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Educación, ¿mercadeo, exclusión y poco criterio? · por Antonio Martínez Lara

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Perdóneme quien lea este escrito, y es que hoy tengo un día especialmente cenizo-cuándo no tose se dirá más de uno- pero es que se me amontonan mensajes desoladores. Empecé yendo al cine a ver Oppenheimer, esa peli en la que se entreveran el belicismo con un pacifismo desnortado. De propina previa me llevé la publicidad de tres colegios que se ofrecen tres lugares de lo más encantador para la chiquillería local. Ni que decir tiene que no falta un centro de las Escuelas Católicas, que por lo el dinero público y que pese, a la posible ayudita y a su ideario de concertado, se nos ofrece como… ¿público? Por cierto que como es “más que una escuela” de allísalen varias procesiones de su propio santoral a lo largo del año, por un callejero así también bautizado. Alguna vez he comentado a una familia con su prole allí matriculada, mi opinión al respecto. Él me explicó su irreprochable lógica de ser el más cercano a su casa y de los cuidados de la familia para reparar los innegables excesos píos. Me recordaba que efectivamente la dirección trataba de captar alumnado, a ser posible de “familias bien” aunque vivan en el quinto pino y sus coches vengan a perfumar nuestro ambiente con el humo en nuestra empantanada.

Ya había apartado algo el cabreo, cuando encuentro en elDiario.es del 10-3-24 una encuesta sobre si la educación mejora o empeora. El periodista Sánchez Caballero ofrece una detallada información sobre el trabajo de la Fundación COTEC que me engancha, como docente que no renuncio a jubilarse como debiera. Así que leo con la máxima atención y aprecio que la exploración en general está bien hecha, si tenemos en cuenta lo que de ella pueda pedir la sociedad y los distintos sectores implicados. Y veo que, aunque la cosa va a peor, nadie es más responsable del posible desaguisado. Quizá sea como decían en mi pueblo que “entre todos las mataron y ella sola se murió”, aunque yo no me lo creo así, pues el 52% dice que va a peor. Y es que puede ser algo más grave: que la sociedad como tal no se mete en honduras, para qué preguntarse hacia dónde va, y qué persona convenga para ese viaje. ¿Alguien con criterio y responsabilidad, o uno o una vivalavirgen que se acomoda al último mensaje que sopla? Y es que habla de preparar a nuestras criaturas para el futuro. Y, me parece a mí, que el futuro no está para chiquilicuatres. Sin olvidar tal mosqueo, veo que el equipo encuestador dice: “Tenemos que mejorar significativamente cómo contamos qué hacemos en el sistema. Los datos avalan que tenemos un buen sistema educativo, que tenemos un buen profesorado. Pero la verdad es que no cala. Quizá deberíamos platearnos cómo hacemos pedagogía de nuestro trabajo”. Yo no me resigno a hacer otra lectura de los datos, para compartirla después con Ainara Zubillaga.

Mirando por los apuntes que acertadamente presentan al principio, creo que hay ahí aspectos, desde mi punto de vista, fundamentales a profundizar antes de seguir. Dice que hasta el 74% de quienes observan el proceso detectan como gran problema el malestar de una parte del alumnado en el sistema escolar y desde los primeros niveles. Es más, y que una gran parte observan que eso molesta al resto. Por ahí, empiezo a intuir la necesidad de un enfoque sociológico en el que no han de faltar elementos de clase social en el malestar escolar y entorno. ¿Se ha escarbado lo suficiente entre las diferencias entre quienes se siente bien o no dentro de sistema escolar? Parece que no se tiene demasiado en cuenta el tipo de persona que la sociedad se dice estar preparando, para un futuro incierto sin valores prometedores. También en el sistema escolar se imita el mercadeo de la nota o el título-que como el dinero y el favor ayudan a aliviar algún conflicto. Lo del amor al saber y a la verdad Importa menos y se entroniza el parecer en lugar que el ser. La inmediatez excluye-que me esperan- la comprensión profunda de la realidad con sus relaciones de causa y efecto. Tanto es así que, amplios sectores y generaciones de la sociedad no son conscientes de los cambios en la familia, en el sistema escolar y mediático, y por ello no atinan con las nuevas funciones a desempeñar a qué esperar en la nueva situación. Ante eso: exculpación general: familia, escuela, administración y qué valores van colando.

Dejo a un lado el asunto por otro más endiablado si cabe. La Junta de Andalucía manda a los centros instrucciones para que se incluya en el currículum la semana que se nos echa encima. Anda por si era poco la Fundación Villavicencio apadrinada por PP y VOX que adoctrine al personal menudo sobre la ETA. Nada, si a eso se añade que los Obispos del Sur se van animando a imitar al decidido don Demetrio de Córdoba para visitar los centros como su casa, ya tenemos la ciudadanía que necesitamos para el negro futuro. Yo no le arriendo la ganancia al personal docente. En cuanto al alumnado, se maneja con algún acoso, le hace “caso” al adoctrinador de religión, a la vez en la familia se ve bien el aborto, el matrimonio homosexual, aunque se hagan cruces sobre creación o la evolución. Lo más probable que acaben en un gran descreimiento más allá de la pela. En fin, acabo exagerando las tintas, pero el cenizo de estos días no mejora. Me duele por las generaciones que vienen y el personal docente que, aunque ahora se libre con la amnistía general, las secuelas de tanto renuncio las tendrán más cerca. Lo de la sociedad, eso es otra historia, y hoy ya me duele mucho la cabeza para seguir con tanta educación inclusiva.

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