Llevamos dos días de estúpida polémica, eminentemente española, sobre la presencia de unidades militares en actos religiosos, tales como la procesión del ‘Corpus Christi’. Si vemos la cuestión desde el lado del Estado no tengo ninguna duda que el Real Decreto 684/2010, de 20 de mayo, por el que se aprueba el Reglamento de Honores Militares, es un coherente desarrollo de las disposiciones constitucionales.
Lo que sí me sorprende es que esta reflexión no se haya hecho suficientemente dentro de la Iglesia Católica y que no hayan preguntado si ellos debieran permitir que unidades militares (que no estamos hablando de personas) participen como tales en actos religiosos.
Una procesión es una acción litúrgica católica, es decir, forma parte de uno de los elementos fundamentales de una religión, el culto (junto con el ‘ethos’ y el mito, según la caracterización de Gerd Theissen). La pregunta clave es la siguiente, desde la perspectiva católica: ¿qué aporta la presencia de unidades militares en esa acción litúrgica? ¿hacen mejor la procesión? ¿las unidades militares hacen que el mensaje religioso que la procesión quiere mostrar aparezca más claramente?
Creo que la respuesta negativa, incluso desde una perspectiva religiosa, es también clara. Queda una última pregunta en el aire: ¿por qué entonces permite la Iglesia la presencia de unidades militares en un acto litúrgico católico sin en nada benefician religiosamente a éste y no forman parte de éste?