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Egipto declara la guerra ‘cultural’ al islamismo radical

En Egipto el conflicto contra el auge del islamismo no sólo se libra en los campos de batalla. El presidente Abdel Fattah al Sisi ha puesto en pie de guerra a todo el aparato del Estado para frenar a los islamistas, también en el frente cultural. Una prueba de ello la encontramos en la Feria del Libro que acaba de celebrarse en El Cairo

Egipto vive una creciente inestabilidad tanto en la zona continental como en la península del Sinaí, donde los grupos yihadistas mantienen en jaque permanente a las fuerzas de seguridad, una situación de atentados continuados desde el golpe de Estado de julio de 2013 que ha conducido a una represión sin precedentes en todo el país.

El viernes el ejército anunció la muerte de 27 yihadistas en un bombardeo aéreo en el Sinaí. Eran milicianos de Ansar al Maqdis, una organización que se acaba de afiliar al Estado Islámico con el nombre de Wilaya Sinaí (Distrito del Sinaí). El ataque revela con claridad que Abdel Fattah al Sisi se ha quitado los guantes para luchar sin concesiones contra el floreciente fenómeno yihadista.

Pero no es solo el presidente Sisi quien se ha embarcado en la cruzada, sino todo el aparato del Estado. Las televisiones locales, por ejemplo, lanzan continuamente campañas contra los islamistas del tono “prevaleceremos ellos o nosotros”, y lo mismo ocurre en la radio y la prensa, de manera que los noticiarios se tornan a menudo en auténticos partes inflamados de retórica antiislamista.

El jeque Ahmad Tayyib de la Universidad de Al Azhar, el centro religioso del país por excelencia, acaba de hacer un llamamiento “a la muerte, la crucifixión y la amputación de manos” de los yihadistas. Numerosos clérigos le han imitado siguiendo, según todos los indicios, las indicaciones del presidente Sisi, especialmente a partir de la quema del piloto jordano Muad al Kasasbe.

Egipto también ha declarado que Hamás es una organización terrorista, lo mismo que los Hermanos Musulmanes, algo que está en la línea de la lucha antiislamista adoptada tras el golpe de hace año y medio.

El presidente Sisi ha dicho que él mismo está dispuesto a sacrificar su vida en esta lucha sin cuartel en la que no hay vuelta atrás, que la población del país sigue con el alma en vilo y en la que se ha volcado todo el aparato del Estado sin excepción.

Una buena prueba de ello ha sido la Feria Internacional del Libro que acaba de celebrarse en El Cairo bajo el lema de “Cultura y renovación”, donde la palabra “renovación” se refiere a la religión, y cuyas reuniones principales se han dedicado justamente a debatir el papel de la religión musulmana en una sociedad moderna.

De entrada, el recinto de la Feria se decoró con numerosas fotografías del egipcio Mohammed Abduh, muerto en 1905, quien dedicó su vida a renovar los fundamentos del islam en la época que le tocó vivir. La elección de la imagen de Abduh, su recuperación intelectual, no es de ninguna manera casual en el contexto de la sociedad egipcia de nuestros días.

Tampoco es casual que el encuentro estrella de la Feria, que justamente se ha titulado “Hacia un nuevo discurso religioso”, haya tenido como principal ponente al célebre poeta sirio Adonis, de 85 años, perenne candidato al premio nobel de Literatura desde 1988 y considerado el mayor poeta árabe vivo.

En su intervención, el alawí Adonis, que vive en el exilio desde hace casi sesenta años, lamentó que en el mundo árabe no haya cuajado ningún discurso renovador y acusó de esta situación a “los regímenes, los intelectuales y los pueblos” sin distinción.

En más de uno de los debates se ha discutido acerca del valor actual de los libros religiosos escritos en el pasado, sin mencionar el Corán, por supuesto, pero sí los textos de los pensadores más significativos que han reflexionado sobre religión y política en todas las épocas.

Muchas voces han puesto en cuarentena textos que son esenciales para el Estado Islámico. Nayih Ibrahim, un exdirigente de los Hermanos Musulmanes, que ahora es una organización terrorista, ha sostenido que aunque los libros religiosos del pasado “son muy, muy importantes”, no hay que olvidar que se escribieron en un contexto distinto y que se dirigían a los contemporáneos de sus autores.

Según Ibrahim, es preciso leer los libros del pasado y “coger de ellos lo que es apropiado para nosotros, desechando lo que no es apropiado”. Este razonamiento ha estado vigente durante mucho tiempo en el mundo musulmán y no todos los lectores de los libros antiguos se ponen de acuerdo en la importancia de esos textos para el hombre contemporáneo.

Las referencias al controvertido teólogo Ibn Taymiyyah son constantes en las informaciones que se dan sobre el Estado Islámico en todo el mundo árabe, y no podían faltar en la Feria del Libro de El Cairo. Muerto en Damasco en 1328, Ibn Taymiyyah es un precursor del movimiento salafista y sus textos son un referente inexcusable con todo lo que tiene que ver con el islamismo radical.

El argumento que ha utilizado Nayih Ibrahim es el siguiente. Por una parte es cierto que los textos de Ibn Taymiyyah son a veces muy radicales, pero no se ha de olvidar que el contexto en el que se escribieron era muy diferente del de nuestros días. Además, dentro del vasto corpus del islam es fácil hallar a otros muchos pensadores que han opinado de manera contraria. “¿Por qué el Estado Islámico se limita a seleccionar deliberadamente los textos que le interesan y no el conjunto de todos los textos?”, se ha preguntado Ibrahim.

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