El punto siete de nuestra “Carta Europa por la laicidad y la libertad de conciencia”, presentada en el Parlamento Europeo el pasado 30 de junio, expresa que “los desplazados de otros países a cualquier país europeo por motivos sociales, económicos o políticos, gozarán de los mismos derechos, deberes y libertades que los nativos del país de acogida. Siempre prevalecerá el Derecho europeo en materia de derechos y libertades sobre las legislaciones nacionales de origen que los limiten o vulneren”
Como podemos observar hoy en Europa los gobiernos, de forma vergonzante, a pesar de las últimas nimias e insuficientes promesas de acogida, como consecuencia de una potente presión social, siguen incumpliendo varios Tratados Internacionales, además del principio fundamental de solidaridad y justicia social que proclama nuestra Carta.
Desde hace años asistimos a diversas crisis humanitarias de personas desplazadas de sus lugares de origen por diversos motivos, muchos de ellos por cuestiones de graves atentados contra la libertad de conciencia.
Según diversas organizaciones de derechos humanos, entre cuatro y seis millones de refugiados sirios y otros países de esta zona del mundo luchan por sobrevivir en países diferentes al suyo y la cifra seguirá aumentando de no solucionarse esta situación. Pero es que hay más de tres millones de refugiados en el África subsahariana y sólo se ha ofrecido reasentamiento a una pequeña parte de ellos. Y más de un millón de refugiados, hoy, necesitan urgentemente ayuda y apoyo para poder sobrevivir, sin que la comunidad internacional haga prácticamente nada.
Mientras esto ocurre, líderes del mundo y de la Unión europea, con su inacción y pasividad, están condenando a millones de emigrantes-refugiados de varias partes del mundo a una existencia insoportable y a la muerte, al no proporcionarles protección humanitaria esencial y al no parar -urgentemente- estos conflictos.
Desde hace unos meses presenciamos la peor crisis de refugiados y emigración de nuestra era, en la que millones de mujeres, hombres y niños -los que no han muerto todavía- luchan por sobrevivir en el este europeo, como consecuencia de conflictos brutales, atentados a la libertad de conciencia y redes de traficantes de seres humanos.
En esta situación migratoria que estos días es noticia confluyen, además de las graves y complejas responsabilidades internacionales económicas y políticas de todo signo y las propias de la zona, la mutilación brutal de la libertad de pensamiento y conciencia por parte del autodenominado “estado islámico” (ISIS o Daesh) que persigue, tortura y asesina a quienes no participan de su ideología religiosa y política.
Europa Laica exige a los Estados europeos que cumplan con la legislación internacional vigente y no se replieguen a posiciones mínimas en materia de acogida. El abandono por parte del Estado «social de derecho» de sus prerrogativas legítimas en esta materia, es campo abonado para todo tipo de iniciativas caritativas y asistenciales de carácter religioso que, aún cumpliendo una misión humanitaria, da alas a los clericalismos comunitarios y es el germen de la pérdida de derechos y libertades individuales en beneficio de grupos confesionales.
Europa Laica se suma, una vez más, a la llamada de cientos de organizaciones sociales y políticas europeas y de todo el mundo que están alzando su voz para parar esta situación y mostrar la solidaridad política y la justicia social que debe estar presente en estos y otros momentos tan graves.