Una sentencia avala que los afectados por las prácticas de los Testigos critiquen el control que la congregación ejerce sobre sus fieles, mientras que otra resolución condena a una de esas víctimas por definir a la confesión como una “secta peligrosa”
La batalla judicial que antiguos miembros de los Testigos de Jehová mantienen con la congregación a la que pertenecieron ha pisado el acelerador en las últimas semanas. La sentencia que ha reconocido el derecho a criticar en público las prácticas de “control” que los Testigos ejercen sobre sus fieles y el “ostracismo” al que someten a los que abandonan, ha dado alas a la asociación de afectados, que hace unos días anunciaba una batería de medidas para denunciar su situación. Pero las víctimas se han encontrado con dos sentencias contradictorias: pocas semanas antes, otra resolución condenaba a uno de sus dirigentes a indemnizar con 5.000 euros a los Testigos por referirse a la congregación como una “secta peligrosa”.
Los dos pleitos han analizado asuntos muy similares. El que ha terminado con la victoria de los afectados, conocido la semana pasada, giraba en torno a la existencia misma de la Asociación Española de Victimas de los Testigos de Jehová, sus estatutos y sus quejas. El que ha terminado en derrota en un juzgado distinto no parecía muy diferente: las declaraciones de uno de sus portavoces durante la presentación de la Asociación en marzo de 2019.
La sentencia que rechazó la demanda de honor de los Testigos contra las víctimas recogía casi 70 páginas de argumentos a favor de su libertad de expresión, valorando que sus críticas son veraces, documentadas y, en la mayoría de los casos, basadas en testimonios de afectados.
“Aunque sea molesta y profundamente hiriente, la existencia de la Asociación ha de tolerarse”, dijo la magistrada de Torrejón de Ardoz. Afirmar que los testigos actúan como una “secta”, reconoció la jueza, puede ser “desagradable, incluso hiriente, para los fieles” pero es una “crítica legítima”. La congregación ha anunciado que recurrirá esta sentencia, que entre otras cosas rechaza su petición de ser indemnizada con 25.000 euros.
Para llegar a esta conclusión, la magistrada tuvo encima de la mesa una decena de testimonios de afectados que relataron las consecuencias de salir o ser expulsado de la congregación. O de denunciar abusos sexuales en el seno de los Testigos. O de ser acusado de no ir lo suficiente a las reuniones de la confesión. Ostracismo, abandono familiar y problemas psicológicos, detallaron varias personas sujetas a la obligación de decir la verdad en sede judicial.
A pocos metros, dentro del mismo edificio judicial, otro magistrado estudiaba un caso similar y llegaba a una conclusión distinta. Los Testigos habían demandado por lo civil a Enrique Carmona, otro de sus antiguos miembros, porque en la presentación de la Asociación se refirió a ellos como una “secta peligrosa”. El juez, en su sentencia, lamenta que un juicio por unas declaraciones concretas se haya transformado en un debate sobre las creencias de esta congregación.
No todas las frases de Carmona resultan ofensivas para el juez, y de hecho la sentencia reconoce que “cuando una persona deja de ser miembro de los testigos de Jehová, el resto, en mayor o menor medida, dejan de tratarle socialmente, incluso de palabra y entre familiares”. Pero llamarlos “secta peligrosa” no pasa el filtro de esta sentencia: “Atenta contra la consideración pública que posee toda confesión religiosa legalmente reconocida por el Estado, como es el caso”. El resultado es una indemnización de 5.000 euros que Carmona debe pagar a los Testigos.
“Yo nací en la verdad”
Las dos sentencias son recurribles y serán examinadas en los próximos meses por la Audiencia Provincial de Madrid. Podrán, incluso, llegar a la mesa de la Sala Primera del Tribunal Supremo. Pero su presencia se hace notar en la comparecencia en la que la Asociación de Víctimas ha anunciado que pasa al ataque y que contactará con el ministro Félix Bolaños para pedir cambios legales “contra la presión coercitiva”. Se cuidan mucho, en dos horas de rueda de prensa, de no mencionar la palabra “secta” y de no dejar de destacar que los Testigos son una confesión legal en España. También que no buscan su desaparición.
Son conscientes de que la siguiente batalla es en la Audiencia Provincial, y que es importante, fiando su capacidad de denuncia a tener un aval judicial para poder relatar sus vivencias sin miedo a terminar en el banquillo. “Tenemos que tomar medidas, avalados por esta sentencia”, dice Israel Flores, presidente de la asociación.
Flores aprieta fuerte los labios para no romper a llorar cuando relata que él es el responsable de que sus hijos sean Testigos. También cuando relata cómo su padre, hace años, le abordó en la calle Arenal de Madrid para, “con la cara roja”, llamarle “apóstata”, como si no hubiera insulto. En ese momento una mujer, también antiguo miembro de la congregación, rompe a llorar. “Mi padre me ha hecho lo mismo”, dice. Otros asistentes asienten y se señalan el pecho cuando los portavoces relatan alguna situación con la que se sienten identificados.
Carlos Bardavío es el abogado que ha defendido a los afectados en ambos procedimientos judiciales y da una importancia capital a la sentencia que desestima la demanda de los Testigos. “Nos abre la vía para posibles reclamaciones civiles y penales”, afirma.
Las felicitaciones por la reciente victoria judicial se solapan con largas explicaciones sobre el origen de los Testigos, los Estudiantes de la Biblia de Charles Russell, el dinero que afirman que “mueve” la congregación y la expresión que, afirman, les persigue toda la vida: “Yo nací en La Verdad”. “No, no… tu naciste en la mentira”, corrige Flores.
Carmona, condenado a pagar 5.000 euros a la confesión religiosa de la que huyó después de toda una vida, relata que la asociación nació de “un grupo de WhatsApp” donde antiguos Testigos ponían sus lamentos en común. Y resume en una frase la pelea judicial de la que depende su capacidad de denuncia: “Vamos a seguir haciendo nuestra labor hasta que la Justicia nos paralice”.