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Cuestiones bizantinas en torno a la Mezquita de Córdoba

Se cuenta que en 1453 cuando el asedio de las tropas del Imperio Otomano sobre Constantinopla era agobiante, los políticos e intelectuales bizantinos discutían sobre el sexo de los ángeles, despreocupados de la defensa de la ciudad. De ahí viene el uso actual de las expresiones discusión sobre el sexo de los ángeles o discusiones bizantinas, referidas a toda elucubración inútil y extemporánea.

Pues bien, aquí, en nuestra Córdoba, se ha dado la proclamación, oral y escrita, de la más bizantina de las cuestiones. Se han aislado y sobrevalorado vestigios bizantinos localizables en los arcos, capiteles, columnas y otros componentes de nuestra Mezquita, para afirmar, en el límite de lo paranoico, que nuestra Mezquita es más bizantina que árabe. Así que por estos devotos del sexo de los ángeles se ha llegado a la conclusión de que todos los arquitectos e historiadores de arte que califican por unanimidad a nuestra Mezquita como uno de los más originales, al par que admirables, monumentos del mundo, y desde luego el primero de los monumentos musulmanes de Europa, tienen el paso cambiado, están sumidos en el error.

Supongo que si a los eclesiásticos y talibanes católicos que esgrimen tan curiosas afirmaciones, se les recordara que la religión católica ha tomado de otras religiones y de la sociedad pagana figuras como la de la Virgen, y fiestas como la de la Navidad, nos dirían con toda razón que eso en nada mengua el valor de la religión católica. Pues es natural que en este mundo en el que siempre hay un antecedente, haya abundantes parentescos y vestigios en todos los órdenes de la vida.

Y es verdad. No negaremos a Shakespeare sus méritos porque la figura de Otelo fuera el retrato del gobernador de Chipre Cristóforo Moro, que asesinó por celos a su esposa. Ni tampoco porque en muchas de sus obras inmortales esté la almendra de una leyenda popular. Tampoco a Picasso, por ejemplo, negaremos su valor porque en su obra haya abundantes rastros de pinturas clásicas.

Son miles las obras geniales en las que cabe descubrir vestigios de obras anteriores, más o menos insignificantes. No todo lo preexistente es ajeno e intocable. Desde luego intocable no hay nada y son infinitas las posibles utilizaciones de elementos de obras de antepasados –edificios, cuadros, músicas…– que en sí mismas dicen poco y que pueden transformarse en la cabeza y en las manos de un genio en una obra genial.

Pero está claro que en estos talibanes católicos de nuestra vecindad todo es susceptible de apropiación con tan solo inscribirlo en un registro, pero al enemigo ni agua. Al enemigo, guerra al moro, se le niega todo, incluso que rece ante el altar que el mismo construyó.

Se le niega en las discusiones bizantinas a que nos hemos referido hasta la paternidad artística de una de sus obras más emblemáticas, la Mezquita, nuestro corazón, el corazón de Córdoba.

Se creía, a la vista de la mejora de los trípticos que explican la historia de la Mezquita a sus visitantes, que efectivamente estábamos empezando a mejorar, pero ya se ve que se trata de una vana ilusión, al menos en términos generales.

Hasta mis cansados oídos llegan ecos de sus cantos de victoria, tan bien entonados como el canto gregoriano en general. Pero si ellos creen que su proclamada propiedad privada de la Mezquita va perdurar por los siglos de los siglos amen, están en un craso error, porque en la vida no crece y avanza solo la técnica, sino que nuestra sociedad será más temprano que tarde verdaderamente laica y aconfesional, porque el avance de la educación, de la información, de la cultura, de la independencia de criterio en la sociedad es imparable. Imparable aunque lento, eso sí.

Desde luego si reincide Rajoy, como parece inevitable, en los próximos años no tendremos una ley como la francesa de 1905, que declara como bienes de titularidad pública todos los templos, con independencia del culto, que siempre tienen y tendrán las religiones mayoritarias, que al Cesar lo que es de Cesar y a Dios lo que es Dios, que nada tiene que ver el culo con las témporas. H

* Escritor y abogado

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