En unos días, los tribunales han resuelto de forma opuesta en dos casos similares
En menos de una semana, dos jurados británicos han emitido veredictos opuestos en dos casos similares de suicidio asistido. Ayer, Kay Gilderdale, de 55 años, fue absuelta del delito de intento de asesinato por la ayuda que prestó a su hija Lynn para que pudiera morir.
Lynn, de 31 años, enferma de encefalomielitis miálgica, consiguió inyectarse una dosis excesiva de morfina. Al no provocar el efecto deseado, su madre le administró otros fármacos y finalmente le inyectó tres jeringuillas con aire a través de un catéter para provocarle la muerte. Lynn murió y la autopsia dictaminó que la causa de la muerte había sido la morfina.
La joven estaba paralizada desde hace 17 años. No podía moverse de la cama, era alimentada con una sonda y sólo podía comunicarse con sus padres a través de un lenguaje de signos.
El juez mostró su apoyo al veredicto: "No suelo comentar los veredictos de los jurados, pero en este caso su decisión demuestra que son el sentido común, la decencia y la humanidad los que hacen que sea tan importante un juicio con jurado en casos como este".
La defensa cree que este caso no habría llegado a juicio si la fiscalía hubiera aplicado los criterios aprobados por la Fiscalía General para las acusaciones de suicidio asistido. Sin embargo, el fiscal dijo que estaba siguiendo órdenes de sus superiores.
Otra mujer en una situación similar recibió un veredicto opuesto el jueves. Frances Inglis fue condenada a cadena perpetua, con una pena mínima de nueve años de prisión, por matar con una inyección letal de heroína a su hijo Thomas, también paralizado en una cama.