Resumen: Las actuales democracias occidentales se caracterizan por su diversidad cultural, religiosa y de convicción. También, por contextos socioeconómicos difíciles, con elementos de cohesión social debilitados y desigualdad estructural. Es ahí donde aumenta la crispación y los fenómenos de intolerancia, segregación, discriminación e incidentes violentos, así como fenómenos de desafección de la propia democracia con crecientes muestras de autoritarismos y populismos. Ante tales peligrosas dinámicas, es preciso reforzar factores de cohesión social. Entre ellos, el de la educación, pues las competencias democráticas e interculturales, que cuentan también con una dimensión religiosa y de convicción, no se adquieren de manera automática; deben aprenderse y practicarse. La gestión intercultural de la diversidad parte del conocimiento y respeto de contenidos mínimos comunes, esenciales para la cohesión social y que el sistema educativo debe transmitir. Sobre esa base, es preciso garantizar ámbitos para el ejercicio legítimo de la diferencia, respetando en sus manifestaciones, el orden público protegido por ley. Consideramos que las competencias democráticas e interculturales deberían integrarse en las materias objeto de estudio. Corresponde a los poderes públicos, contando con la comunidad educativa, programar la enseñanza y sus contenidos, aspecto que no está exento de controversia. Analizaremos las previsiones curriculares vinculadas a la transmisión de competencias democráticas e interculturales. Entre ellas la educación en valores cívicos y éticos, y la enseñanza de la religión, en su dimensión no confesional.
Las objeciones de conciencia en las Américas · por Javier Martínez-Torrón
Resumen: La finalidad de este trabajo es proporcionar una visión de conjunto de cómo se abordan en el…