Reconozco que el título de este artículo es escandaloso, si me apuran mucho casi blasfemo. El pan que Jesús repartió en la cena del Jueves, pocas horas antes de ser arrestado, y ejecutado, afirmando que lo que entregaba era su cuerpo, no tenía nada que ver con un costo económico asociado. No solo no tenía nada que ver con el dinero, era la negación misma del valor del dinero. El encargo que hizo en ese momento, de que para hacerlo presente entre nosotros, repitiéramos lo mismo que él había hecho, está lo más alejado que pueda suponerse de que la participación en la cena del Señor pueda suponer un costo económico a los participantes.
A pesar de la contradicción encerrada en el título, lo he mantenido forzado por las circunstancias. Mayo es el mes en el que se celebran las primeras comuniones. La primera comunión es un momento importante en el desarrollo de la vivencia cristiana de la fe en los niños. Es el inicio de su vida de cristiano adulto. Estimamos que ya comienzan a tener una responsabilidad moral de sus propios actos, que comienzan a tener una capacidad, incipiente aún, para saber cuándo sus actos son coherentes con el pensamiento y la palabra de Jesús de Nazaret, y cuándo se apartan de lo que Dios espera de nosotros. Esta inauguración de su vida de cristiano adulto se lleva a cabo con la entrada de Jesús, en forma de pan, dentro de su propio cuerpo. El Espíritu de Jesús permanecerá con ellos para siempre, para que su conducta sea reflejo de la propia conducta de Jesús. Esto es lo que representa la primera comunión de los niños.
Este acto da lugar a una fiesta asociada para celebrar el acontecimiento. Hoy día esta celebración está adquiriendo dimensiones sociales de importancia. La celebración, la fiesta organizada con motivo de la primera comunión, llega a tener en demasiados casos, una dimensión social, que oculta el sentido del acto que ha dado lugar a ello. La fiesta social llega a tener más peso que la comunión con el cuerpo de Jesús.
La Unión de Consumidores de Andalucía acaba de publicar un informe fechado el 19 de abril 2009, según el cual el costo de la celebración de una primera comunión es por término medio de unos 3.600 euros. Ello supone el sueldo de tres meses de los llamados mileuristas, la mayor parte de la población laboral. Esta contradicción es la que me ha motivado a escribir el título escandaloso de este artículo. En este coste se incluye el traje, que en el caso de las niñas está en los 250 euros, y de los niños en 200. Con el resto de la indumentaria llega para las niñas a un promedio de 525 euros, y para los niños a 455. El costo asciende hasta los 3.600 euros, según la Unión de Consumidores de Andalucía, incluyendo un costo promedio del banquete según sea el número de invitados, y el precio del cubierto.
A la vista de estos datos quiero hacer dos reflexiones. Primera: jamás en su vida María de Nazaret se puso un vestido que tuviera un costo de 250 euros. Jamás Jesús se puso un traje que tuviera un precio de 200 euros. ¿Cuál es la razón que justifica vestir a las niñas con un vestido de mininovia con un costo inalcanzable a la mayoría de la población laboral? La cena del Jueves Santo, cuando Jesús reparte el pan, no tuvo un coste 3.000 euros. ¿Cuál es la razón que justifica esta fiesta mundana que ensombrece la comunión propiamente dicha? Me parece que sería más apropiado vestir a los niños con un vestido limpio sin más lujos extraordinaios, y en lugar de hacerles regalos costosos, iniciarlos en que son ellos los que tienen que dar algo de lo que ya tienen a otros niños que no tienen nada, tal como hizo Jesús a lo largo de su vida.
Segunda: los creyentes que hemos dado este relumbre social a la primera comunión, hemos dado lugar a que los hijos de padres no creyentes se sientan marginados si a ellos no se les hace una fiesta equivalente. Ven que sus compañeros de colegio o de barrio son el centro de una fiesta llamativa. Ellos no quieren ser menos. Porque lo que ven es la fiesta con la que los creyentes hemos ocultado la comunión propiamente dicha. Así es como ha surgido en algunos sitios la iniciativa de celebrar primeras comuniones laicas. Se celebra la fiesta, pero no se pasa antes por la iglesia a comulgar. Es absurdo si se quiere, llamarle a esto primera comunión laica. Se le podría dar otro nombre cualquiera, es cierto. Pero el absurdo ha comenzado dentro del mismo grupo de creyentes, cuando hemos desorbitado el adorno de la primera comunión hasta el punto de ocultar la comunión misma.
* Profesor jesuita