Tambíen asistieron 5 concejales del PP, tres del PSOE y dos de Ciudadanos, los que no asisten son los de Izquierda Unida ni los de Participa Sevilla.
En cinco años casi nada ha variado en la procesión del Corpus. El mismo itinerario, un cortejo saturado y el eterno debate sobre si la ciudad le da la espalda a la que antaño fue una de sus fiestas más grandes. Poco ha cambiado la escena excepto en las filas municipales. Aquel año 2011, Juan Ignacio Zoido se daba un baño de masas entre aplausos y vítores por su reciente conquista de la alcaldía. Entre los concejales, un recién aterrizado Juan Espadas que asumía su tránsito por el desierto desde la oposición. Ese arrebato al más puro estilo sevillano fue conteniéndose con el tiempo, como todo lo que nace de la más pura novelería. Ni los aplausos fueron tantos ni los parabienes a la gestión se repetían. Y en lo fugaz de la memoria, este jueves de Corpus todo parecía diferente. Los mismos protagonistas y un enroque de piezas que dejaban el bastón de mando en manos de aquel novato socialista.
El alcalde «moderado» se estrenó moderando la procesión. Escoltado por Juan Carlos Cabrera y Carmen Castreño, Espadas asumió su papel de regidor ante una Sevilla que otrora le fue esquiva y que ahora parece haberse metido en el bolsillo. No hubo aplausos ni muestras públicas de cariño. Tampoco es que las buscara. Se limitó a cumplir su papel, a saludar amablemente a todo el que le daba la correspondiente cabezada y a contemplar los escasos altares que se disponían en el recorrido. Reverencia al del Salvador, presidido por la Virgen del Voto –lo que hace la precampaña– y mensajes de ánimo para el grupo de jóvenes de la asociación Consuelo y Esperanza, cuyo altar en la calle Villegas se llevó este año el segundo premio. «Volved el año que viene», les dijo.
Era un día en el que guardar las formas. Ya se sabe aquello de que donde fueres haz lo que vieres. Y eso el alcalde se lo tomó al pie de la letra. Lo hizo en el interior de la Catedral, participando piadosamente de la eucaristía y hasta recuperando la tradición perdida el pasado año de hacer entrega del doblón a los Seises –que representa el histórico donativo municipal de esta jornada– al término del que fue su tercer baile. «Ya veis, hemos recuperado la liquidez», bromeó poco después.
Diez minutos antes de las 11 de la mañana, el cortejo de los munícipes se encaminaba tras la Custodia de Arfe. Eran más de los que se preveían, pues un acuerdo de última hora había permitido relajar la limitación de dos ediles por grupo a cinco. Los mismos que llevó el PP –Zoido, Gregorio Serrano, Curro Pérez, Ignacio Flores y Amidea Navarro–, tres socialistas –David Guevara, Clara Macías e Inmaculada Acevedo– y dos debutantes en Ciudadanos –Javier Millán y Francisco Moraga–. Como era de esperar, de IU y Participa nada se supo. Entre tanto, Espadas recibía el primer mensaje desde los bancos de la Catedral. «Bienvenido», le dijo una religiosa. La sonrisa del alcalde demostraba que a buen entendedor pocas palabras bastan. Se le veía cómodo. También en la calle, donde tuvo tiempo de saludar a periodistas –Carlos Herrera fue el primero que lo paró para estrecharle la mano–, políticos, cofrades, familias y hasta a Ángela, la calentera del Postigo, que tras una vida en el mostrador de su negocio disfrutaba del Corpus desde un concurrido balcón en la plaza del Salvador.
Pero la rectitud en las filas municipales se acabó tan pronto como el cortejo llegó a la Avenida. Solo bastó que una pequeña llamada Rosario –la hija mayor de Juan Carlos Cabrera– se agarrara fuerte a la mano de su padre para que la rigidez de los ediles se viniera a menos. Hubo varias conversaciones entre Espadas y Millán y saludos inesperados como cuando el alcalde estrechó la mano con un niño en la calle Sierpes que no salía de su asombro. «Es el alcalde», le repetía sorprendido a su madre.
Las estrecheces de las calles Sierpes, Cuna y Placentines invitaban a los políticos a mezclarse con el pueblo. Y en eso, el portavoz de los populares es todo un catedrático. Zoido en estado puro. Daba la mano a los señores, besaba a las señoras, saludaba a los chiquillos, gesticulaba con los que se asomaban a los balcones y hasta se hizo un selfie en calle Cuna con quien se lo pidió. «Anda que si los saludos fueran votos…», murmuraban entre el público. Otro gallo hubiera cantado. Pero aunque la procesión se adelantó 15 minutos, el gallo no cantó.
Al llegar a la calle Cerrajería, Espadas volvió por primera vez la vista atrás. Avistó la escena, sonrió y prosiguió con su camino. Se llevaba para sí las «buenas sensaciones» con las que acabó su primer Corpus al frente del Ayuntamiento. Eran las 12 y media del mediodía cuando puntualmente la Custodia cruzaba por la Puerta de Palos y, tras ella, la representación de la corporación municipal.El regidor de estreno se marchaba «feliz» y «satisfecho» por «el respeto» de una procesión que «algunos años se nos ha podido ir de las manos» y con un «gracias por tantas cosas» en boca del arzobispo Asenjo. Es lo que tiene que un alcalde «de centro» acabe por moderar hasta la procesión del Corpus.