Las autoridades militares y civiles exhiben estos días sin pudor el meapilismo católico
Se dice que España es un Estado aconfesional, pero somos conscientes de que el dicho es una especie de broma constitucional, habida cuenta de los privilegios de que goza la Iglesia católica, sobre todo en los terrenos educativo y económico.
En el primero, con el adoctrinamiento escolar de millones de niñas y niños en dogmas católicos que son anticientíficos (entiéndase estúpidos), misóginos y homófobos (en una palabra, machistas).
En el ámbito económico, con la concesión a las instancias de la Iglesia de más de 12.000 millones de euros anuales, que incluyen enormes exenciones de impuestos y el pago a los adoctrinadores infantiles y a las escuelas concertadas de ideario dogmático-católico (ya saben: anticientífico…). Sin olvidar el enorme robo a la ciudadanía que suponen las inmatriculaciones de más de 100.000 bienes que deberían ser estatales, un escándalo infinitamente mayor que los de las mascarillas, la Gurtel, etc., etc., etc. Todo ello con la complicidad de los sucesivos gobiernos democráticos de derechas o izquierdas, incluyendo el actual, tan “progresista”.
Pero hay otros desafueros y prerrogativas que desde Europa Laica y otras organizaciones laicistas (algunas, cristianas) solemos denunciar menos ante la magnitud de los anteriores: los de naturaleza simbólica y mediática. Escribo esto mientras durante horas y horas echan en directo en TVE-1, la principal tele pública, el desembarco en Málaga de la Legión –ese cuerpo con antecedentes fascistas y connotaciones más machistas de lo habitual en el Ejército, que ya es decir– para participar en la procesión del “Cristo de la Buena Muerte”. Son actos de un cariz militarista y beato (espantosa combinación) presididos por la reina Sofía y con un sinfín de altas autoridades civiles y militares, que a título personal pueden hacer lo que les plazca, pero no como representantes públicos. ¿No se burlan –por no decir otra cosa– estas autoridades, y la tele pública, de la aconfesionalidad del Estado, sin la menor vergüenza democrática? ¿No están para servir a toda la ciudadanía, no solo a la católica (parte de la cual también se siente agraviada)? ¿No es todo ello una expresión desenfrenada de un nacionalcatolicismo más propio del franquismo? ¿No estamos ante un resurgir del más rancio militarismo, que oportunamente puede justificar y amparar los intereses otanistas y el criminal comercio de armas de los que España es partícipe?
El impúdico exhibicionismo confesional-castrense del jueves santo malagueño no es más que un caso entre tantos. Canal Sur nos dice literalmente, durante divinas y sobre todo eternas horas, que “Andalucía es Semana Santa”, por no hablar de Radio Nacional (Nacional… católica) y de tantas cadenas públicas locales de radio y televisión. Las autoridades militares y civiles exhiben sin pudor el meapilismo católico no sólo en Andalucía, como puede comprobarse en el listado incompleto de este enlace; y hay que añadir la participación en misas, procesiones y ofrendas de la Policía y la Guardia Civil. La confusión de la cruz y la espada se extiende a la existencia del Arzobispado castrense, con su catedral, capillas y capellanías, a los patronazgos ultramundanos de instancias militares (patronos celestiales, pero no sólo del Ejército del Aire), a “honrar” a Vírgenes como capitanas generalas o con fajines… Todo ello muy presente en las procesiones de semana santa y en otras, como las del Corpus.
Podríamos pensar que a este frenesí irracional le pondría freno el “templo” del conocimiento, la Universidad, o que al menos se distanciaría de él. Pues tampoco, o no siempre; en Sevilla, el rectorado se convierte cada semana santa en un “templo” nada metafórico: una capilla de la que sale una procesión; y hay actos cofrades en el mismísimo paraninfo… Hace unos días, el rector de la Universidad de Cádiz entregó el “bastón de Mando” de esa universidad a una “Hermandad”. Todo ello, siguiendo unas tradiciones que no extrañaban cuando la universidad franquista tenía como misión difundir la “ciencia católica” (oxímoron donde los haya); tradiciones tan “respetables” como la de ir Franco bajo palio. Claro que el actual Jefe del Estado y de las Fuerzas Armadas no se queda muy atrás, pues no olvidemos su participación en procesiones, sus grotescas ofrendas santiagueñas y sus inclinaciones de cerviz o a lo Locomotoro ante pontífices y obispos; al humillarse cual monaguillo (papa Francisco dixit) ante representantes del Estado vaticano, ¿no está siendo desleal al Estado que representa y simboliza como máxima autoridad civil y militar? Ay, la cruz que preside la corona y el escudo de armas del rey no engaña.
Todo lo dicho, y mucho más, constituye la expresión simbólica y mediática del inaceptable confesionalismo estatal que, agravado por la connivencia de un militarismo rampante, ofende a la ciudadanía –diversa en convicciones y creencias– y es radicalmente incompatible con la democracia.