Dirigentes del PSOE se quejan en una reunión secreta con cuatro prelados del maltrato de la Iglesia a la izquierda
"¿Cómo que no se puede ser cristiano y socialista? Aquí estamos, y sin problemas de identidad". Con estas palabras del presidente del Congreso, José Bono, empezó una reunión el pasado viernes en una casa de retiro de las Madres Javerianas en Galapagar (Madrid) entre cuatro obispos y una quincena de dirigentes y militantes del PSOE. La provocación involuntaria había partido del obispo emérito de Pamplona, Fernando Sebastián, autor de una declaración de incompatibilidad entre ser socialista y cristiano. Ese pronunciamiento llevó a José Bono a llamarle para demostrarle, a él y a cuantos obispos de la cúpula eclesiástica quisieran, que hay cientos de miles de españoles de izquierda que son cristianos cabales y que no se sienten "acogidos" por la jerarquía eclesiástica.
Quedaron, y durante media jornada compartieron almuerzo (canelones, un filete y dos mandarinas), merienda (café con leche y galletas), cuatro horas de reflexión, con alto nivel de discurso teológico y moral, y terminaron con una misa. El ambiente fue "cordial y sincero", "eclesial", no político, y hablaron mucho más los socialistas que los obispos, al ser los primeros los que sentían motivos de queja.
Los obispos hicieron el encuentro muy agradable, según algunos asistentes. Estos añadieron que hubo un cierto reconocimiento por parte de los prelados de que puede haber "cierto desequilibrio" en la atención de la Iglesia en favor de los creyentes afines a la derecha política.
La identidad de los elegidos para la reunión favoreció el clima de diálogo. Junto a monseñor Sebastián, acudió el obispo de la Seo d'Urgell, Joan Enric Vives, de fluida relación con el presidente de la Generalitat, José Montilla (PSC); Atilano Rodríguez, obispo de Ciudad Rodrigo (Salamanca), responsable de los movimientos de Acción Católica, y el obispo de La Rioja, Juan José Omella, considerado del sector más abierto del episcopado.
Estos prelados no se enfadaron cuando uno de los asistentes socialistas manifestó que la Conferencia Episcopal "no tiene en cuenta la pluralidad de la sociedad y sólo representa a la derecha y a la extrema derecha".
Los socialistas se expresaron sin sujeción a rangos jerárquicos. Lo mismo intervinieron el presidente del Congreso o el presidente de la Junta de Extremadura, Alejandro Fernández-Vara que los diputados del ala izquierda del PSOE Manuel de la Rocha y José Antonio Pérez Tapias. También participó el presidente del Partido Socialista de Navarra, Román Felones, y las militantes de base de Castilla-La Mancha, Madrid y Cataluña que acudieron a la cita. Junto a ellas, Juan Francisco Rodríguez, coordinador de Cristianos Socialistas, y su antecesor, Carlos García Andoín. Éste expuso a los obispos su diagnóstico: "Ha habido un cambio de valores, social y cultural en la sociedad española, que vosotros no asumís".
De la Rocha, afín a los pensadores cristianos de la Teología de la Liberación, y Pérez Tapias, ligado a la izquierda clerical en torno a la revista Éxodo, así como el diputado socialista vasco Oscar Seco defendieron ante los prelados la distinción entre principios morales y "principios legales" para toda la sociedad. Luego, entraron de lleno en las leyes del aborto, el matrimonio homosexual y la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Hubo discrepancia total sobre una nueva regulación del aborto y menos beligerancia en el resto. Quedaron en volver a hablar.
Diálogo sin respuesta
La vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, lamentó ayer que la "actitud respetuosa y dialogante" que el Ejecutivo ha mantenido con la Iglesia española "a veces no se ha visto correspondida" por la Conferencia Episcopal. Fernández de la Vega distinguió las relaciones del Gobierno con el Vaticano de las que mantiene con la cúpula de la Iglesia católica.
Admitió que la Iglesia "tiene todo el derecho a intervenir en la deliberación democrática", pero "es a los Gobiernos a los que corresponde aprobar las leyes". En este sentido, recalcó que su Gobierno "piensa mantener una posición de respeto en la diferencia y de lealtad en la discrepancia", consciente de que comparte con el Vaticano "temas comunes" como el respeto a los derechos humanos.