Según el último CIS, el aborto no aflora entre las preocupaciones de los españoles. Quizás porque hace tiempo que hubo un consenso ético y legal sobre dónde empieza la vida que trajo la actual ley, pero los titulares de la precampaña dicen que la hoguera del debate sigue encendida. Tal vez las llamas más vivas sean las de las creencias individuales de los políticos que piden una reforma.
La posición frente al aborto parece que siempre es personal y estar en contra no debería colocar la etiqueta provida, ni a favor de la interrupción convertir a una persona en algo así como un promuerte. Ambos lugares suponen tomar decisiones muy complicadas, y lo que no se debería hacer es poner en duda la capacidad de las mujeres para tomarlas.
Señalar culpables frente a la interrupción del embarazo siempre tiene un componente de falta de respeto. Los que lo hacen se otorgan el raciocinio absoluto e infantilizan el de una persona con plenas capacidades que toma libremente la decisión.
En los mejores casos, esos jueces sin birrete hablan de lo que significa someterse a un aborto como si fuera un trámite sin impacto físico y emocional. En los peores, frivolizan diciendo que lo utilizan a la ligera como un método anticonceptivo más.
En todos los casos, la maternidad se usa (una vez más) como freno para evitar que la mujer alcance derechos. Se trata de controlar el cuerpo de las mujeres con mensajes que aluden a una supuesta falta de conciencia a través de la culpa y el miedo. Este último sentimiento es el favorito de la oleada populista conservadora que ya no es que nos amenace, sino que nos está arrasando.
Sus mecanismos de control aluden directamente a las emociones desde las que ponen en duda el progreso alcanzado. Ese nos llevó hasta una crisis económica, así que habrá que volver atrás para tenerlo de nuevo todo atado, ¿no? Si por el camino hay que cuestionar derechos, a por ellos.
Cualquier cosa antes que responder a demandas reales como, por ejemplo, el paro, la corrupción y los políticos, los tres problemas principales en España según el CIS.
Las campañas electorales siempre están cubiertas por cortinas de humo que ocultan los verdaderos problemas. Luego llegan las legislaturas y nos pilla el toro, como el de la crisis económica mundial que los analistas predicen para 2020. Nos la vamos a comer con la ultraderecha en Europa y Estados Unidos, y la historia cuenta que esa solo sabe arreglar los problemas con guerras mundiales.
Probablemente me paso de Nostradamus, pero sí nos esperan tiempos complicados y no tiene pinta de que reformar la ley del aborto vaya a ser la manera de superarlos. El único humo que tenemos que ver es el que sale de las cabezas de los que aspiran al poder mientras piensan en cómo van a sacarnos esta vez del atolladero.
Carlos García Miranda
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