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Gabriel Pozo Felguera nos desvela curiosidades y rarezas de arzobispos de Granada que te sorprenderán, en este singular reportaje del mejor cronista de Granada. No te lo pierdas.
Cuatro prelados granadinos presidieron el gobierno de España durante los siglos XVI y XVII; algunos de ellos ni pisaron esta diócesis
Granada lleva 47 arzobispos desde que fue cristianizada en 1492. La mayoría fueron pastores que estuvieron con su rebaño. Pero hubo algunos que vivieron más ligados a la judicatura o a la política que a la fe católica. Incluso cuatro de ellos llegaron a ser presidentes del Gobierno (Consejo de Castilla); dos de ellos fueron obispos de Granada sin haber pisado jamás esta tierra. Alguno fue tan breve que duró poco más de un mes con la mitra. Dos de finales del XVIII rompieron la tradición de enterrarse modestamente en la cripta y levantaron suntuosos sepulcros en capillas laterales de la Catedral. El más joven de todos fue Agustín Spínola, obispo y cardenal antes de los treinta años: ¿Fue el modelo utilizado por Velázquez para representar a su padre, vencedor en la rendición de Breda?
Poca huella dejó en la diócesis de Granada en el tiempo que la ocupó. Lo traigo a este recuerdo por ser hijo de Ambrosio Spínola, el militar que rindió la plaza de Breda en la guerra de Flandes y ha pasado a la historia de la pintura por el cuadro de ‘Las Lanzas’ o ‘Rendición de Breda’ que tan magistralmente planteó Diego Velázquez
Agustín Spínola fue arzobispo de Granada algo más de tres años y medio, entre 1627 y 1630. Perteneció a una poderosa familia genovesa que acumula príncipes, cardenales, santos y religiosos en sus filas. Fue un caso muy singular pues con poco más de veinte años inició una carrera eclesiástica y política fulgurante: cardenal a los 24 años y obispo. Ocupó la silla arzobispal granadina con treinta años; y desde Granada saltaría a Roma, Santiago de Compostela y Sevilla, donde falleció relativamente joven.
Poca huella dejó en la diócesis de Granada en el tiempo que la ocupó. Lo traigo a este recuerdo por ser hijo de Ambrosio Spínola, el militar que rindió la plaza de Breda en la guerra de Flandes y ha pasado a la historia de la pintura por el cuadro de Las Lanzas o Rendición de Breda que tan magistralmente planteó Diego Velázquez.
‘Las Lanzas’ es un cuadro con trampa, pues Mauricio de Nassau nunca pudo entregar las llaves de Breda porque murió en el sitio de la ciudad dos meses antes de su rendición
Precisamente este cuadro de Velázquez es el que encierra algunas dudas con respecto a varios de los personajes que aparecen en escena. Las Lanzas fue pintado entre los años 1634-35, es decir, una década después de haber ocurrido la famosa batalla en Breda. Los dos principales protagonistas son los generales de las tropas flamencas y españolas: Mauricio de Nassau por parte holandesa y Ambrosio Spínola por los ejércitos de Felipe IV. Las Lanzas es un cuadro con trampa, pues Mauricio de Nassau nunca pudo entregar las llaves de Breda porque murió en el sitio de la ciudad dos meses antes de su rendición. En el caso de Ambrosio Spínola, Velázquez no pudo tener al retratado presente para inspirarse en su cara porque murió en 1630, cuatro años antes de iniciar la pintura. Sí es cierto que pudo conocerlo y tomarle apuntes en la visita que hizo el general genovés al palacio de Madrid en 1628 a rendir cuentas a Felipe IV.
Retrato de Agustín Spínola con treinta años, mientras era arzobispo de Granada (1627-30), pintado por Pedro de Raxis. CURIA ARZOBISPAL.
