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El aborto, la libertad religiosa y nosotras las brujas

Seguimos siendo las mismas brujas; las descendientes de las sanadoras, parteras, médicas ancestrales, mujeres sabias y libres a las que violaron, esclavizaron, torturaron y quemaron vivas en la hoguera –según el lado del mundo en que estuvieran-, a las que ahora pretenden silenciar y criminalizar

Frente a lo sucedido hace unos días en el Congreso, donde el diputado de VOX, José María Sánchez llamó “bruja” a la diputada socialista Laura Berja, quien se encontraba en el uso de la palabra defendiendo la proposición de ley del PSOE para penalizar el acoso que ese ejerce contra las mujeres frente las clínicas abortivas, hay un par de cosas aquí sobre las que quiero hablar.

La primera es sobre el hecho de que fundamentalistas religiosos vayan a rezar frente a las clínicas donde se practican abortos y la segunda es sobre el calificativo de “bruja”. Sobre lo primero había pensado hablar más adelante, dado que es uno de los aspectos que la Ministra de Igualdad había manifestado que trataría en la reforma de la Ley de Salud Sexual y Reproductiva y -como lo he venido diciendo estas semanas- quiero abordar estos temas de la reforma, ya que me resultan de suma importancia y por ello los he venido tratando en columnas anteriores aquí y aquí. Sin embargo, el suceso en el Congreso de los Diputados ha acelerado que hable del tema ahora.

Quienes defienden estas prácticas de gente acudiendo a las clínicas a rezar, que es en verdad a hostigar –pues insultan e increpan a las mujeres-, pretenden justificarse mediante la libertad de culto. Esto constituye un argumento falaz, que esconde el objetivo real de impedir la materialización de los derechos sexuales y reproductivos de esas mujeres a las que hostigan. De obstaculizar el acceso a su derecho humano a un aborto seguro que ha sido reconocido con basto precedente en el derecho internacional, además como condición previa para el disfrute de otros derechos y para que esto no siga siendo un problema de salud pública.

Nada tiene que ver con el derecho a la libertad religiosa el hecho de que se planten en las clínicas a gritar a mujeres cosas como “te vas a ir al infierno”, “vas a matar a tu propio hijo” o a decirle al personal de salud que cumple con su trabajo que son “asesinos y asesinas”. Esto es acoso e intención premeditada de hacer daño, de hacer más difícil y dolorosa una decisión y una situación que ya la sociedad se ha encargado de hacerla casi misión imposible. Pero es que incluso si se sentasen allí solamente a rezar el rosario, su interés no estaría dado solo por elevar una plegaria a Dios, sino a generar presión e incomodar. Esa sola actividad tiene una enorme carga simbólica, un reproche implícito que viene dado sobre la idea del pecado, la condena eterna por ser unas asesinas y toda la presión histórica que se ha ejercido sobre las decisiones de las mujeres y sus cuerpos. La libertad religiosa no pasa por obstruir las convicciones ajenas y menos por imposibilitar el ejercicio de los derechos de otros y esto es justo lo que se hace a las puertas de las clínicas.

Las personas pueden rezar lo que quieran, España permite la libertad de cultos, pero es que las clínicas no son catedrales y las mujeres que abortan no son santo de su devoción. ¿Qué hacen ahí? Esas son prácticas ilegales y como tal se deben tratar.

Ahora bien, sobre el adjetivo de “bruja”, es tremendo pensar que después de siglos y siglos la inquisición siga viva y los inquisidores también, aunque muten sus formas. Es evidente que José María Sánchez lo ha dicho con ánimo de ofender y desprestigiar a la diputada Laura Berja. Así como en el siglo XVI se le perseguía y torturaba a cuánta mujer se salía del canon al clamor de “bruja”, e ilustres señores como Thomas Hobbes o Jean Bodin insistían en que las brujas debían ser quemadas vivas en lugar de ser “misericordiosamente” estranguladas antes de ser arrojadas en las llamas.

A este diputado y a todos los que piensan como él hay que decirles que por supuesto, que sí, que seguimos siendo las mismas brujas; las descendientes de las sanadoras, parteras, médicas ancestrales, las mujeres sabias y libres, dueñas de sí mismas, a las que violaron, esclavizaron, torturaron y quemaron vivas en la hoguera –según el lado del mundo en que estuvieran-, a las que ahora pretenden silenciar y criminalizar.

Utilizar el calificativo de bruja de forma peyorativa sólo demuestra dos cosas: un profundo desconocimiento histórico o un claro posicionamiento ideológico regresivo en derechos. En el caso de Vox y buena parte de la derecha, bien pueden ser ambos. Lo impresionante es pensar que gente como este hombre administra justicia, es un juez en excedencia voluntaria, uno cuyas posturas demuestran lo más retardatario y cavernario en materia de derechos. ¿Se imaginan sus sentencias?

Las mujeres sabemos que el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos ha sido una lucha permanente contra todo tipo de poderes en donde se manifiesta el patriarcado; llámense jueces, iglesias, Estado, familia, etc; y que esa lucha implica estar alertas para no permitir retrocesos. Nosotras vamos a seguir resistiendo y a seguir empujando. Ahora es contra los antiderechos –que dicen llamarse pro vida-, pero mañana ya veremos. Ahí seguiremos. Es lo que tienen las brujas, unas mueren y otras nacen, así nos hemos multiplicado y sobrevivido a los inquisidores y al exterminio colonial. Sí, somos y seguiremos siendo las mismas brujas.

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