Investigadores de Northwestern encontraron que existe un vínculo entre el deterioro funcional de la corteza prefrontal y esta conducta
Discutir con fanáticos religiosos puede resultar en una faena agotadora y pocas veces fructífera. Los fundamentalistas de cualquier tinte se caracterizan por una serie de creencias fijas, o dogmas, que suelen defenderse. Nunca se detienen a considerar que sus ideas pueden estar equivocadas especialmente cuando se les presenta evidencia contraria.
Como las creencias derivan en comportamientos sociales ha resultado de particular importancia comprender qué pasa en el cerebro de las personas creyentes. Ese fue el tema de trabajo de Jordan Grafman, de la Universidad Northwestern, y su equipo. Este grupo de investigadores acaban de ver publicado su trabajo en la revista Neuropsychology en el que llegaron a la conclusión de que el fundamentalismo religioso se debe, en parte, al deterioro funcional en una región del cerebro conocida como la corteza prefrontal dorsolateral (dlPFC) y la corteza prefrontal ventromedial (vmPFC). Los investigadores concluyeron que los daños en esas áreas particulares pueden derivar en fundamentalismo religioso al disminuir la flexibilidad cognitiva y la apertura, un término de psicología que describe un rasgo de personalidad que involucra dimensiones como la curiosidad, la creatividad y la apertura mental.
Para el estudio neuropsicológico Grafman y sus colaboradores analizaron un grupo de veteranos de la guerra de Vietnam de quienes se tenía certeza que habían sufrido lesiones en la corteza prefrontal. De ellos se analizaron tomografías computarizadas, se les aplicó un test de personalidad denominado “Inventario de Personalidad NEO”, así como un cuestionario para determinar su grado de fundamentalismo religioso. Por otra parte, en otro grupo, otros veteranos de guerra sin lesiones cerebrales recibieron los mismos test y encuestas.
Los resultados mostraron que aquellos pacientes que tenían lesiones cerebrales en las regiones anteriormente mencionadas (dlPFC y vmPFC) eran mucho más fanáticos en sus convicciones religiosas, conservadores en términos sociales y reacios a considerar evidencia que contradijera sus puntos de vista.
Grafman y sus colaboradores consideran que estos daños se pueden ocasionar por traumatismos físicos, pero también por traumas psicológicos o adoctrinamiento religioso. Este estudio es uno de los centenares que muestran que la actividad religiosa se puede explicar en términos neurológicos, lo cual es muy interesante.
Personajes que pasaron a la historia de las religiones como el profeta Ezequiel, San Pablo, Mahoma, Juana de Arco, Santa Teresa de Ávila y Elena G. de White tienen en común que vieron visiones muy vívidas en la que Jehová, Jesús o un ángel les hablaba. Para millones de personas y por siglos tales eventos se clasificaron como sobrenaturales. Pero cada vez la ciencia nos muestra que sus experiencias no se originaron en un más allá espiritual, sino en un “más acá”, “más adentro”, dentro de sus cabezas.
En el 2007 se publicó una investigación que del doctor Michael Persinger y su equipo de la Universidad Laurentian en Canadá en el que se usó un dispositivo que estimuló el lóbulo temporal de cientos de personas. Con ello lograron provocar en los sujetos que se sometieron a tales experimentos visiones y sensaciones de sentir la presencia de un espíritu, o sentir que alguien estaba con ellos en el cuarto, cuando, de hecho, no había nadie. Esto se sentía como un estado de revelación de la verdad universal. La estimulación duraba tres minutos, y cada sujeto luego traducía lo que había sentido a su propia cultura y religión, algunos lo llamaban Dios, Buda, o una presencia benéfica. El afectar momentáneamente la actividad eléctrica del cerebro causaba en los pacientes una experiencia que en otras situaciones hubiese sido llamada sobrenatural, místico, una revelación divina, un encuentro con Dios, o sencillamente algo “maravillosamente espiritual”.
Los experimentos que han involucrado la estimulación magnética transcraneal de las estructuras límbicas del lóbulo temporal pueden producir en sujetos sanos experiencias con seres espirituales, que siempre han coincidido con los de su propia religión, nunca de otras.
“Dios no es más místico que una rica cena”, afirmó Michael Persinger. El científico explicó que la religión y la mística tienen bases neurológicas que logran darle placer al cerebro. En algunos casos los éxtasis religiosos pueden alcanzarse por ayuno, dar vueltas, cantos, música o mantras repetidos incesantemente.
El relativamente nuevo campo de la neuroteología nos revela que fundadores de religiones como la señora Elena G. de White, con el adventismo, veía sus visiones gracias a una epilepsia de lóbulo temporal que se desarrolló después de un accidente en la niñez que la dejó con pérdida de conciencia durante días. También es probable que Mahoma, el fundador del islam, una de las grandes religiones mundiales tuviera también este trastorno, así como místicos católicos como Teresa de Ávila. El mundo natural, entendido libre de toda superstición, es sin duda emocionante y apasionante. Bien haríamos como sociedad en promover una sociedad abierta a cuestionar todas las ideas, incluidas las religiosas. Bien le caería a Colombia promover el razonamiento crítico en la educación y en los medios de comunicación, en lugar de tanta superstición y fundamentalismo, más aún cuando encontramos evidencias que estos dogmas se han originado, en gran medida, en mentes con poca flexibilidad cognitiva y carentes de apertura mental.
Fuente de la noticia: Scientists have established a link between brain damage and religious fundamentalism