Los libros de texto de la nueva asignatura permiten la enseñanza de las ideologías más dispares
Los libros de texto que servirán de apoyo para la enseñanza de Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos -que se estrena este curso en tercero de secundaria en siete comunidades autónomas- ofrecen tal diversidad ideológica que permite adaptarla al ideario de cualquier colegio, incluso al de aquellos que discrepan abiertamente del decreto de contenidos elaborado por el Ministerio de Educación. A pesar de ello, algunos sectores muy conservadores mantienen levantada el hacha de guerra contra la asignatura. No así los responsables de los colegios religiosos concertados, que ven compatible la enseñanza de Ciudadanía con sus conciencias de católicos.
Un total de 218.000 adolescentes de 14 y 15 años estrenan este mes la asignatura de Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos. Lo harán en siete comunidades autónomas: Andalucía, Aragón, Asturias, Cantabria, Cataluña, Extremadura y Navarra, ya que la Ley Orgánica de Educación (LOE) permite una entrada gradual -entre este curso y el próximo- a los contenidos de la asignatura más polémica de la historia educativa reciente. Los sectores más conservadores de la sociedad, con el PP y la Conferencia Episcopal al frente, auguran daños morales para el alumnado si la asignatura se imparte tal y como la ha diseñado el Gobierno de Rodríguez Zapatero.
¿Es Educación para la Ciudadanía el nuevo "catecismo socialista", como la definen sus detractores? ¿O tiene razón la vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, cuando asegura que su objetivo es "difundir y preservar los valores democráticos?". La lectura de algunos de los libros de texto más demandados por los colegios evidencia que, dependiendo de la editorial, en Educación para la Ciudadanía cabe un amplio abanico de postulados morales, que van desde el rechazo frontal al aborto, la descalificación de la laicidad o la negativa a reconocer el matrimonio homosexual hasta la defensa de una sexualidad libre, la información detallada sobre la píldora del día siguiente o las críticas a la Iglesia católica por considerar una "perversión" el amor entre personas del mismo sexo.
Los capítulos dedicados a cuestiones ideológicamente neutras, como la lucha contra el acoso escolar, la descripción de las instituciones democráticas o la necesidad de preservar el medio ambiente reciben tratamientos muy similares en todas las editoriales. Tampoco se aprecian diferencias a la hora de abordar la necesidad de pagar impuestos, las desigualdades de la globalización o la prevención de riesgos para los jóvenes.
Los manuales de Octaedro, Algaida y Laberinto conceden mucha importancia a la educación vial, al igual que Anaya, que describe el tráfico como "el enemigo más peligroso de los jóvenes". La editorial SM opta por alertar sobre las secuelas físicas y mentales del consumo de cannabis y Santillana pone el acento en la solidaridad en cualquier ámbito de la vida. Todos los textos recurren a ejemplos que ayudan a los escolares a situarse en el lugar del otro, y ninguno escatima espacio para trasmitir la necesidad de ser tolerantes ante las diferencias de raza o creencias.
Los textos tratan de trasmitir también a los alumnos un fuerte sentimiento de dignidad personal, tanto propia como ajena. El libro de la editorial SM, dirigido por el filósofo José Antonio Marina, recupera un relato de Erich Fromm para dejar claro que "el autodesprecio es el comienzo de la sumisión". El manual del autor de La inteligencia emocional intenta inculcar en los adolescentes sentimientos positivos para obtener tanto felicidad personal -"plenitud para desarrollar el proyecto de vida"- como felicidad política, la derivada de "un país justo". No siempre se plantean metas tan elevadas.
El manual de la editorial Octaedro, amenizado con cómics y letras de canciones, desciende hasta detalles cotidianos como enseñar a los escolares a descifrar una factura y hacer valer sus derechos como consumidores. O incluso advertirles de que ver una película europea responde a una "concepción plural y diversa" de la cultura, pero ver una película americana se engloba en su "concepción restrictiva y homogeneizadora".
Pero cuando de verdad se aprecian las divergencias entre los manuales de Educación para la Ciudadanía es bajo los epígrafes que se refieren a las emociones, el amor, las creencias o la sexualidad. La mayoría de los textos limitan la religión a la esfera privada, y hay quien cita a Jesucristo en pie de igualdad con Gandhi, Mahoma, Buda, Teresa de Calcuta, Francisco de Asís y Rosa Parks, pionera de los derechos humanos en Estados Unidos, en una relación de "personas que son ejemplo de bondad y construcción de relaciones de solidaridad y reconocimiento mutuo". (Editorial Algaida). Otros textos recuerdan las guerras originadas o azuzadas por las creencias religiosas. El manual de la editorial Casals afirma por el contrario que "la religión ayuda a las personas a ser buenos ciudadanos, ya que fomenta valores positivos para la convivencia democrática como la honradez, la paz y la solidaridad". Y aprovecha las aulas para lamentar que "a veces se interpreta la no confesionalidad del Estado como una prohibición de la religión en la vida pública (…) Esta interpretación hace que a menudo las opiniones de los creyentes en materias que afectan a la sociedad sean menospreciadas bajo el pretexto de que responden a convicciones religiosas y, por tanto, no tienen cabida en una sociedad laica. La marginación de la voz de los creyentes es injusta y poco democrática y favorece una imposición ideológica por parte del Estado". Este mismo manual, que cuenta con la colaboración del catedrático de psiquiatría Enrique Rojas, condena taxativamente el aborto, niega el matrimonio homosexual, y afirma que "en la búsqueda del sentido de la vida… Dios está a la vista".
