reabrir las heridas" a las asociaciones por la Memoria Histórica o a los familiares de esas víctimas, cuando tratan de recuperar sus restos y honrar su memoria. ¿Acaso a los ojos de Dios son más justos unos que otros? ¿Es este, como dicen los obispos, un acto de' humanidad y reconciliación'?
De entrada, esta beatificación masiva atenta contra la dignidad de todos aquellas que lucharon contra el fascismo y cayeron asesinados por la feroz persecución política e ideológica de la dictadura franquista, en torno a la cual el Estado español ha construido un muro de impunidad que pretende obligarnos a olvidar sus crímenes. Una dictadura a la que la Iglesia dió soporte explícito y con la que colaboró de forma decisiva desde los primeros momentos del Golpe de Estado.
Con actos como este, y en el contexto del actual debate sobre la recuperación de la Memoria Histórica, la Iglesia institucional se coloca en un espacio no sólo de fácil crítica como institución, sino también de instrumentalización partidista de los muertos. Los ahora beatificados nunca habrían podido imaginar que, casi ochenta años después, el sector más retrógrado de la sociedad española pretendería sacar provecho político de su sacrificio.
La jerarquía católica aduce que ninguna persona puede ser llevada a los altares si en la causa de su asesinato se mezclan motivaciones no estrictamente de fe. Pero olvidar los miles de obreros, maestros, maestras, intelectuales, e incluso sacerdotes, asesinados por el franquismo por motivos de fidelidad al pueblo -y a menudo también a su fe- no sólo es una injusticia sino que hace imposible una verdadera reconciliación.
Denunciamos el indigno papel de una Iglesia que, en esos momentos de crisis del capitalismo en el que las clases dominantes descargan ferozmente sus ataques contra millones de personas, permanece silenciosa y, en ocasiones, contribuye a silenciar las miles de manifestaciones populares de protesta ante tanta injusticia. Esa posición sectaria y clasista se hace evidente en el acto mismo de beatificación que excluye escandalosamente a los clérigos asesinados por el ejército golpista de Franco.
Por otro lado, la fecha y el lugar elegidos para la beatificación tienen curiosas resonancias de Nacionalcatolicismo, contrarios a la construcción de una sociedad y un Estado laicos. La ceremonia principal se ha ubicado el 13 de Octubre, con la clara intención de hacerlo coincidir con las celebraciones del "Día de la Hispanidad", una fecha en la que poco tenemos que celebrar y mucho que resarcir. Y el lugar, el Complejo Educativo de Tarragona, Antigua Universidad Laboral, es un espacio estrictamente público, con instalaciones civiles pertenecientes al Deptº. de Educación de la Generalitat de Cataluña, lo que pone de manifiesto una vez más cómo la Iglesia se aprovecha de recursos públicos, violando la Constitución que establece la aconfesionalidad del Estado.
Todo ello da pié a reclamar, una vez más, el final de todos los privilegios que la Iglesia mantiene en España, especialmente los económicos y educativos, así como la denuncia del Concordato de 1953 y los Acuerdos de 1979 con la Santa Sede, como paso previo para hacer real la separación de Iglesia y Estado.
Finalmente, como creyentes en Jesús de Nazaret y miembros de una iglesia con la que nos sentimos en comunión crítica, pedimos a la Conferencia Episcopal que aproveche esta celebración para pedir perdón a la ciudadanía actual por su participación, como impulsora de la Guerra civil de 1936-39 y, consecuentemente, como agresora; que se arrepienta por su colaboración en la muerte o asesinato de miles de inocentes, acusando, denunciando, ofreciendo incluso listas de feligreses ‘sospechosos' a los pelotones de la muerte; que pida perdón por su responsabilidad en la ocultación del sacrificio de tantos que entregaron su vida por causa de la justicia y la verdad, y finalmente que pida también perdón por los beneficios de todo tipo que obtuvo a lo largo de tantos años del ilegítimo régimen de la dictadura.
Archivos de imagen relacionados