Para el arzobispo, considerado un moderado dentro de las posiciones de la Conferencia Episcopal, la fe "corre el riesgo de perder su identidad" si se cimenta "a través de los poderes de este mundo". Y aunque defendió "la dimensión pública de la Iglesia", abogó por distinguir entre "lo que es del César y lo que es de Dios".
El alcalde de Santiago, por su parte, aprovechó la ceremonia para defender que la Administración "debe garantizar el libre ejercicio de cualquier religión y la neutralidad del Estado", y aseguró esta garantía es "compatible con el respeto a las tradiciones", como es el caso de la Ofrenda al Apóstol. Estas palabras refrendaban lo defendido por el alcalde de Santiago y por el de Lugo, Xosé López Orozco, en el Congreso Federal del PSOE hace tres semanas. En él, los dirigentes socialistas consiguieron suavizar las reformas laicas planteadas por el partido para garantizar la supervivencia de tradiciones centenarias como la de ayer o la del Corpus.
La crisis estuvo presente en el discurso de Bugallo, que pidió ayuda al Apóstol para, ante "la difícil situación económica" y los "tiempos de estrechez", recuperar la "creación de empleo potente y sostenido". En su invocación, solicitó que proteja las "políticas sociales" para que primen sobre "intereses más poderosos". También aprovechó para pedir al santo "que las infraestructuras comprometidas lleguen a Galicia en los plazos establecidos", para conseguir que el próximo Año Santo de 2010 tenga "la dimensión internacional de la que ya goza". Es el tercer año que el alcalde representa al rey Juan Carlos en una histórica ceremonia que tiene lugar en la catedral de Santiago desde el año 1642.
También tuvo Bugallo palabras para los inmigrantes, la parte de la población "que por su debilidad puede resultar más dañada". Mostró su preocupación por el "repunte de la ola de pateras procedentes de África" y apostó por colaborar para que "puedan alcanzar en sus países de origen la seguridad y el bienestar que buscan en los nuestros". Reclamó la necesidad de trabajar por una "justicia más eficaz", dada la "proliferación" de la pederastia, y las alusiones a que el terrorismo no quedará impune.
El arzobispo evitó cualquier referencia a asuntos como el matrimonio entre homosexuales o la Educación para la Ciudadanía. Coincidió en denunciar la "realidad trágica" de los inmigrantes y en criticar el terrorismo como un "acto intrínsecamente perverso". Barrio hizo también alusión a la violencia doméstica, las drogas o la pobreza. "La carencia de lo necesario afecta a muchas personas en una sociedad opulenta", apuntó en una ceremonia a la que asistieron las principales autoridades encabezadas por el presidente, Emilio Pérez Touriño. Un año más, los conselleiros nacionalistas no acudieron.