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Educacion para la ciudadania

Se vuelve a suscitar el debate por un tema que roza la moral, entre quienes defienden los contenidos de Educación para la Ciudadanía y otros grupos, a los que se le suman numerosos obispos, quienes sí ven en la medida del Gobierno un intento de adoctrinamiento izquierdista. Existen colectivos y pastores diocesanos, entre los que incluyo al titular de la silla de Osio, desde los que se suscita a las familias para que defiendan sus convicciones morales frente al Estado, el cual estaría intentando vulnerar sus derechos.

Por lo que he leído al hacerse escuchar como pastor, monseñor Asenjo Peregrina suscribe el juicio global de la CEE. Y ello se ve cuando viene a afirmar que "Esta Educación para la Ciudadanía… es inaceptable en la forma y en el fondo: en la forma porque impone legalmente a todos una antropología que solo algunos comparten y, en el fondo, porque sus contenidos son perjudiciales para el desarrollo integral de la persona". Por ello, a su juicio, "los padres harán muy bien en defender con todos los medios legítimos a su alcance el derecho que les asiste de ser ellos quienes determinen la educación moral que desean para sus hijos".

Muy beligerantes me resultan sus palabras que, como las de otros, parecen incitar a la objeción sin dejar en su argumentario espacio alguno para un amplio margen ético que pudiera ser compartido por los afectados. Desde mi posición cívica, sí quisiera recordarle a nuestro obispo y a otros más que como él así piensan que no creo que se pueda poner en cuestión el derecho que le asiste al Estado a la hora de hacer propuestas para formar a buenos ciudadanos. Entre otras razones, porque la nueva asignatura tiene como objetivo el pleno desarrollo de la personalidad del escolar, en referencia a principios de convivencia, derechos y libertades fundamentales. Un objetivo loable que bien habría que velar para que fuera asumible por todos, sea cual fuere su ideario o proyecto educativo, dentro de nuestra propia Carta Magna. Por ello, ya son muchos los colegios de la FERE que no ven problema para impartir la nueva materia propuesta para el próximo curso escolar. No son pocos a quienes les gustaría ver una Iglesia más abierta al diálogo, en lugar de observar cómo nos riñen de forma permanente a propios y extraños, cuando de lo que se trata es de dar respuesta a los problemas del mundo actual.

Estoy convencido de que si algunos de los que se oponen a esta materia hubieran leído los contenidos de los textos editados seguro que no hubieran podido negarse a que se impartieran. Entre otras cosas, porque entenderían que la escuela sí tiene la obligación de educar en todo cuanto la sociedad les demanda. ¿Quién ha dicho que en ella no se puede ni se debería formar la conciencia moral? Como afirmara José Antonio Marina , existe un campo para la moral privada y otro también para la social. Y de ello es de lo que se trata ahora, de dar principios ético cívicos basados en los propios derechos humanos, por cierto aún no ratificados por la Iglesia desde su promulgación. Ya antes de que aparecieran los temarios, los jerarcas católicos venían mostrando su oposición, por ver una forma más de limitar la enseñanza de la Religión. Y nada está más lejos de la realidad, como se viene demostrando con los hechos. El planteamiento de la asignatura es de pura ética, que habría de valer para las morales de las diferentes confesiones. Tal vez, por ello, existan obispos que no han podido ser tan rotundos en sus planteamientos, habiéndose posicionado a favor de esta nueva materia. Porque, como se defiende desde la Coordinadora de Comunidades Cristianas Populares, los contenidos son válidos para todos y en modo alguno son "contrarios a la fe cristiana que muchos de los que hacemos esta reflexión profesamos". Conviene apelar a la convicción de cada uno. Creo que la objeción de conciencia, a la que se nos invita desde determinados sectores de padres y del episcopado, lo único que acarreará serán más problemas para los propios educandos. El Estado no es ningún formador de conciencias como dicen los mitrados, pero en los tiempos que corren, con multitud de culturas y creencias varias o no, bien hace en hacer frente a la diversidad enseñando una educación en valores, basada en los derechos humanos, igual para todos, tal y como se nos recomienda desde la UE. Hoy no resulta posible hablar de problemas sin tener en cuenta la educación y los valores que se vienen imponiendo en el orden internacional. Sólo conectando unas y otras dudas, seremos capaces de ver la luz en este asunto y así poder evitar el deterioro de la convivencia que ya se viene produciendo en otros lugares de nuestro entorno. Hay que apoyar, como afirma García Santesmases , la tolerancia, la libertad de conciencia, la autonomía moral y cuantos valores ilustrados tanto dieran a nuestra sociedad. La Iglesia de siempre se reservó para sí la tarea de imponer su propio criterio moral, como el único posible que responde a la verdad. Por ello, desea ahora aparecer como depositaria exclusiva de la moral, volviendo a plantear que la cultura laicista está cultura y socialmente agotada. Y, sinceramente, nada se halla ahora más lejos de la realidad.

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