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José Ángel Saiz Meneses, arzobispo de SevillaBelén Vargas. La Razón

El Arzobispo de Sevilla contesta a la asociación Sevilla Laica: El Patio de los Naranjos «se puede visitar»

Comentarios del Observatorio

El Patio de los Naranjos de Sevilla fue inmatriculado por la Iglesia, es decir, inscrito a su nombre, con la única prueba de un certificado emitido por la propia Iglesia en el que decía que es suyo desde tiempos inmemoriales. O sea, lo único que dicen es que ni se acuerdan de cuándo lo adquirieron.

Ahora restringen el acceso a este espacio histórico tan emblemático, cobrando entrada a los turistas, y quieren escudar la restricción en que permiten el acceso gratuito, en los horarios que tienen establecidos, a quienes acrediten residir en el ámbito territorial de la Archidiócesis de Sevilla (nótese que tienen una división territorial diferente a la política española de las provincias).

En definitiva, que dice el obispo que no hace falta que devuelvan el Patio al pueblo, sino que el pueblo pase por el aro, sometiéndose a los horarios marcados por él y entregando los datos personales de identidad a la entrada, si se reside donde la Iglesia diga, o pasando por caja (la suya) para el resto de ciudadanos del mundo.

«No hace falta cambiar el estatuto jurídico. No hay necesidad de ningún cambio», asegura

El arzobispo de Sevilla, José Ángel Saiz Meneses, ha manifestado que el Patio de los Naranjos de la Catedral hispalense, cuyo absoluto acceso público reclama la plataforma contraria a la inmatriculación de bienes por parte de la Iglesia Católica y la asociación Sevilla Laica, avisando de que este espacio está sujeto a la visita turística al monumento; «se puede visitar y contemplar» –acreditando a la entrada la condición de natural o residente en la Archidiócesis–, con lo que según ha señalado, no hay «necesidad de ningún cambio».

«El Patio de los Naranjos se puede visitar, se puede ver y se puede contemplar libremente para su disfrute», ha manifestado el arzobispo a Europa Press en un reciente encuentro con medios de comunicación, exponiendo ante las reivindicaciones de los citados colectivos que este emblemático enclave «debe estar cerrado por las noches», por ejemplo para evitar los botellones en su interior.

«No hace falta cambiar el estatuto jurídico. No hay necesidad de ningún cambio», ha asegurado, descartando que este asunto constituya una «urgencia» porque la Archidiócesis debe afrontar otros aspectos «más acuciantes» para la sociedad hispalense.

El cuadro de tarifas de la Catedral, recordémoslo, especifica que la visita al recinto es gratuita para «naturales o residentes en la Archidiócesis de Sevilla, menores de hasta 13 años acompañados por un adulto, discapacitados a partir del 65 por ciento y un acompañante en caso de necesitarlo y desempleados nacionales»; pero siempre «acreditándolo mediante documento oficial» en el correspondiente control de acceso del monumento.

También hay habilitado un horario gratuito de visitas con aforo limitado de lunes a viernes de las 14 a las 15 horas, excepto los días festivos.

El devenir del Patio de los Naranjos

Según los citados colectivos que protagonizan esta reivindicación, «desde su construcción como patio de abluciones de la mezquita aljama de la Sevilla almohade en el siglo XII, hasta su transformación en claustro de la Catedral cristiana un siglo más tarde, el Patio de los Naranjos siempre había tenido sus puertas abiertas a lo largo del día hasta el anochecer, estableciéndose un flujo constante de comunicación de todo tipo entre la ciudad y el espacio del patio».

Como recuerdan los activistas, fue en 1992, año de la exposición universal celebrada en Sevilla, cuando este espacio fue «privatizado de facto», pues «se cerró el acceso gratuito al Patio de los Naranjos, manteniéndose desde entonces como parte de la visita de pago al conjunto catedralicio y desvirtuando su disfrute y uso secular, al convertir sus puertas en acceso exclusivo de grupos turísticos y salida de los mismos», aunque pesando la gratuidad de acceso en los casos ya descritos, previa acreditación a la entrada.

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