Es bastante creíble esta teoría teniendo en cuenta que justo los dos años en que Velázquez estuvo pintando ‘Las Lanzas’, el ex-arzobispo de Granada permaneció en Madrid antes de incorporarse a Santiago de Compostela
La cara de perfil de Ambrosio Spínola no deja ver con todo detalle los rasgos físicos del genovés. Aunque de Ambrosio existían varios retratos, Velázquez no debió conocerlos porque se encontraban fuera de España. Aquí es donde surge la conjetura, bastante plausible por parte de quienes la defienden, de que el perfil y los rasgos de Ambrosio Spínola corresponden en realidad a su hijo Agustín, quien había dejado de ser arzobispo de Granada en 1630 y marchado unos años a Roma. Es bastante creíble esta teoría teniendo en cuenta que justo los dos años en que Velázquez estuvo pintando Las Lanzas, el ex-arzobispo de Granada permaneció en Madrid antes de incorporarse a Santiago de Compostela. Concretamente, regresó a Madrid a finales de 1634 y no llegó a Compostela hasta abril de 1635. Justo las fechas en que Velázquez estaba rematando las caras principales de la pintura tomando como modelos a sus colaboradores habituales. Por cierto, también Velázquez se convirtió en soldado de los tercios de Flandes y se autorretrató (el primero por la derecha del cuadro).
Las facciones de padre e hijo Spínola son bastante similares si las comparamos con los retratos que nos han quedado de ellos
Las facciones de padre e hijo Spínola son bastante similares si las comparamos con los retratos que nos han quedado de ellos. Es bastante probable que quien fuera el más joven arzobispo de Granada fuese quien posara para una de las escenas más famosas de Diego Velázquez.
Cuatro arzobispos presidentes del Gobierno
La relevancia de ocupar la silla arzobispal de Granada fue grande en los siglos XVI y XVII. Tanto que cuatro de sus titulares fueron reclamados por los monarcas del momento para encargarse de la Presidencia del Consejo de Castilla, que era el equivalente a presidir el gobierno del imperio español. Inmediatamente después de la autoridad del Rey.
Granada estaba de moda en el siglo XVI, todo hacía pensar que se iba a convertir en la capital estable de la corte
Granada estaba de moda en el siglo XVI, todo hacía pensar que se iba a convertir en la capital estable de la corte. De ahí que los monarcas enviasen a sus mejores religiosos a gobernar su arzobispado. Por entonces no existía una línea clara divisoria entre religión y estado, de ahí que los vasos comunicantes entre presidir la Chancillería, ser arzobispo o presidente del Consejo de Castilla estuviesen abiertos, con camino de ida y vuelta.
Durante varios años estuvo compaginando la titularidad del arzobispado de Granada, sin su presencia por estas tierras, con la presidencia del Gobierno
El primer arzobispo de Granada en ser llamado a Madrid para presidir el Gobierno del imperio fue el obispo Antonio Rojas Manrique. Fue el segundo de los 47 arzobispos que ha tenido Granada desde su cristianización a partir de 1492; ocupó este arzobispado entre 1507 y mayo de 1524. Perteneció al consejo real de Fernando el Católico ya desde 1514, donde poco más tarde fue ascendido a presidente. Le tocó vivir los vaivenes de la llegada de Carlos V y la traída de administradores flamencos. Pero el Emperador le consideró un fiel servidor y continuó contando con él durante toda la revuelta comunera. Durante varios años estuvo compaginando la titularidad del arzobispado de Granada, sin su presencia por estas tierras, con la presidencia del Gobierno. Hasta que finalmente, en mayo de 1524 fue designado obispo de Palencia y patriarca de las Indias; también dejó de presidir el Consejo. Después fue arzobispo de Burgos, donde falleció en 1526.
Antonio de Rojas y Fernando Niño Zapata. CURIA ARZOBISPAL.
