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Dios irrumpe en la campaña electoral

Pocos éramos y parió la abuela. O lo que es casi lo mismo: pocos temas de interés propone la escenografía política electoral, que no contenta con ubicar Venezuela en la piel de toro, que de repente introduce a Dios, Nuestro Señor, a las puertas de la campaña electoral propiamente dicha.

Desde un balcón toledano Mariano Rajoy observa la procesión del Corpus Christi junto a la Enviada de don Emilio Castelar en la Tierra, Dolores Cospedal, la que usurpa un de aproximadamente nobiliario en su apellido. Afirma la nota oficial que la presencia de Mariano era «estrictamente personal», intentado salir al paso de una excusa no pedida por nadie.

Y desde Barcelona -balcón del Mediterráneo por la mañana y Rosa de fuego por la noche- nos llega la noticia, publicada en La Vanguardia (lo que indica que es un artículo de fe), de la conferencia de Pablo Iglesias El Joven en las jornadas que organiza el Cercle d´Economía do se mezclan las derechas, las izquierdas, el mundo académico y los que se disfrazan de noviembre para no infundir sospechas.

Habla Pablo Iglesias, y por lo que hemos visto luce una elegante camisa acompañada de una corbata desenfadada como quien busca un cuarto de kilo de respetabilidad. No importa, el orador enhebra un discurso de contenidos socialdemócratas como queriendo demostrar que no es tan fiero el león como lo pintan. Vamos, que es él quien está ungido por el viejo Pablo Iglesias.

La Vanguardia, que todo lo sabe, nos informa que en un momento dado, alguien -no especifica si es un caballero o una dama, un mánager o un exponente de la nobleza catalana- le pregunta a Iglesias: «¿Cree usted en Dios?»

El moderador -el profesor Antón Costas, de reconocida flema londinense y posiblemente la persona más temperada de la Marca Hispánica- pone los ojos en acento circunflejo. Sin duda porque tan trascendente interpelación puede ser vital para los intereses económicos y políticos de Cataluña. Pero Iglesias no se arredra. Responde sobre la relación entre el Papa Francisco y Dios, Nuestro Señor, aunque al final deja las cosas en una elegante ambigüedad: «lo espiritual es sagrado». Es posible que se le pasara por la cabeza una respuesta a la vallecana manera, esto es, «¿y a usted qué cojones le importa, alma de Dios». Pero era el Corpus y hasta los políticos saben que ese día no se pueden echar votos.

Sea como fuere parece posible que en la campaña electoral entre en liza la cosa espiritual. Y que la llamada a Dios acompañe a Venezuela de manera agobiante. Con lo que mitras y casullas, curas de olla y sacristanes entren a saco bajo los sones del famoso dúo de I puritani, del divino Bellini: «Suona la tromba, intrepido».

Ya lo ven ustedes, el día del Corpus contaminado por la política de casquería. Lo contrario de Granada -una ciudad cerca de Santa Fe– donde el protagonista de la fiesta es la Tarasca, una dama querida que anuncia la moda femenina. De donde inferimos que tan señalada festividad es, en realidad, una alianza entre el arzobispo y el Corte Inglés.

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