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El coronel del regimiento Nápoles 4 de la Brigada Paracaidista da los primeros toques de campana y su Cristo echa a andar

La espera no alteró la pasión del público. Y ninguno de los que se apostaban en los aledaños de la parroquia desestimó la oportunidad que brindaba la cofradía ante semejante desfile procesional. Sino que aguantaron estoicamente y sin impacientarse el largo preludio que abría la estación de penitencia. Túnicas negras y capirotes rojos separaban al Señor flagelado del Santísimo Cristo de la Exaltación. Mecidas muy cortas permitieron que saliese impoluto del templo y enfilase Calderón de la Barca para continuar por Cisneros, Especerías o Puerta del Mar antes de entrar en el recorrido oficial. La Banda de Cornetas y Tambores Esperanza le seguía por primera vez y rompía el silencio que anunciaba la llegada del Cristo de las Ánimas de Ciegos.

Era el momento de que el coronel del regimiento Nápoles 4 de la Brigada Paracaidista diera los primeros toques de campana y su Cristo echaba a andar. La imagen del Crucificado, sobre un monte de claveles rojo sangre que imitaba el color de los cuatro cirios que franqueaban el trono, reforzaba la solemnidad de Jesús ya muerto. Y la protección de los miembros de la Banda de guerra y dos escuadras de gastadores, iba provocando aplausos muy largos cuando sonaba La Muerte no es el final.

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