Se celebró ayer tarde en la Biblioteca Municipal Bidebarrieta de Bilbao una jornada dedicada a la memoria de Charles Darwin, de cuya muerte se cumple este año el 125 aniversario.
Los profesores Antonio Lazcano, Ana Rallo y Enrique Cerdá-Olmedo pronunciaron sendas conferencias harto instructivas e interesantes, con una mesa redonda abierta como apropiado colofón.
Pocos científicos han tenido más relevancia en el Siglo XIX que este inglés, cuyos estudios sobre la Teoría de la Evolución y el Origen de las Especies revolucionaron las creencias existentes hasta entonces sobre el origen del Hombre y demás seres vivos.
Su aportación a la Humanidad puede ser similar a la que en su época protagonizaron Galileo o Copérnico, al demostrar que la Tierra giraba sobre el Sol.
Las aportaciones en el terreno de la física cuantitativa del científico florentino supusieron el final de la visión aristotélica del mundo y el fin de una época marcada por el geocentrismo.
Volviendo a lo que nos ocupa, en pleno auge de la teoría darwinista , y tras las controversias iniciales, una versión simple de la selección natural fue ganando terreno en la aplicación de la selección natural a las sociedades humanas (política, economía, etc.); es lo que se denominó darwinismo social, donde la ley del más fuerte y su prevalencia se utilizaban para justificar la diferenciación de las clases sociales o diferencias entre los diferentes grupos raciales. Darwin nunca favoreció tal visión de la sociedad, y consideraba este tipo de aplicaciones de la selección natural como una aberración. Como puede verse en sus diarios, Darwin mostró gran simpatía por las gentes esclavizadas u oprimidas.
Sin embargo, sí que es cierto que el darwinismo social constituyó la base inicial de movimientos eugenésicos posteriores; a su pesar, con seguridad.
En contraposición a la rigurosidad de los descubrimientos de Darwin, últimamente se está abriendo paso entre los sectores más conservadores de EE.UU. la llamada teoría ‘creacionista’, que parte del Génesis como verdad revelada y dogma de fe, con el añadido de inteligentes herramientas de marketing.
Estamos ante una teología de supermercado, como acertadamente ha venido a bautizar el profesor Lazcano. Sin un ápice de rigor ni de conocimiento histórico, biológico, ni siquiera teológico, estas sectas protestantes son a la religión lo que una hamburguesa Mc Donalds a la buena cocina.
Dejemos a las diversas religiones y a la ciencia que sigan su camino, con sus métodos de análisis y estudio; no tienen porqué ir de la mano, pero sí que deben seguir un método y un rigor en la elaboración de sus teorías y postulados. Lo demás son monsergas para incautos crédulos.
Y para terminar este modesto homenaje a Darwin, valga esta tribuna para promover una visión humanista, laica, libre y racionalista de la vida, ahuyentando cuantos pensamientos políticos, fundamentalistas o religiosos pretendan limitarla.