Dios más promesa de recompensa y más espíritu militar, igual a explosión contundente. Hubo un tiempo en el que esta enfermedad infantil afectó también a los cristianos.
Que haya muchos partidos políticos no implica pluralismo, pues puede ser que todos digan lo mismo. De hecho, es lo que ocurre en Pakistán, según ha puesto al descubierto el asesinato de la exprimera ministra de Pakis- tán, Benazir Bhutto El tópico manda atribuir los crímenes a los seguidores de Osama bin Laden, porque son muchos los grupos cortados por el mismo patrón: son integristas y aspiran a implantar en este periodo de vida terrenal las leyes de Alá y de Mahoma, su profeta, y su pulso no temblará si su doctrina se ha de imponer a sangre y fuego entre los que no piensan igual.
Por el nombre, se diría que son los mismos. Como si hubiera un manual del dirigente islamista, los nombres de los partidos confesionales constan de dos elementos: un término militar y una referencia a la divinidad. Así, los tres grupos radicales más importantes de Pakistán son el Ejército de Mahoma, los Guerreros del Partido de Dios y la Armada de los Puros. En estos últimos, la divinidad aparece más enmascarada. Pero, ¿qué son los Puros, si no los santos del lenguaje islámico, a los que el profeta prometió un paraíso de hurís bailarinas para toda la eternidad de la danza de los siete velos, como recompensa por su vida sometida a las ideas, a los preceptos del Corán?
La violencia no puede extrañar, porque la mezcla de los elementos citados no es más que la fórmula de un cóctel demoledor: Dios más promesa de recompensa y más espíritu militar, igual a explosión contundente. Hubo un tiempo en el que esta enfermedad infantil afectó también a los cristianos. En la lejanía del tiempo, hubo cruzados y en nuestros días ha habido unos belicosos Guerrilleros de Cristo Rey. Desaparecieron. Fue la decisión más sensata que tomaron.