Valencina cuida cada detalle. Su carretero, Rafael Santos, se afana para que los bueyes anden hacia atrás y el Simpecado no le pierda la cara a la Blanca Paloma, que aguarda en su paso de salida a los primeros peregrinos. Muchos entran para abrazar la reja y postrarse ante Ella. Sobre todo, para dar gracias. «Es una satisfacción tan grande la que tenemos al llegar aquí, que no tenemos palabras para explicarlo», se sincera un romero, que lleva en su mano un puñado de velas para poner en la sala votiva. «Todas tienen nombres y apellidos», añade sin más mientras que la comitiva de Valencina se aleja en paralelo a la marisma empujada por la fuerza de su gente. «El pueblo se vuelca con este día tan grande para la hermandad. Le hemos pedido a la Virgen que siga creciendo el espíritu en esta devoción tan importante entre los vecinos y que el año que viene volvamos con más gente», dice el alcalde del municipio, Antonio Manuel Suárez, que porta una vara en la delantera de la carreta. Junto a él está el flamante hermano mayor, Rafael Carlos Padilla, a quien la emoción del momento aún le dura. «Es nuestro segundo año de presentación como hermandad filial. Es un momento muy especial para todos. No hay palabras». También para los peregrinos de la hermandad de Salteras, que repiten el ritual de presentación y fervor mariano.
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