Era un toledano que presidió la Inquisición y ya había sido obispo de Orense antes de recalar en Granada
También fue el Emperador quien echó mano de otro arzobispo de Granada para presidir su Consejo de Indias en la parte central de su reinado. Se trató de Fernando Niño y Zapata. Éste fue el séptimo arzobispo de Granada (mayo de 1542-octubre de 1546), cargo que compaginó con la presidencia de la Real Chancillería o virrey de Granada. Era un toledano que presidió la Inquisición y ya había sido obispo de Orense antes de recalar en Granada. En 1546 fue llamado a Toledo para hacerse cargo del Gobierno, pues el príncipe Felipe era todavía joven y Carlos V pasaba grandes estancias fuera de España. Estuvo de presidente del Gobierno hasta su fallecimiento en 1452, cargo que compaginó con ser titular del obispado de Sigüenza.
Hubo que esperar hasta el reinado de Felipe IV para que este monarca se “llevara” a dos de nuestros obispos a su alcázar de Madrid o a El Escorial
Felipe II no tiró de ningún arzobispo de Granada para presidir el Consejo de Castilla. Hubo que esperar hasta el reinado de Felipe IV para que este monarca se “llevara” a dos de nuestros obispos a su alcázar de Madrid o a El Escorial. Aunque en realidad no tuvo que llevárselos porque los arzobispos 15º y 16º nunca pisaron Granada. Ambos fueron nombrados presidentes del gobierno y como añadidura llevaban aparejados los títulos de epíscopus granatensis (también sus rentas).
Miguel Santos y Fernando Valdés y Llano. CURIA ARZOBISPAL.
El Concilio de Trento (en su sesión XXIII) había dejado bien claro que el pastor de una iglesia debía residir con su rebaño. Pero los primeros en incumplir los cánones eran los propios obispos y el Rey
Miguel Santos de San Pedro fue titular del arzobispado de Granada inmediatamente después de Agustín Spínola, entre el 29 de enero de 1631 y 4 de marzo de 1633. Como solía ser habitual en aquellos casos, tomó posesión por poderes y delegó el gobierno de su diócesis en un vicario. Aquella práctica de saltarse a la torera el decreto de residencia fue incumplida reiteradamente en tiempo de los Austrias menores. El Concilio de Trento (en su sesión XXIII) había dejado bien claro que el pastor de una iglesia debía residir con su rebaño. Pero los primeros en incumplir los cánones eran los propios obispos y el Rey. Dejó la presidencia del Gobierno y el arzobispado de Granada el 4 de marzo de 1633 por motivo de su fallecimiento.
Fernando de Valdés y Llano, un asturiano de Cangas de Tineo, recibió también el nombramiento de arzobispo de Granada junto al título de presidente del Gobierno. Nunca llegó a estar en Granada y a verla de lejos; envió a un sobrino suyo
El ejemplo de Miguel Santos fue seguido al pie de la letra por su sucesor al frente de la presidencia del Gobierno. Fernando de Valdés y Llano, un asturiano de Cangas de Tineo, recibió también el nombramiento de arzobispo de Granada junto al título de presidente del Gobierno. Nunca llegó a estar en Granada y a verla de lejos; envió a un sobrino suyo, Juan Queipo de Llano, para que le representara en Granada, junto a otro paisano mercedario (Blas de Tineo) como obispo auxiliar de la diócesis y vicario general. Estuvo de titular ausente de la silla granadina entre octubre de 1633 y diciembre de 1639, en que falleció en la Corte madrileña. Perteneció a una familia de la alta nobleza, muy relacionada con la acumulación de cargos en la Inquisición, obispados, la justicia y la milicia.
Virreyes y presidentes de la Chancillería
La mayoría de gente ilustrada de los siglos XVI y XVII habían sido formados en seminarios o instituciones religiosas. Por tanto, solían ostentar la condición previa de hombres de Dios. La administración de la Corona echaba mano de ellos, en primer lugar, porque eran de los pocos que tenían estudios; en segundo, porque la separación Iglesia-Estado estaba aún por llegar.
