CARTA A LA DIRECCIÓN DEL FESTIVAL DE MÉRIDA
Soy una de las personas que gozó de la exposición fotográfica “Camerinos” y que hoy me siento profundamente indignado porque el fanatismo, la incultura, la ignorancia, el miedo y, en fin, la España de pandereta y sacristía – que glosara nuestro poeta Antonio Machado – se haya impuesto, logrando la retirada de una de las fotografías de Sergio Parra.
La actitud de los integristas católicos es lógica. No saben hacer otra cosa. Les ofende todo aquello que no pueda comulgar con sus prejuicios, les molesta todo acto, imagen o escrito que anime a la provocación, a la crítica, a la reflexión, les aterra simplemente que puedan contemplarse otras cosmovisiones, que otros imaginarios puedan existir, más allá de sus dogmas.
Lo que no comparto – aunque pueda entenderlo – es la decisión de la Dirección del Festival de ceder al chantaje y no comparto, en absoluto, que desde la Presidencia de la Junta de Extremadura se haya respondido a los chantajistas “agradeciéndoles la información” y asegurando “que la imagen ya ha sido retirada”. Pareciera entonces que la actitud de los integristas pueda tener una respuesta positiva desde la administración pública.
Por mí se va hasta la ciudad doliente
Por mí se va al eterno sufrimiento
Por mí se va a la gente condenada
Cuenta Dante Alighiere que estas palabras, de color oscuro, estaban escritas en el dintel de entrada a las puertas del Infierno. Del Infierno trataba la fotografía retirada. Una imagen, una instantánea, de Etxeandía, preparándose para salir a escena en la representación de “Infierno”, la versión de Tomaz Pandur de la obra de Il Sommo Poeta de Florencia.
El infierno somos nosotros. Lo creamos todos los días.
El arte nunca ofende. Solo ofende la ignorancia. Si el arte debe ser encorsetado, si debe responder a las estrecheces de nuestros prejuicios diarios, de nuestros miedos, si debe recorrer las vías de lo políticamente correcto… entonces deja de ser arte. Si el artista llega a la conclusión de que la espada de la censura la va a tener siempre encima, entonces el arte nace muerto y el artista no podrá crear libremente.
No existe el arte “moral” o “inmoral”. Existe el arte. Sin más.
Lamento que la Dirección del Festival haya caído en la trampa de la autocensura. Supone no ejercer la función de amparar la libertad de expresión. Y Sergio Parra tiene todo el derecho a que su libertad de expresión no se vea mermada por nada ni por nadie.
Los criterios religiosos – de una minoría en este caso – se han impuesto a los criterios artísticos.
Es una mala noticia. Para el Arte. Y para sus espectadores, entre los que me cuento.
Asier Etxeandía caracterizándose para “Infierno”
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