Nada que ver con las reflexiones de Fernando Savater, prologuista del texto de la Fundación Cives, presidida por el diputado socialista Victorino Mayoral y editado por Laberinto. El filósofo vasco llama la atención sobre la presencia de la asignatura de religión en el bachillerato y comenta que responde a "un contorsionismo oportunista que antes o después -mejor antes- habrá que revisar definitivamente".
En un firme alegato contra el sectarismo, Savater previene a los jóvenes, "antes de que los padezcan", de la necesidad de defenderse de "dos de los peores y más frecuentes sectarismos de nuestro espectro político: el clericalismo, por lo general apoyado electoralmente por la derecha, y el nacionalismo, apoyado también por lo general electoralmente por la izquierda". Savater pide además que tal precaución no se demore: "Luego puede ser ya demasiado tarde".
Tan variado abanico de opiniones hace posible, en opinión de los defensores de la asignatura, que ésta pueda ser impartida en clase sin violentar las conciencias de alumnos, padres o profesores. Así lo entiende el sacerdote Manuel de Castro, secretario de la Federación Española de Religiosos de la Enseñanza (la patronal de los colegios católicos concertados), para quien al menos tres manuales de estudio -los editados por Santillana, Edebé y SM- son perfectamente asumibles para los creyentes. De Castro puntualiza que probablemente otros libros de texto también lo son, pero su reciente salida al mercado no ha permitido aún una lectura sosegada de los mismos. "No comprendo la oposición de algunos a la asignatura. Basta con que elijan el texto y el profesor adecuado", comenta. "A fin de cuentas no hay que negar situaciones que existen en la vida real. Ni guardar silencio en clase sobre determinadas tendencias sexuales que luego los chicos ven reflejadas como "guays" en las series de televisión", reflexiona.
Isabel Bazo, la presidenta de la patronal católica de centros privados, la CECE, niega validez a cualquier manual porque niega el concepto mismo de la asignatura. Aunque aprecia las diferencias entre unos y otros. "El libro editado por Casals nos parece que puede ser aceptado ideológicamente por cualquier familia española. Los de Octaedro o Algaida, en cambio, son de todo punto inadmisibles".
De similar opinión es Jaime Urcelay, el portavoz de Profesores por la Ética, activo movimiento social contra la asignatura. Urcelay destaca "las filigranas de muchos manuales para no agredir las creencias más íntimas de los católicos y seguir al mismo tiempo el decreto de contenidos del Ministerio de Educación".
Estas filigranas no son necesarias para los responsables del ministerio. "Cada uno ha adaptado la asignatura a su manera y es lógico que muestren divergencias en una sociedad plural como la nuestra. No tiene importancia. Lo relevante es que cada centro puede elegir el texto que más le guste", zanja el secretario general de Educación, Alejandro Tiana.
Amores eternos, pero no tanto
El amor puede ser eterno, pero a veces no dura siempre. Tal vez por eso algunos textos tratan de preparar a los jóvenes para superar las rupturas amorosas. La editorial Santillana plantea esta reflexión: "¿Qué cosas o personas te pueden ayudar a superar las rupturas?". En Octaedro, más expeditivos, trasmiten a los alumnos que en cuestiones amorosas nada es tan dramático como parece: "El amor se puede acabar y llegar el desamor. Lejos de sentirnos frustrados, hemos de reaccionar y asimilar que existe siempre más vida, que hay más felicidad esperándonos en cualquier lugar. Y cuando superemos los fracasos, conseguiremos mayor seguridad en nosotros mismos", dice el texto de la editorial catalana. El filósofo José Antonio Marina (SM) incluye entre los grados del enamoramiento aquel en el que "se echa mucho en falta a otra persona cuando está lejos, pero no la aguantamos de cerca, o nos aburrirnos con ella".Tales matices no se aprecian en la severa exposición de la editorial Casals. "La palabra amor está falsificada en la actualidad debido al abuso, la manipulación y la adulteración", asegura el psiquiatra Enrique Rojas. "Hay que impedir a toda costa -todavía estamos a tiempo- que este término se trivialice y entre a formar parte del materialismo imperante".Pero que no crean los jóvenes que les resultará fácil distinguir el amor auténtico del adulterado. "Una gran mayoría de amores tienen poco de amor", avisa Rojas. "Hay pasión, deseo, interés, empeño o una atracción física y sexual… Pero no es verdadero amor". La clave está para el autor de Adiós a la depresión, en "conducir a la verdad a la persona amada".