Por eso, varios de los arzobispos de Granada llegaron a la ciudad primero como juristas de prestigio. El primero de todos fue Francisco de Herrera Ruesta. Fue el arzobispo más breve de Granada pues estuvo en el cargo religioso solamente un mes y 25 días del último trimestre de 1524
Por eso, varios de los arzobispos de Granada llegaron a la ciudad primero como juristas de prestigio. Uno de ellos es el ya nombrado Fernando Niño Zapata. El primero de todos fue Francisco de Herrera Ruesta. Fue el arzobispo más breve de Granada pues estuvo en el cargo religioso solamente un mes y 25 días del último trimestre de 1524. Procedía del Arzobispado de Toledo y de su Inquisición. Había estudiado en Salamanca y ocupó varios cargos a la sombra del Cardenal Cisneros. Colaboró en la fundación de la Universidad de Alcalá. Aunque fue hombre más de enseñanza y de carrera jurídica, al final acabó también compaginando el cargo de arzobispo y la Audiencia por breve tiempo.
Le tocó vivir el asunto de los libros plúmbeos y dio origen a la impresionante institución educativa y religiosa de la Abadía del Sacromonte
El caso más destacable de hombre de Justicia e Iglesia al servicio de Felipe II fue el de Pedro de Castro (ver: La fortuna traída por los Vaca de Castro del Perú y la Abadía del Sacromonte). El burgalés Don Pedro de Castro fue de los arzobispos que desarrolló una vida judicial muy extensa en Granada; primero como visitador y veedor de obras reales en la ciudad (Catedral, Hospital Real, San Jerónimo), después como presidente de la Real Chancillería durante otro largo y convulso periodo. Hasta que acabó aceptando la silla arzobispal granadina, que la ocupó entre 1590 y 1610, antes de pasar otros trece años a la de Sevilla. Le tocó vivir el asunto de los libros plúmbeos y dio origen a la impresionante institución educativa y religiosa de la Abadía del Sacromonte.
Hubo tres arzobispos de Granada que fueron nombrados, pero fallecieron antes de venir a la ciudad a confirmar su toma de posesión
Hubo tres arzobispos de Granada que fueron nombrados, pero fallecieron antes de venir a la ciudad a confirmar su toma de posesión. Se trató de Pedro Portocarrero, Antonio Calderón y Basilio Sancho. Pedro Portocarrero tomó posesión por poderes el 6 de diciembre de 1525, pero falleció cuando se disponía a desplazarse a Granada unos meses más tarde; Antonio Calderón se encontraba enfermo y falleció unas horas después de llegar su nombramiento desde el Vaticano, en enero de 1654; Basilio Sancho estuvo propuesto, pero falleció (17 diciembre de 1787) en Manila dos días antes de que se firmara su decreto.
Moscoso y Peralta, el presuntuoso
Juan Manuel Moscoso y Peralta resulta el caso más contradictorio de los 47 que se han colocado la mitra granadina. Fue el único de procedencia perulera, ya que nació en Arequipa en el seno de una familia adinerada desde dos siglos antes, descendientes de los condes de Altamira. Tras estudiar en la Universidad de Cuzco, se puso al servicio de la administración colonial española. Se casó y tuvo un hijo. Pero en 1751 perdió a mujer y vástago y decidió reorientar su vida al campo religioso. Fue ordenado sacerdote en 1755. Inició una carrera político-eclesiástica en Perú hasta escalar a obispo auxiliar de Arequipa y titular de Cuzco en 1778. Se vio implicado en la rebelión de Túpac Amaru II. Hasta que en 1786 fue llamado a Madrid para que explicara su conducta.
Solicitó entonces al rey Carlos IV que lo nombrase patriarca de las Indias para bautizar al infante Carlos María Isidro o, alternativamente, arzobispo de Granada. El entonces patriarca, Antonio de Sentmanat, intervino para que lo apartaran de Madrid en dirección a Granada
En el entorno de la Corte madrileña estuvo cesante en espera de destino. Llegó a España con una gran fortuna y gran séquito de sirvientes. Consiguió apoyos del papado y del nuncio para limpiar su historial en Perú. Consiguió su rehabilitación en 1788, justo coincidiendo con la sede vacante granadina por el fallecimiento de Basilio Sancho en Manila. Solicitó entonces al rey Carlos IV que lo nombrase patriarca de las Indias para bautizar al infante Carlos María Isidro o, alternativamente, arzobispo de Granada. El entonces patriarca, Antonio de Sentmanat, intervino para que lo apartaran de Madrid en dirección a Granada.
