Los nuevos héroes de los libaneses más comprometidos con la conquista de los derechos civiles no son históricos activistas, ni han sido arrestados por su particular forma de luchar contra el sistema. Todas las fotografías públicas de Kholoud Succariyeh y Nidal Darwish son más bien melosas, y en ellas la pareja aparece posando en sus respectivos trajes de novio o suscribiendo los consabidos documentos matrimoniales.
Sin embargo, la realidad que captan esas imágenes es un logro sin precedentes, dado que la pareja ha desafiado al sistema confesional suscribiendo un matrimonio civil en territorio libanés, donde sólo las uniones religiosas son reconocidas oficialmente, provocando un terremoto político, social y religioso que ha alcanzado a la Presidencia de la República y que podría traducirse en un cambio legal histórico para el país del Cedro.
Ayer, el Alto Comité Consultivo del Ministerio de Justicia validaba la unión civil que la pareja suscribió el pasado 10 de noviembre, en lo que se considera un primer éxito para quienes abogan por la regularización de los matrimonios laicos. Sin embargo, el ministro del Interior, Maruan Charbel, puntualizaba que aún sigue en manos de su institución aprobar la legalidad de la misma. Las variopintas presiones recibidas de parte de las instituciones religiosas, así como la postura de Charbel desde que se conoció la unión de Succariyeh y Darwish –desde el primer momento tachó el enlace de ilegal- hacen temer que Interior rechace la validez del mismo, pero el ejemplo dado por la pareja –que aprovechó una reciente reforma legal y una ley que data de 1936, del mandato francés sobre el Líbano, para sustentar su unión– amenaza con expandirse entre otros muchos libaneses, hartos de que los religiosos se inmiscuyan en sus vidas privadas o de costearse un caro viaje al vecino Chipre o a Turquía para casarse allí ante un juez y posteriormente registrar su unión en Beirut, hasta ahora la única alternativa a los enlaces religiosos.
Según datos facilitados por la Embajada chipriota en Beirut, unas 800 parejas libanesas viajaron en 2011 para casarse en Larnaca. Otras estimaciones apuntan a que unas 2.000 parejas libanesas contraen matrimonio civil en el extranjero cada año. Según una reciente encuesta, el 51% de los libaneses está a favor de las uniones civiles, si bien el 46% se muestra en contra.
Constantine Akram, ingeniero de 48 años, y su esposa Ghada se casaron hace siete años en Estados Unidos, donde ambos residían entonces. El es greco-ortodoxo y ella chií. De haber deseado casarse en el Líbano, uno de los dos tendría que haberse convertido a la religión de su pareja para someterse así a una ceremonia religiosa, algo que ambos rechazaban.
“Eso está en contra de nuestros principios”, explicaba Akram a cuartopoder.es durante una protesta a favor del matrimonio civil celebrada hace unos días en Beirut. “No creemos en el matrimonio regulado por una institución religiosa, y rechazamos que alguien que ni siquiera ha sido elegido de forma democrática esté a cargo de decidir quién y cómo puede casarse. Creemos en la libertad de elegir de cada individuo”.
“La situación con el matrimonio civil es un mero reflejo de un problema mucho más amplio: las autoridades religiosas que controlan el estatuto personal y las leyes de la familia”, explicaba Tony Daoud, responsable de la ONG CHAML (Jóvenes Libaneses No Violentos y No Sectarios). En el Líbano, las autoridades de cada una de las 18 sectas religiosas regulan las condiciones que imperan en matrimonios, separaciones, divorcios, herencias y custodia de hijos de sus seguidores para indignación de las organizaciones civiles que aspiran a la democratización de los derechos civiles. “El actual sistema refuerza el poder de cada secta y perpetúa el sistema sectario. Las autoridades religiosas controlan tu vida desde el día en el que naces hasta el día en que mueres”.
Hasta ahora, las iniciativas en favor del matrimonio civil –la más reciente, hace un año, en forma de una propuesta de ley promovida por 15 ONG y organizaciones seculares- han sido ignoradas por una clase política que responde a la misma estructura confesional que rige el país del Cedro y que mantiene una relación simbiótica con las autoridades religiosas. Pero la polémica generada por la unión civil en suelo libanés de Kholoud Succariyeh y Nidal Darwish ha llegado a la Presidencia de la República. El rais libanés, Michel Sleiman, se ha pronunciado abiertamente y mediante Twitter y Facebook a favor de las uniones laicas. “Yo respondería a la evolución y a las aspiraciones del pueblo preparando las leyes apropiadas para el asunto del matrimonio civil”, escribió en las redes sociales, llegando a calificar la iniciativa de un “paso muy importante en la erradicación del sectarismo y en la construcción de la unidad nacional”.
Las autoridades religiosas no se muestran tan conciliadoras. En un gesto de un extremismo sin precedentes, el gran mufti suní del Líbano, Mohamed Rashid Qabbani, promulgó una fatwa –edicto religioso- prohibiendo las uniones civiles y amenazando a cualquiera que se vea involucrado en ellas. “Cualquier responsable musulmán, ya sea diputado o ministro, que apoye la legalización del matrimonio civil, aunque sea opcional, es un apóstata y un extraño a la religión islámica”, afirmó. “Aquellos que apoyen las uniones civiles no serán lavados, amortajados ni enterrados en cementerios musulmanes”.
“Su declaración es extremista y denota una ignorancia total”, se encogía de hombros Constantine Akram. La fatwa generó una indignación generalizada entre los libaneses. “Eminencia, sus amenazas no son apoyadas por su religión. Sus amenazas no representan al Islam, están diseñadas para perpetuar su propia autoridad y para aplastar un debate sobre las libertades personales que algún día podría poner en peligro su control sobre la sociedad”, denunciaba Firas Maksad, otro recién casado en una ceremonia civil celebrada en el extranjero, en el diario digital Now Lebanon.
Consciente de la escasa popularidad del mufti, en especial tras una declaración tan totalitaria, incluso el principal líder político suní, Saad Hariri, se desmarcaba de Qabbani y apoyaba públicamente su apoyo a las uniones civiles en lo que otro bloguero, el autor de BeirutSpring, veía un “precendente histórico en el Líbano: un líder suní criticando públicamente al mufti y apoyando las uniones civiles”.
Tanto el Alto Consejo Chií como el Patriarcado Maronita han sido mucho más cautos que Qabbani, ambos rechazando un matrimonio civil obligatorio en el Líbano pero solicitando un debate sobre las uniones civiles voluntarias. En cualquier caso, una eventual reforma de la ley depende del Gobierno libanés, y su primer ministro, Najib Mikati, ya ha declarado que “las actuales circunstancias no nos permiten abordar temas controvertidos que creen divisiones”.
Una joven sostiene una pancarta en la marcha celebrada en la Plaza de los Mártires de Beirut. / M. G. P.
Una mujer sostiene una pancarta a favor de los derechos civiles. / M. G. P.
"Matrimonio civil, no guerra civil", se lee en el cartel que sostiene la joven de la izquierda. / M. G. P.
Otra manifestante sostiene un cartel con uno de los lemas mas repetidos en la marcha. / M. G. P.
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