La gente que me conoce me ha parado por la calle para decirme sus diversas opiniones, y algunos hasta me han hecho reír como un licenciado universitario que me preguntó que era eso del laicismo, u otra compañera de secundaria que, a mi invitación a participar, me respondía: "A mi me gustan más las bodas por la iglesia".
A mi compañera y a todos aquellos que piensen que el laicismo se opone a las ceremonias religiosas, bodas, bautizos, o funerales quiero sacarlos de su grave error. El laicismo no pretende imponerle a nadie la comunión o no con una determinada religión o doctrina, sino al contrario, defiende precisamente la libertad individual de cada cual para elegir como se casa, como se entierra, o como da el salto a la pubertad. Los laicistas defendemos la libertad de conciencia individual dentro de un estado laico, y sencillamente aspiramos a que la aconfesionalidad recogida en nuestra Constitución se materialice en una sociedad donde las distintas opciones religiosas sean verdaderamente libres, y no se perpetúe la actual situación de privilegio de la iglesia católica con respecto al resto de los grupos religiosos y las asociaciones.
Así pues, queridos amigos míos, defendemos, entre otras cosas, la autofinanciación de la Iglesia Católica, la eliminación de la enseñanza religiosa del horario lectivo de primaria y secundaria, y la igualdad de todos frente a la Ley, pero como ya sabréis la mayoría, no entramos ni salimos en que alguno se case o se descase, si quiere, ante un altar, de blanco o por la iglesia.