Aunque la Grecia clásica y sus pensadores ya iniciaron con la democracia ateniense el concepto de ciudadanía, no fue hasta la Revolución Francesa cuando los individuos que inician la formación de las sociedades modernas se transforman de súbditos a ciudadanos, dejando así de estar diferenciados en función del lugar o estamento en que nacían o se ubicaban, y convirtiéndose, por tanto, en sujetos legalmente iguales. El ciudadano pasa a ser el sujeto político que participa, aunque lo sea a través de sus representantes en la elaboración de las normas y el gobierno de los asuntos públicos.
La ciudadanía es, en primer lugar, un estatus jurídico: ser titular de ciertos derechos, lo que implica también deberes y obligaciones para que todos los ciudadanos pueda ejercerlos y disfrutarlos. En segundo lugar, es una condición política: como afirmaba Aristóteles, lo que define al ciudadano es su capacidad de intervenir en los asuntos públicos y formar parte de las instituciones que gobiernan la ciudad. En tercer lugar, la ciudadanía está ligada a la pertenencia a una comunidad social y política, con la que existe una vinculación dando cohesión y solidaridad al grupo. En un mundo globalizado, como el nuestro, la comunidad local trasciende a un mundo global donde los derechos universales basados en la dignidad de los seres humanos sean la base de una convivencia planetaria.
En las actuales circunstancias, las noticias y los escándalos que nos sorprenden cada día, (aunque cada día nos sorprendan menos), si bien son una minoría, están degenerando la vida pública. Esa clase política, cada día más profesionalizada, es ejemplo de falta de honestidad y de apego a la corrupción, lo que puede llevar a muchos ciudadanos a una apatía por lo público, que terminará favoreciendo la perversa implantación de una ética política en la que lo menos importante es la defensa de LO PÚBLICO, reduciendo el papel de la ciudadanía al mero trámite electoral.
Pero la conquista de la ciudadanía no puede dejarse avasallar por estas u otras circunstancias adversas. La respuesta está en el ejercicio de esa soberanía que hoy legalmente reside en la ciudadanía. Somos sujetos de derechos y deberes, y tenemos la obligación de participar en las decisiones y las normas, así como de formar parte de las instituciones. La democracia se construye participando.
Granada Laica defiende los valores de una ciudadanía plena, de personas libres e iguales, promueve las condiciones jurídicas, políticas y socioeconómicas que impulsen y hagan realidad esos valores de igualdad y libertad, hoy representados en la Declaración Universal de Derechos Humanos. Hemos heredado la lucha por la racionalidad y las libertades de quienes se atrevieron a pensar y soñar sin tutelas divinas. Unos valores basados en las decisiones colectivas de la ciudadanía.
Por ello hemos propuesto a todos los municipios de Granada que, como instituciones que gobiernan la “ciudad”, se comprometan con estos principios de ciudadanía: derechos y deberes iguales, participación… Organizar cada año un acto público e institucional en el que la comunidad básica de residencia, el pueblo o ciudad donde viven, reciba a la nueva ciudadanía que al cumplir sus 18 años se incorpora de forma plena. Una juventud que además de ejercer plenamente sus derechos, será llamada a afrontar las responsabilidades que la vida social comporta. Una juventud que debe ver en este importante acto de civismo un compromiso con la honestidad, la solidaridad, la justicia… es la única esperanza de cambiar el rumbo y afrontar el desafío de ejercer esa ciudadanía conquistada, pero que hay que practicar cada día en el estudio, en el trabajo, en las relaciones sociales, en las instituciones…
Éste año, ése compromiso lo han asumido algunos Ayuntamientos, y al frente se ha puesto la Diputación Provincial de Granada que ha dado el espaldarazo a la idea que los Jóvenes Laicistas de Granada Laica hemos lanzado.
Armilla ya celebró hace unos meses su acto, y ahora lo hará La Zubia, que el próximo día 4 recibirá a su nuevos ciudadanos en un acto institucional en el que les entregará, entre otros obsequios, un libro que hemos propuesto que recoja la Declaración Universal de Derechos Humanos, la Constitución española y el Estatuto de Autonomía para Andalucía, bases jurídicas fundamentales para el ejercicio de nuestras responsabilidades como ciudadanos, y que la Diputación distribuirá de forma gratuita a los Ayuntamientos que quieran llevar a cabo ésta idea. Idea, que como dice Saramago en el prólogo de este libro, se trata de una gota de agua dulce en un océano de escepticismo y de indiferencia, pero que tal vez caiga en la mano de la juventud granadina calmando la sed de un nuevo proyecto de civismo y solidaridad para el futuro que se nos acerca. Creemos con él que puede ser una buena idea y que depende de nosotros, ciudadanos y ciudadanas, ponerla en marcha.
Ése mismo día 4, la Diputación de Granada organiza la "I Fiesta de la Ciudadanía", por la tarde en el polideportivo de Las Gabias. Convirtiendo éstos actos en una auténtica celebración, con conciertos y otras actividades.
En ése gran compromiso que la Diputación ha tomado con nuestra propuesta, y por el cuál nos sentimos muy orgullosos al ver que esa mala imagen de la vida pública realmente corresponde a una minoría, ésta institución ha organizado también el "I Certamen de Premios Ciudadanía Joven", por el que se premia a los jóvenes que tienen como ciudadanos un compromiso con la comunidad.
Los Jóvenes Laicistas de Granada Laica estamos muy contentos de haber participado tan estréchamente con nuestras instituciones en la organización de estas actividades, y estaremos encantados de hacerlo en los años venideros.