Juan Manuel Moscoso y el palacio del Cuzco que construyó en Víznar, decorado con pinturas quijotescas.
Pero al final acabó retirándose al Valle de Lecrín y dejando el arzobispado en situación de abandono. Falleció el 24 de julio de 1811, en plena ocupación francesa, un tanto denostado por la mayoría de los granadinos
Moscoso fue arzobispo entre el 21 de septiembre de 1789 y 24 de junio de 1811. Le tocó vivir en Granada el periodo convulso de la Revolución Francesa y la guerra de la Independencia. Con su inmensa fortuna y su grupo de criados construyó el palacio del Cuzco en Víznar, un retiro para rememorar sus tiempos en tierras suramericanas. Como buena parte de ilustrados granadinos, se alineó con el bando francés en 1810 a la entrada de las tropas francesas en la ciudad. Incluso colaboró y agasajó a los mandos con cargo a su propio bolsillo. Pero al final acabó retirándose al Valle de Lecrín y dejando el arzobispado en situación de abandono. Falleció el 24 de julio de 1811, en plena ocupación francesa, un tanto denostado por la mayoría de los granadinos.
Suntuosa sepultura del arzobispo Moscoso en la capilla de San Miguel de la Catedral de Granada. Derecha, cripta central donde hay varios arzobispos enterrados. CATEDRAL DE GRANADA.
El arzobispo Moscoso es de los dos únicos que tienen capilla mortuoria −destacada y suntuosa− en la Catedral de Granada, costeada por él a principios del siglo XIX; es la de San Miguel Arcángel, la primera del lado
Los franceses se llevaron en su retirada la imponente custodia que costeó a cargo de su fortuna. El arzobispo Moscoso es de los dos únicos que tienen capilla mortuoria −destacada y suntuosa− en la Catedral de Granada, costeada por él a principios del siglo XIX; es la de San Miguel Arcángel, la primera del lado Sur. Está tallada en mármoles de colores de las sierras cercanas a Granada. [El que rompió la regla de no enterrarse de manera ostentosa fue Antonio Jorge y Galbán, 1776-87, que se construyó el suyo en la capilla de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza].
Tumba de A. Jorge y Galbán, en la capilla del Pilar. CATEDRAL DE GRANADA.
Los arzobispos que han fallecido siendo titulares de la diócesis de Granada están enterrados, en buena parte, en criptas o suelos del templo. En la cripta de la nave central hay unos cuantos; los primeros están en la cripta de la capilla de Santa Ana; Bienvenido Monzón en la capilla del Pilar. El obispo Martín de Ascargorta (1693-1719, el que acabó el templo) se enterró en el suelo de la girola, ante el Triunfo de Santiago que él construyó, con los pies enfilando al altar mayor (una simple baldosa con una cruz marca dónde está su cabeza, así como una laude en latín en la pilastra de la pared).
Existe un acuerdo tácito de no enterrar de manera destacada a ningún arzobispo en el templo metropolitano. Incluso algunos decidieron enterrarse fuera (Pedro de Castro en el Sacromonte; el Cardenal Parrado en la iglesia de Gracia; Meseguer y Costa en las Angustias…
Existe un acuerdo tácito de no enterrar de manera destacada a ningún arzobispo en el templo metropolitano. Incluso algunos decidieron enterrarse fuera (Pedro de Castro en el Sacromonte; el Cardenal Parrado en la iglesia de Gracia; Meseguer y Costa en las Angustias, etc.)
El único arzobispo que consiguió que un Papa visitara su diócesis fue José Méndez Asensio, que trajo a Juan Pablo II durante su visita a España en octubre de 1982. Aunque en realidad ningún otro Papa ha visitado Granada en toda la historia de la cristiandad.