“Hay una contradicción entre las declaraciones fuertes del papa Francisco y sus acciones” para resolver la crisis de los abusos sexuales en el seno de la Iglesia católica, afirmó a la AFP Anne Barret Doyle, directora de de BishopAccountability.org
Esta organización con sede en Estados Unidos, que reúne y analiza desde hace 15 años información sobre curas acusados de abusos sexuales contra menores en el seno de la Iglesia y los obispos acusados de haberlos encubierto, contribuyó a revelar varios escándalos en el mundo.
Pregunta: Varios escándalos de abusos sexuales han estallado en los últimos años en el seno de la Iglesia católica. ¿El contexto ha cambiado?
Respuesta: Éste es un periodo sin precedentes. Nunca habíamos visto una voluntad tal de pedir cuentas a la Iglesia sobre los abusos en el clero. Y viene del exterior de la institución, de los medios, de los parlamentarios y de los gobiernos. La era de la impunidad de los sacerdotes católicos pederastas está llegando a su fin.
Gracias al movimiento #MeToo, somos más sensibles también sobre el tema del trauma y de cómo se manifiesta. Ahora, entendemos que se necesitan años para que una víctima violada o agredida sexualmente en su infancia pueda hablar o denunciar a su agresor. Gracias a #MeToo, las sociedades entienden mejor cómo los agresores sexuales operan, cómo curas carismáticos o celebridades muy populares pudieron ser predadores sin que nadie lo supiera.
P: ¿Por qué está usted decepcionada de la respuesta del papa Francisco?
R: Algunas de sus declaraciones son espectaculares. En una carta a los católicos chilenos en 2018, utilizó las palabras “cultura del abuso y de la disimulación”, algo destacable. Es también muy útil que haya calificado públicamente los crímenes sexuales del clero de ‘abominaciones’, pero pese a ésto no hubieron reformas significativas.
Hay una contradicción entre las declaraciones fuertes del papa y sus actos. Además ha hecho obstrucción a la justicia varias veces; el Vaticano se niega a transmitir a los fiscales chilenos una copia del informe del arzobispo de Malta, Charles Scicluna (enviado en 2018 para escuchar a las víctimas en Chile, un país sacudido por un escándalo de pederastia), que los ayudaría a llevar ante la justicia a curas pederastas y obispos cómplices.
El papa aún no ha explicado lo que sabía sobre el Cardenal McCarrick (el papa fue acusado por un prelado en 2018 de haber guardado silencio durante mucho tiempo sobre el comportamiento homosexual depredador del excardenal estadounidense Theodore McCarrick, recientemente expulsado de la Iglesia).
El papa también autorizó al cardenal español Luis Ladaria Ferrer (procesado en Francia junto al cardenal Philippe Barbarin y otros por no denunciar las agresiones sexuales cometidas por un sacerdote) a invocar su inmunidad diplomática para no atestiguar en este juicio en enero. Es una señal de que el papa no es sincero cuando promete hacer todo lo posible para poner fin a esta crisis.
En noviembre, los obispos estadounidenses reunidos en su Asamblea Plenaria estaban dispuestos a adoptar medidas limitadas para combatir el abuso sexual, pero en el último minuto, el Vaticano intervino para evitar que se sometieran a votación… Lo que más me entristece es la estrategia del papa de actuar como si tuviera poco poder, cuando sabemos que podría tomar medidas fuertes y rápidas, como enmendar la ley canónica.
P: ¿Qué piensa del trabajo de la red global de víctimas ECA (“Ending Clerical Abuse”), con la que se encuentra esta semana en Roma para llevar a cabo acciones al margen de la cumbre del Vaticano sobre la “protección de menores”?
R: Es un trabajo enorme. Los propios miembros de ECA son sobrevivientes de estos abusos, están muy motivados y convencidos. Muchos son activistas reconocidos en sus países para la protección de los niños y de los sobrevivientes de abuso sexual.
Los verdaderos expertos que saben qué se debe hacer para resolver esta crisis son las víctimas, no los obispos. Los obispos tuvieron varias décadas para solucionar este problema y fracasaron. El Vaticano ha tenido décadas para resolverlo y ha fracasado. Continúan usando los mismos remedios anticuados que son en su mayoría estrategias de comunicación y no un cambio real. Estoy segura de que un día la Iglesia católica llevará a cabo reformas positivas, pero sólo lo hará bajo coacción, cuando se vea obligada a ello por las sociedades civiles. No creo que el Vaticano y los obispos se den cuenta del peligro al que se enfrenta la Iglesia católica hoy en día en muchos países.