Si, en un Estado islámico, parte de mis impuestos fueran, contra mi voluntad, destinados a fomentar el islam, me sentiría violado en mi bolsillo y mi conciencia; pero los musulmanes estarían de acuerdo, con buena conciencia: para ellos no hay separación entre la religión y el Estado. Pero en un Estado aconfesional, usar esos impuestos para fomentar la religión cristiana sería una estafa añadida; como el que los cristianos aprobaran esa conducta estatal, pues Jesús nunca vivió de impuestos y dijo que su reino no era de este mundo. Mi indignación este año ante esa descarada estafa es también doble, porque al 0,7 del impuesto sobre la renta para la Iglesia católica (que señalan algunos, pero pagamos entre todos), y a los diez mil millones de euros anuales que salen del conjunto de las arcas públicas -por la vía de desgravaciones y similares-, se añaden en 2011 unos 50 millones (que serán muchos más en Valencia) para una visita del Papa a Madrid, cuando a Jesús le bastó un borrico prestado para visitar triunfante Jerusalén.
La laicidad, por desgracia, no es importante para los partidos políticos · por Ximo Estal Lizondo
Todos los partidos políticos, de todos los espectros ideológicos en sus estatus y en sus actuaciones, el tema…