En las últimas semanas se ha hablado mucho en nuestro país de la reasignación de los símbolos. La exhumación de la momia de Franco, en medio de una retrasmisión televisa con cierto olor a naftalina ha concitado, por un lado, la alegría de todas las personas que sufrieron la represión franquista y por otro, la incomodidad de una derecha española que nunca ha roto su cordón umbilical con el franquismo. Ha sido Nicolás Sánchez de Albornoz quien ha puesto los puntos sobre las ies sobre el futuro del monumento nacional católico: “tengo la esperanza de que un día al mirar la gran cruz, ésta haya desaparecido”.
En España los símbolos del franquismo se han mantenido durante más de cuarenta años y todavía muchos persisten por aquí o por allá. Por ejemplo, en la ciudad de Santander la estatua ecuestre de Franco presidió la plaza central de la ciudad desde el año 1964 hasta el año 2009 y con la aquiescencia explicita de todos los partidos políticos de la ciudad. La realidad es difícil de explicar, pero en España, tras la muerte de Franco, se produjo una reforma, lo que se vino en denominar transición, que fue dirigida por los capitostes del régimen franquista en un contexto de fortísimas movilizaciones sociales. En cierta forma la Constitución española de 1978 tiene, como dice Pérez Royo, más de Carta otorgada que de Constitución radicalmente democrática. La transición española requiere de una urgente revisión histórica y de su desmitificación y el régimen surgido de ella de un reseteo que abra la vía a cambios políticos y constitucionales profundos. El resultado de estas elecciones de 10 N determinará, en gran medida, si se avanza en un sentido de ruptura o bien se consolida un bipartidismo monárquico que ya no cabe en sus costuras. Desdé luego, las reformas que se puedan emprender necesitarán de una fuerte presión popular.
Una de las huellas del franquismo en la democracia española fue la prolongación de los privilegios de la iglesia católica a través del Concordato y su renovación en el año 1979 y de una definición de la Constitución cuasi confesional católica la cual obliga a todos los poderes públicos a colaborar con la Iglesia católica. Por eso todavía muchos justifican de mil maneras la pervivencia de la simbología católica en los espacios públicos. Lo que está ocurriendo en el Instituto de San Roque de Dos Torres en Córdoba es muy significativo y donde el joven Héctor Sánchez reclama que se retire los símbolos religiosos católicos como cruces y otras similares de las aulas de su instituto. La Federación Humanista Europea- federación que agrupa a decenas de organizaciones secularistas y laicistas-, en carta dirigida al Consejero de Educación de Andalucía, explicita bien esta problemática de la simbología católica “Para esta Federación, es incomprensible que los colegios no respeten las obligaciones de neutralidad que deben mantener las instituciones públicas y máxime en los espacios dedicados la educación de menores. Los simbolos religiosos en las aulas de los colegios públicos es un síntoma de vulneración de derechos fundamentales y de adoctrinamiento confesional. Ni la Junta de Andalucía, ni el director del centro escolar ni el Consejo escolar del colegio tienen ningún derecho en imponer una simbología particular a todos los alumnos. Apoyamos al joven Héctor Sánchez en su compromiso por la libertad de conciencia y rogamos transmita al Consejero de Educación que tome medidas para retirar todo tipo de simbología religiosa de los colegios públicos en Andalucía.” También Europa Laica se ha dirigido a la Ministra de Educación instándola a que utilice las competencias de la Alta inspección Educativa “En un país como España cuyo sistema educativo fomenta el adoctrinamiento católico, en donde la oferta de la denominada asignatura de religión católica –el catecismo católico- es considerado un derecho y donde el sistema educativo está segregado de acuerdo a las convicciones religiosos, transfiriendo miles de millones de euros a los colegios católicos provocando, además, una segregación social intolerable, aun así la Administración se ríe a la cara de un joven de quince años que solo reclama la libertad de conciencia».
La comisión de educación de Europa Laica, reunida en este mes de octubre, ya ha tomado iniciativas unitarias con decenas de asociaciones y sindicatos con el fin de implementar la campaña “La religión fuera de la escuela” en los próximos meses. Gobierne quien gobierne se exige, en esa campaña, una reforma educativa de gran calado. No se puede esperar cambios sustanciales en nuestro país sino se camina hacia una escuela universal y laica, hoy inexistente. Como ha dicho recientemente el filósofo Emilio Lledó “El permitir que el poder económico pueda determinar la calidad de la enseñanza o, lo que es más sarcástico, que el Estado subvencione con dinero público ciertos intereses ideológicos de un buen aparte de colegios más o menos elitistas parece, en principio, no solo una aberración pedagógica sino una clamorosa injusticia. Solo las sociedades que luchan por la igualdad son las que pueden producir más riqueza cultural, más bienes materiales. Los pueblos marcados por grandes diferencias entre sus clases sociales son los más amenazados (…) El principio esencial del sueño igualitario es la educación. Su más equitativo y generoso instrumento es la educación pública, con la pedagogía de la justicia y la solidaridad. El mal más terrible que puede instalarse en la consciencia democrática es, por el contario, el cultivo solapado e hipócrita de la diferencia y la desigualdad”.
Acabamos de enterarnos que el partido socialista, en su moderado y conservador programa electoral, ha presentado, y no sabemos si como contrapeso izquierdista a ese programa tan moderado, la propuesta de la denuncia y derogación de los Acuerdos con la Santa Sede de 1979 punto que no había sido incluido, pese a nuestra insistencia, en las pasadas elecciones del 28 de abril. De hecho, Europa Laica denunció, ante la opinión pública, que ningún partido político de la izquierda, a excepción de Izquierda Unida, lo había incluido en su programa electoral del 28 de abril. Y también se lo hicimos saber directamente a la ejecutiva del Partido socialista. En la actualidad, sorprendentemente, el programa de Podemos tampoco lo contempla quizás al querer dar una apariencia de partido de “realpolitik” y de “sentido de estado”. Desde luego, para Europa laica, como asociación civil que viene luchando por la libertad de conciencia en España, la inclusión de este punto en el programa del partido socialista es una pequeña victoria y un reconocimiento explícito del partido socialista de la necesidad de avanzar en la secularización Estado y en el laicismo.
Pero más allá de este asunto, en este momento, la mayoría de los partidos políticos se refugian en unos programas electorales muy moderados y conservadores y todos compiten, en la retaguardia, en un discurso reaccionario apelando a la sacrosanta unidad de España. “Más vale una España roja que rota” fue la frase que pronunció, en 1935, Calvo Sotelo en las Cortes de la Republica y parecen que todavía estas voces del pasado, evocadoras de un nacionalismo español reaccionario, confrontan con la sociedad catalana que reclama autodeterminación y diálogo y donde la insumisión y la desobediencia se confunden, interesadamente, con el caos y el desorden. Algunos ministros del gobierno en funciones han declarado que se consideraban hijos del mayo del 68, ¡valientes herederos del mayo del 68 que se asustan al ver unos cuantos contenedores ardiendo en las calles de la rosa de foc!. Criminalizar la protesta y la reivindicación democrática dejará a la izquierda en los brazos de la derecha más reaccionaria.
Antonio Gómez Movellán. Presidente Europa Laica